Amy Blankenship

Cosas Peligrosas


Скачать книгу

bien? —Zachary frunció el ceño con preocupación y levantó una mano cuando Trevor quiso saber qué estaba pasando.

      Angélica leyó la información de nuevo para estar segura.

      —Voy a coger el siguiente vuelo —le informó antes de apartar el teléfono de la oreja. Colgó el teléfono antes de responder a las preguntas de Zachary y volvió a mirar la pantalla. No fue lo que había leído lo que la convenció de que esto era peligroso... fue que el jefe del P.I.T. de alguna manera había bloqueado el acceso al archivo.

      Si Storm estaba guardando secretos.... entonces ella quería saber por qué.

      Capítulo 2

      Anthony se paseaba impaciente por el suelo de mármol de su estudio. Se pasó una mano por el oscuro cabello, se sentía frustrado y enfadado. Sabía que había perdido los estribos cuando mató a Arthur y ahora también habría perdido su influencia para que Jewel se le uniera como pareja.... pero aquello no le detendría.

      Hubiera querido que la situación se mantuviera en calma... pero cuando Arthur mencionó al padre de Anthony, su parte de hombre lobo se volvió loca. Ahora se vería forzado a usar otro tipo de coacción sobre su fugitiva novia. El único problema era que primero tendría que encontrarla.

      Alguien llamó a la puerta y Anthony dejó de caminar para alisarse el pelo y la ropa. Él era el alfa, y ello conllevaba una cierta dosis de decoro.

      —Entra—gritó con voz fría.

      La puerta se abrió y uno de sus lobos entró, cerrando la puerta tras él.

      —¿Qué encontraste? —preguntó Anthony.

      El miembro de la manada parecía muy nervioso y aclarándose la garganta contestó: —Como usted ordenó, me quedé atrás para ver si el sacerdote regresaba a la iglesia. No estuve mucho tiempo cuando se desató el caos en la iglesia y en el cementerio que hay detrás de ella. La gente aparecía a diestro y siniestro, la mayoría de ellos saliendo de la nada.

      Se detuvo y tragó con nerviosismo antes de añadir: —Ahí fue cuando noté que Jewel estaba con ellos.

      —Entonces, ¿dónde está? —preguntó Anthony mientras cerraba la distancia entre ellos a pasos agigantados. —¿Por qué no la trajiste de vuelta contigo?

      El lobo retrocedía mientras el pánico asomaba a su mirada, sabía que traer malas noticias a un alfa nunca fue nada bueno. —No pude—, dijo mientras se estremecía.

      La mano de Anthony se abrió repentinamente y agarró a su subordinado por la garganta, levantándolo en el aire. —Eres un hombre lobo. ¿Por qué no te la llevaste?

      —Estaba rodeada de hombres.... demasiados—, explicó el lobo, forcejeando con sus manos para tratar de aliviar la presión alrededor de la garganta.

      La mano de Anthony le apretaba y sus ojos se volvieron de un extraño color dorado. Por fin su hermano había vuelto de Italia, estaba seguro de ello. —¿Te enseñé o no a pelear con otra manada por tu cuenta? Mi hermano no debería haber sido un rival para ti.

      Era mentira. El lobo habría estado tirado en una zanja en alguna parte si se hubiera atrevido a pelear con Andreas Valachi.

      —No eeeeran loooooobos, — jadeaba el lobo mientras intentaba respirar.

      Anthony volvió a prestar atención al hombre al que estaba estrangulando y retiró la mano, viendo que casi lo había matado. —¿Quién era? —preguntó con voz enfurecida.

      El lobo yacía tendido en el suelo tratando de recuperar el aliento. Se apresuró a ponerse de rodillas antes de postrar su frente en el frío suelo de mármol. Exhibiendo la parte posterior de su cuello para mostrar sumisión a su líder deseó haber huido cuando tuvo la oportunidad.

      —Gatos... olí gatos—, dijo después de unos segundos. —Pumas y jaguares.... había muchos. Levantó la cabeza y vio los ojos de Anthony entornados de forma amenazadora.

      Rápidamente añadió: —Había un puma siguiéndola a cada paso. El lugar también estaba lleno de vampiros. Parte de la iglesia explotó, y luego apareció un coche de policía.

      Anthony permanecía allí de pie tratando de dominar su creciente ira. Sin embargo, cuanto más tiempo pasaba más enfadado estaba. Su plan para recuperar a su compañera ahora fugitiva había sido frustrado repetidamente, ya fuera por sus propias acciones o por las acciones de sus inútiles subordinados.

      Hizo señas a sus guardias personales para que se acercasen.

      —Llevadlo al sótano para que pueda reflexionar sobre su fracaso.

      El lobo se arrodilló con una expresión de súplica en su cara. Había oído historias sobre el sótano y lo que contenía. Algunos de los hombres lobo que sobrevivieron a la tortura todavía tenían las cicatrices en sus cuerpos como recordatorio. Se quejó lastimosamente cuando los guardias tomando sus brazos le pusieron de pie.

      Sin mirarle siquiera a la cara, los guardias no dijeron nada, ni reconfortante ni despectivo. Si se hubieran atrevido, lo habrían dejado escapar. Para ellos, la señorita Jewel tenía motivos para huir de su alfa. Ella era infeliz y, a pesar de los mejores intentos de Anthony, nunca lo amaría. Vivir así, aprovechándose de la desgracia de los demás no era el verdadero estilo de vida de los hombres lobo... era el estilo de vida de la mafia.

      En otro tiempo, habían protegido a la humanidad de los males que amenazaban con invadir el mundo. Ahora, con la excepción de unas pocas tribus localizadas en los Estados Unidos y en alguna parte del extranjero, ellos representaban el mal. No es de extrañar que los humanos hicieran películas que los retrataran como perros rabiosos empeñados en causar muerte y destrucción.

      Anthony siguió a sus guardias hasta el sótano y sonrió cuando el joven hombre lobo gimió silenciosamente. El sótano de la mansión había sido convertido en una gran cámara de tortura subterránea que cubría varios cientos de metros cuadrados. Había cadenas que colgaban de la pared con grilletes para mantener a una persona atada y sujeta contra la fría piedra.

      En la parte derecha había una mesa llena de látigos y fustas de varios tamaños. Sobre un fuego ardía una caldera de la que sobresalían unos cuantos hierros que se usaban para hacer marcas, algo que Anthony rara vez había usado. Por último, en el muro opuesto, se hallaba una fila de celdas que albergaban a unos cuantos ocupantes.

      Varios hombres lobo se movieron entre las sombras, preparaban más aparatos para un invitado especial que Anthony había tenido la suerte de atrapar hacía ya un par de semanas. Se detuvieron y observaron con curiosidad cuando su alfa entró en la sala con los guardias y un nuevo lobo al que disciplinar.

      Anthony se echó hacia atrás mientras los guardias encadenaban al lobo a la pared y les hizo señas para que se apartaran de su camino cuando terminaron. — Qué quiere que hagamos, Lord Anthony? —preguntó el mayor de los hombres lobo.

      —Boris, quiero que te asegures de darle una lección a este— contestó Anthony. —No ha logrado traer de vuelta a mi novia y debe aprender que el fracaso aquí no se tolera.

      Boris miró al joven y suspiró interiormente. —Es sólo un niño.

      —Entonces aprenderá pronto. La voz de Anthony carecía de emoción.

      Con una mano llena de cicatrices Boris hizo señas a dos hombres lobo para que se acercaran. Se aproximaron y le arrancaron la parte trasera de la camisa al joven lobo. Boris levantó uno de los látigos, que era de nueve colas, y lo blandió contra el aire. El lobo encadenado se estremeció mientras Anthony sonreía.

      Boris se colocó a unos dos metros detrás del joven y sacudió el látigo. El joven lobo gritó al recibir los golpes en la espalda. Los gritos continuaron mientras Boris seguía golpeando la piel antes intacta. Finalmente se detuvo, y otro hombre lobo se adelantó con un gran tazón de sal. Le siguieron gritos aún más agonizantes cuando la sal fue arrojada sobre las sangrantes heridas.

      El