Oscar Pacheco

Modernidades, legitimidad y sentido en América Latina. Indagaciones sobre la obra de Gustavo Ortiz


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      En otras palabras, ¿en qué historia andamos metidos/as? Al interior de la misma Argentina la propuesta de una identidad homogeneizadora no se la traga nadie. Basta con recorrer el país para ir advirtiendo rutinas, expresiones del habla, ritmos, olores, sabores, colores, lo apreciado y lo despreciado, etc.

      Nada de ingenuidades se puede aceptar en la práctica intelectual responsable. Frente a las ambigüedades hay que buscar argumentos confiables. La dimensión epistemológica no es algo menor, sino el punto decisivo de las inflexiones, especialmente las ideológicas.

      No concebir al ‘autor’ como un personaje iconizado y, peor todavía, momificado como si siempre hubiera sido el mismo. Por eso, periodizar la reflexión que desarrolló ayuda a ubicar mejor los aportes brindados en diferentes coyunturas por el intelectual estudiado. Esto propicia, como parte inherente al quehacer, una fuerte capacidad crítica y autocrítica sin la cual no hay modo de proseguir seriamente. Somos parte de un proceso y vamos modificando y variando posturas. Atender estas variantes es tarea ineludible para quienes vienen detrás y procuran seguir empujando pa’ delante.

      El estilo de Gustavo no puede pasar desapercibido a quienes lo lean. No puedo olvidar que siempre nos gustaba charlar a calzón quitado, aunque de pronto hubiera que poner un alto y volver a la seria y lógicamente articulada argumentación.

      La ocupación por la política lo acompañó siempre. Una política ubicada en un contexto cultural mucho más amplio, cuya ignorancia le aparecía como inaudita.

      Hablar de ‘pueblo’ como si todo lo referido con ese término estuviera claro, no le parecía tan simple. Problematizar la noción fue parte de la tarea.

      Asumir la impureza del pensamiento filosófico implicó, también, resituarse en esta América no del todo nuestra todavía.

      Herencia y duelo se combinan en esta recuperación de su sugerente y provocador legado.

      Religión y política constituyen dos ingredientes de la historicidad humana que se combinan de modo complejo. Siempre invitó a procurar esclarecer esas combinaciones. Y que las experimentó en carne y cuerpo propio, ni se diga.

      La Ilustración católica no pudo dejarla de lado en su estudio sobre las diversificaciones de la modernidad para y en nuestra región. La modernidad entendida como proyecto siempre inacabado y en proceso indeterminable. ¿Y dónde ubicar lo supuesto o pretendidamente ‘pre’ moderno de nuestras culturas originarias? La interrogante sigue abierta. ¿Y qué decir de la denominada como nuestra tercera raíz o nuestro componente afroamericano?

      En fin, a vuelo de pájaro, estos son algunos de los tópicos magníficamente elaborados en estos textos imperdibles de Marina Juárez, María Clemencia Jugo Beltrán, Carlos Asselborn, Oscar Pacheco, Guillermo Ricca, Diego Fonti y Gustavo R. Cruz. Sus precisas reflexiones nos ayudan a recuperar al Gustavo incansable en sus indagaciones.

      No resultaría exagerado consignar que quizá la posición fundamental y constante de Gustavo se encuentra resumida en su crítica –y autocrítica– a lo que se conoció como filosofía de la liberación, destacada por Oscar Pacheco, cuando lo cita:

      … hubo tres rasgos idiosincráticos de la filosofía de la liberación (y de mis propias reflexiones) que no me satisfacían: primero, una marcada falta de modestia intelectual; segundo, una confusión entre filosofía e ideología o política; y tercero, eventuales consecuencias para la práctica y el compromiso político, que, de darse, aparecen decididamente sin justificación racional.

      A esto, Oscar añadirá otros tres aspectos nodales:

      pienso que este es el aporte fundamental de la obra filosófica de Ortiz y lo sintetizo en tres afirmaciones: 1. mostrar que la razón filosófica está situada temporal y geográficamente y así y todo pretende ser universal; 2. la necesidad de validar los asertos filosóficos siempre falibles; 3. las implicancias ético-políticas ineludibles de toda postura filosófica.

      ¡Ojo! Destacar estos aspectos no significa, para nada, pretensiones de atribuirle a Gustavo la propuesta original o surgida de la nada de estas afirmaciones. Son, en toda su fecundidad, logros de esa inagotable aventura erudita –sin ningún rasgo petulante– en la que se embarcó y anduvo durante todo su itinerario por aquí. Su legado ahí está y sigue a la espera de que se prolonguen los esfuerzos por apreciarlo, retomarlo, adoptarlo y adaptarlo a las coyunturas en que nos encontramos.

      Cuernavaca, Morelos, México, 10 de marzo de 2017

      Carlos Asselborn (*)

      A su memoria, con tristeza

      Posiblemente a veces no veamos lo mismo, ni escuchemos las mismas voces, ni digamos las mismas palabras; es bueno que así sea. Posiblemente, también, eso se deba a la hora del día y al lugar donde nos encontramos. Algunos recién comienzan a andar y creen que hoy será mejor que ayer, y que antes de ayer; es bueno que así sea. Otros estamos al caer de la tarde, después de haber recorrido muchos caminos, y sabemos que detrás de un amanecer luminoso, puede acechar una tormenta. Sabemos, también, que en lugar del miedo por vendavales imprevisibles, debemos construir refugios sólidos, donde guarecernos, cuando las tormentas ocurran. Lo único que se nos prohíbe, a todos, es la ingenuidad (Ortiz, 2013: 318).1 (1)

      1. Recuperar un abandono ¿en “Tiempos indigentes”?

      En 1972 Gustavo Ortiz presentaba su tesis de licenciatura en Filosofía en la Universidad Nacional de Córdoba: Supuestos de un pensar latinoamericano. La cultura nacional en el Martín Fierro. (2)El texto completo sigue aún inédito y solo su primera parte fue publicada 31 años después como un capítulo de su obra El vuelo del Búho (2003). (3) Hasta la fecha y por la información disponible, ha sido Horacio Cerutti, en Filosofía de la liberación latinoamericana (1983) uno de los pocos filósofos que ha hecho expresa referencia a dicho escrito. Cerutti afirma:

      en un interesantísimo trabajo, lamentablemente inédito y seguramente ya no compartido en sus líneas centrales por el mismo autor, Gustavo Ortiz sintetizaba en 1972 todas las ambigüedades de que padecería la filosofía de la liberación. Sin embargo, conviene destacar la extraña lucidez política de Ortiz, que contrasta con las ingenuidades que luego cabría leer en muchos filósofos “liberadores” (Cerutti Guldberg, 2006: 295-296) (las cursivas son nuestras).

      A continuación realiza un breve comentario de sus partes, rescata la “impecable redacción” y utiliza algunos de sus fragmentos para ilustrar la época y el “estado de ánimo con que se filosofaba en aquellos momentos en Argentina” (Cerutti Guldberg, 2006: 297) (las cursivas son nuestras). Al finalizar la reconstrucción, Cerutti sostiene que todas las corrientes internas de la filosofía de la liberación hubieran adherido a este análisis. Y solo aquí es cuando comenzaba un “proceso de diferenciación” donde la disputa ideológica hacía “su entrada por la puerta grande”. En ese momento no todos los gatos iban a ser pardos.

      En la misma obra, en su bibliografía comentada, agrega: “el estudio de Ortiz es una muestra de las ambigüedades del discurso de la liberación que a poco iban a mostrarse como contradicción y lucha ideológica al interior mismo de la práctica filosófica…” (Ibíd., 509) (las cursivas son nuestras).

      Nuestra intención es indagar sobre aquella “extraña lucidez política” puesta de relieve en su trabajo de licenciatura y rescatar ciertos tópicos relevantes para el debate contemporáneo latinoamericano. También nos animaremos, aunque tímidamente, a mostrar algunas de las transformaciones en su reflexión posterior. Todo parece indicar que, con el tiempo, Ortiz se aleja insistentemente de aquellas primeras afirmaciones en torno al pensamiento latinoamericano. Tal giro reclama, al menos, la pregunta por las causas y por el tenor del mismo: ¿abandono?, ¿reorientación?, ¿superación?, ¿complejización?, ¿influencias de otras corrientes filosóficas?, ¿otra geopolítica del pensar? y, además, ¿qué hay de los meandros histórico-existenciales de sus apuestas, convicciones, equívocos, ambigüedades y quiebres teórico-políticos…?, ¿qué pasó con lo afirmado en aquella reflexión