Además, dos brazos articulados sirven de sujeción a dos flashes electrónicos especiales, imprescindibles cuando se fotografía a profundidades superiores a los 5 o 10 metros. Todo ello, en su correspondiente maleta rígida, puede pesar casi 20 kilos.
Vivir en un medio rural me permite tomar el pulso natural de mi entorno día a día. Por eso también tengo incorporadas a mi equipo algunas cámaras de fototrampeo, que utilizo para detectar la presencia de animales en los alrededores de la aldea en la que vivo. Son cámaras que se disparan solas al detectar movimiento, que pueden estar varios días operativas y que funcionan tanto de día como de noche.
Material de viaje
Estar siempre viajando y explorando entornos naturales y a menudo hostiles, obliga a primar la seguridad y el confort por encima de los resultados fotográficos. Travesías en zonas de alta montaña, desiertos con temperaturas extremas o selvas con animales peligrosos hacen que, además de las técnicas fotográficas, sea del todo imprescindible un buen conocimiento del ámbito natural, de sus peligros y de como afrontarlos sin riesgos. Un buen equipo y unas técnicas adecuadas son las que nos permitirán disfrutar mucho más de la experiencia fotográfica en la naturaleza.
En mi equipo llevo siempre, además del equipo puramente fotográfico, el material técnico adecuado para mis días en el campo. Paraguas, frontal de iluminación, barritas energéticas, manta térmica para accidentes, calzado y vestimenta adecuada son solo algunos ejemplos de accesorios que pueden ayudarnos a evitar experiencias desagradables.
Aplicaciones como Photopills permiten planificar fotografías paisajísticas con posibilidades extraordinarias, aunque deben ser solo un complemento al trabajo de exploración sobre el terreno.
No podemos dar la espalda a los extraordinarios avances tecnológicos que se desarrollan en nuestros días. Los teléfonos móviles inteligentes permiten el desarrollo y uso de aplicaciones inverosímiles, con utilidades extraordinarias.
Planificar el comportamiento del sol en tiempo real o en una fecha futura y en una ubicación concreta de la Tierra, el movimiento de la Vía Láctea o la posición de la luna son sólo algunas de estas funciones. Mediante la realidad virtual es posible conocer en qué lugar de un paisaje concreto se situará, por dónde saldrá o se pondrá el sol y se puede medir la profundidad de campo o calcular largas exposiciones con variables que añadimos nosotros, como el diafragma, la distancia focal o la intensidad de nuestros filtros de densidad neutra. Las aplicaciones que más se han popularizado durante los últimos tiempos son TPE (The Photographer’s Ephemeris) y la extraordinaria Photopills, desarrollada por un equipo de jóvenes innovadores de las Islas Baleares.
Las posibilidades de estas aplicaciones son infinitas y las utilizo como ayuda para planificar algunas de mis fotografías. No deben considerarse como un sustitutivo de nuestro conocimiento de la técnica y de nuestro equipo. No sirve de nada instalarse la aplicación si no entendemos el concepto de profundidad de campo, los valores de exposición o los distintos parámetros que la forman, por ejemplo.
Recorrer y explorar un paisaje siempre es lo más gratificante para mí, y el descubrir nuevos rincones y plasmarlos en una fotografía con una visión personal es algo que estas aplicaciones no pueden hacer. La fotografía no es algo matemático ni analítico sino emocional. Así que estas APP deben considerarse como herramientas para conseguir mejorar la técnica, pero no para sustituir nuestra visión fotográfica.
Hay muchas maneras de acercarse a la fotografía, en este caso de naturaleza. Hay gente que la practica como una actividad lúdica, algo en lo que invertir tiempo aprendiendo y disfrutando de un proceso creativo en el que sentirse bien; a veces el resultado final es una recompensa y en otras ocasiones, lo que importa es el proceso de creación en sí mismo. A algunos fotógrafos aficionados no les importa excesivamente las fotografías conseguidas, sino la experiencia vivida y el proceso de creación durante la toma de la imagen.
Considero que la fotografía es un canal perfecto para contar historias y expresar ideas. Al inicio de mi carrera profesional priorizaba por completo los aspectos estéticos de la fotografía. Ahora, sin embargo, trato de dar importancia al mensaje, sin que eso signifique renunciar a la belleza visual. La técnica es solo un vehículo, una herramienta para construir un mensaje, pero no es el objetivo final. Desde mi punto de vista la fotografía no consiste en la realización de fotografías perfectas, sino en comunicar mensajes coherentes, influyentes y emotivos.
La paciencia y el conocimiento de lo que fotografiamos aumentan las probabilidades de conseguir buenas instantáneas.
Por ese motivo, mi lenguaje visual tiene que ser fiel con la realidad. Casi siempre renuncio a procesos creativos y artísticos que podrían generar fotografías impactantes pero desviadas de la realidad. Puedo decir que en mi trabajo es mucho más importante el qué que el cómo. Doy más importancia al significado del mensaje que a su envoltorio.
Estas premisas, muy ligadas a la corriente fotoperiodística, hacen que determinadas técnicas o prácticas no sean lícitas en el tipo de fotografía que hago. La manipulación o el retoque digital —sin que la palabra manipulación quiera tener connotaciones despectivas— o la fotografía de fauna en cautividad, desvirtúan por completo el mensaje y provocan una pérdida de credibilidad entre el público y hacia el fotógrafo, pero también hacia su mensaje. Estas discusiones no son nuevas y llevan varias décadas en tela de juicio por parte de los círculos implicados, desde los mismos fotógrafos hasta los espectadores, que en ocasiones se han sentido engañados.
La fotografía como método artístico de expresión no tiene esos límites, ya que su principal objetivo no es el de narrar una historia coherente o mostrar un sujeto. La fotografía más artística —que se contrapone a la periodística— admite cualquier técnica o recurso que permita enfatizar la expresividad del fotógrafo y de su obra sin necesidad de narrar ni describir algo real.
Al hilo de lo escrito hasta ahora, se hace necesario —aunque casi imposible— definir unas líneas rojas que no conviene cruzar si queremos que nuestro trabajo sea periodístico y que conserve intacta toda su credibilidad. Estos límites suelen ser difusos y dependen del criterio de cada fotógrafo y de cada espectador.
Cerezos en el Valle del Jerte.
La misma imagen en crudo y sin procesar (arriba), cambia por completo de aspecto cuando durante el revelado se ajustan parámetros como el contraste o la saturación (abajo).
Una vez revelada (derecha), esta fotografía muestra los espléndidos colores de esta pareja de abejarucos. La fotografía sin procesar (izquierda) es plana, sin contraste y sin sus colores reales.
Ya en el momento de fotografiar, durante el manejo de la cámara, tomamos decisiones que pueden comprometer nuestras imágenes por hacer que no sean del todo reales. En este momento de la reflexión se presenta una gran contradicción, ya que mientras parece que durante el procesado con el ordenador todo sea ilícito, en la cámara todo sea permisible. Bajo mi punto de vista, el criterio para diferenciar entre lo que es lícito y lo que no lo es, no debería ser si determinadas decisiones se toman durante la captura o en el procesado de la fotografía, porque al fin y al cabo, esa es la diferencia entre utilizar un filtro de cristal