Mariela Peña

No creas todo lo que ves


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que arruinan el amor desde siempre, y no solo en la literatura –la voz de Ámbar se escuchaba bajita y entrecortada.

      —Como sea, ella termina hundida en la tristeza –sentenció él.

      Ámbar no supo qué decir. Se quedaron inmóviles y en silencio mientras los ojos se les humedecían de llanto reprimido a los dos. Y se miraban, se miraban de ojos a boca, de ojos a pelo, de ojos a ojos. Cinco segundos de diálogo de miradas mudas fue suficiente. Luego, Thiago giró la cabeza bruscamente hacia el pizarrón y continuó intentando seguir el hilo de la clase.

      —Bueno, pero no nos vayamos por las ramas. Entonces, en Del amor y otros demonios, García Márquez nos sitúa en Cartagena, Colombia…

      La profesora continuó pero Ámbar y Thiago ya estaban perdidos, cada uno en sus pensamientos, mirando hacia el frente, simulando que prestaban atención. La única que se dio cuenta de todo fue Flopi.

      Capítulo 3

      Ámbar estaba en el sillón del living de su casa, tirada junto a Pablo que miraba la tele como un zombie cuando le llegó la primera captura de pantalla del Twitter de Julián y, por ende, se vio obligada a enterarse de lo que sucedía. Ella los tenía bloqueados, tanto a él como a Lola, para intentar hacer ojos ciegos frente al rebote que sabía que tendría todo el asunto en Twitter. Pero nada de lo que sucede en ese terreno indómito se puede prever ni evitar, las redes sociales son telarañas donde las personas quedan atrapadas y expuestas. Cada tuit de Julián o de Lola, directa o indirectamente dedicado a ella, tenía cientos de retuits e implicaba que sus amigos y seguidores le hicieran comentarios o le mandaran las capturas; todo el mundo sabía que eran para ella. Además, sus seguidores no paraban de aumentar y esto estaba directamente relacionado con que tanto Julián como Lola la hacían cada vez más ingratamente famosa con su hostigamiento.

      Ámbar tenía la esperanza de que toda esa agresión que estaba recibiendo desde que se había ido aquella tarde de la casa de Julián pegando un portazo, se detuviera de un momento a otro; por eso no respondía, no reaccionaba. Esperaba que la tormenta finalmente pasara, que se cansaran de no recibir respuesta porque hasta para pelear siempre hacen falta dos partes que se pongan de acuerdo. Pero, lo cierto es que parecía ser al revés, como si el paso del tiempo le jugara en contra. Cada vez recibía más notificaciones y menciones a pesar de que no tuiteaba desde la fatídica tarde. Aun así, ella seguía creyendo que la indiferencia era la mejor opción.

      Mientras veía la televisión sin mirar y Pablo se comía los últimos triangulitos de chocolate, hacía todo lo posible por ignorar los reclamos del celular que vibraba a su lado. Pensó en su cuenta de Wattpad, la cual también había abandonado desde aquel día, no solo porque estaba intentando mantenerse alejada de las redes, sino porque no escribía un solo verso desde hacía muchísimo, ni siquiera en una servilleta. Nunca había estado tanto tiempo alejada de su arte. Se sentía repleta, desbordada, incómoda, pero a la vez no le salía ni una palabra, estaba encarcelada por el famoso terror a la hoja en blanco, o la pantalla en blanco. Pero, la tarde estaba densa y aletargada y su mente no frenaba, por eso se permitió volver, al menos por un rato, al ritual de Wattpad y té con limón. Lo peleó un poco a Pablo por comerse todo el chocolate, luego subió a su cuarto, encendió su computadora y se logueó. Antes de volver a ejercitar su imaginación y soltar palabras, entró a leer la historia de Thiago como quien decide ir a dar una vuelta por un boulevard rodeado de verde, árboles y flores hermosas. Ahí estaba Thiago, ahí estaban sus palabras:

      Su príncipe azul

      le regala emojis de amor cada noche, la invita

      a lugares exclusivos, la invita a donde

      nunca antes había ido.

      Su príncipe azul

      la lleva a lugares apartados, la quiere suya,

      lejos de todos.

      La despierta todas las mañanas con un

      desayuno de caracteres y favs.

      Su príncipe azul

      no le habla ni la escucha, pero le

      escribe a toda hora.

      Su príncipe azul

      es genial, es popular,

      le baja la luna si ella se lo pide.

      Ella se lo agradece.

      El otro, en cambio,

      no tiene auto, pero siempre le recuerda

      lo mejor de sí.

      Le respeta los “sí”, los “no” y los “no sé”.

      No se peina, no es lindo, no está a la moda.

      La deja sola cuando quiere estar sola,

      la acompaña cuando le empieza a doler la soledad.

      No la lleva a ningún lado, no va adelante;

      van juntos, en el mismo plano, del mismo horizonte.

      Y no le baja la luna ni a palos,

      porque ella sabe que a él nunca le tiene que pedir

      que le dé lo que le pertenece.

      Había subido el poema una semana atrás. No pudo contener las lágrimas al recordar la situación en la que ella se encontraba en el momento preciso en que, según sus cálculos, Thiago estaba escribiendo ese hermoso poema para ella porque, lo sabía, lo sentía: era para ella. Tomó el celular que yacía sobre su cama y abrió el chat de Thiago. Estuvo un largo rato dudando si escribirle o no. Su última conexión había sido quince minutos atrás. Escribió, borró, volvió a escribir, volvió a borrar. Cerró los ojos, suspiró, se sintió una tonta. Volvió a abrirlos con fuerza, juntó coraje.

      Él estaba en línea y leyó el mensaje casi al instante. Las tildes se tiñeron de celeste ante sus ojos. Se desconectó. Mierda, me clavó visto. Se puso nerviosa, tuvo mucho miedo. A los pocos minutos, respondió.

      Te amo, boludo, por favor, dame una oportunidad, lo pensó, lo escribió, lo borró, tardó en volver a tipear.

      No se le ocurrió una excusa mejor, no se animó a decirle la verdad. Mientras Thiago chequeaba esa información que no le interesaba en lo absoluto, cerró los ojos y apoyó el celular en su pecho, como intentando acercarlo a su corazón, meterlo ahí para que no se fuera nunca.

      No se animó a decirle que su texto de Wattpad se le había hundido en el pecho. No se animó a decirle que lo quería con el alma. No se animó a nada y la charla únicamente le sirvió para confirmarle que con Thiago todo estaba roto.

      Capítulo 4