documentos que utilizan este vocablo. Se trata de una voz común al castellano con el catalán (nin) y muchas hablas occitanas e italianas procedente de un tipo nînnus, de creación expresiva.
5 De este sustantivo se derivó “niñez” que aparece ya en la obra de Gonzalo de Berceo alrededor del año 1300.
6 El primer registro escrito de este vocablo en español lo tenemos en el poema del Mio Cid. La palabra “infancia” es un cultismo derivado de lo antes dicho, del latín infantia, “niñez”.
7 Evitamos aquí puntualizar la comunidad u organización de pertenencia de los adultos y niños mapuche, al igual que no indicaremos la comunidad en la que se desempeña cada docente, médico o agente sanitario, a fin de preservar su anonimato, porque de hacerlo devendrían fácilmente identificables para quienes integran su entorno. En ese mismo sentido, los nombres propios han sido modificados.
PRIMERA PARTE Coordenadas conceptuales e históricas
Capítulo 1
El abordaje antropológico de la niñez indígena
Comencé a interesarme por el tema de la niñez siendo estudiante de grado, en la década del 90, y me he dedicado desde entonces a indagar las tensiones que configuran el campo de la niñez en la Argentina, así como también las prácticas y las representaciones de los propios niños en tanto sujetos sociales (Szulc, 2001). Para ello fue preciso, por un lado, trabajar la conceptualización de la niñez como construcción sociohistórica y de los niños como sujetos. Por otro lado, fue de vital importancia revisar las estrategias metodológicas implementadas para el abordaje de la niñez en la producción antropológica de las últimas décadas, al igual que explorar, debatir y consolidar técnicas para el trabajo etnográfico sobre y con niños. Si bien aquí no se expondrá en extenso el resultado de esta labor, el presente capítulo ofrece una ajustada síntesis de ella que, a modo de mapa, permitirá a los lectores no sólo transitar con mayor profundidad a través del resto de la obra, sino también dimensionar las implicancias teórico-metodológicas que se desprenden del trabajo de investigación realizado, y que podrían resultar de interés para quien se proponga analizar problemáticas de la niñez.
1. Andamiaje conceptual
En la actualidad la niñez es una cuestión socialmente problematizada, en tanto ciertas clases, fracciones de clase, organizaciones, grupos o incluso individuos estratégicamente situados creen que puede o debe hacerse “algo” al respecto, promoviendo su incorporación en la agenda de problemas sociales vigentes (Oszlak, 1978), lo cual genera encendidos debates y disputas en la esfera pública. Sin embargo, la niñez –una de las construcciones sociales más naturalizadas por el sentido común– era hasta hace poco sólo un “rasgo del discurso paterno (o tal vez sólo materno), moneda corriente de los educadores y propiedad teórica exclusiva de la psicología evolutiva”, como bien señalan Allison James, Chris Jenks y Alan Prout (1998: 3).1
Es precisamente el carácter sacralizado de determinado modelo de niñez, sociohistóricamente específico, el que me ha impulsado a problematizar antropológicamente este tema ya en mi tesis de licenciatura (Szulc, 2001), entendiendo “problematizar” como la acción de reemplazar las imágenes simplistas y unilaterales –que lo presentan cotidianamente como dato inmediato de la realidad– por “una representación compleja y múltiple, fundada en la expresión de las mismas realidades en discursos diferentes, a veces inconciliables” (Bourdieu, 1999: 9), que posibilite una comprensión más profunda de la problemática en cuestión. Esto resulta más relevante aún en la actualidad, cuando los grandes relatos de la modernidad que constituyeron al niño como objeto/sujeto del dispositivo escolar y del dispositivo psicoanalítico han entrado en crisis (Carli, 1997).
La antropología, por su tradición problematizadora de aquello que el sentido común suele naturalizar, está en condiciones de contribuir conceptual y metodológicamente al análisis crítico de la niñez. El abordaje etnográfico, la perspectiva holística y el método comparativo le han dado a la disciplina una reconocible tradición desnaturalizadora y complejizadora que resulta crucial para problematizar la realidad sociocultural evitando caer en explicaciones prefabricadas y simplificadoras, ejerciendo –en palabras de Pierre Bourdieu (1995)– la duda radical y documentando –en términos de Elsie Rockwell (1987: 2)– “lo no documentado de la realidad social”.
Paradójicamente, la niñez ha sido hasta los 90 un tema marginal en los estudios antropológicos y en las ciencias sociales en general, del mismo modo en que por mucho tiempo se excluyó del análisis a las mujeres. Con anterioridad a tal década, generalmente las investigaciones sociales o bien excluían a los niños del análisis o bien los incorporaban como un agregado posterior y secundario. La niñez fue abordada colateralmente a través de investigaciones sobre socialización, vida familiar y doméstica; textos etnográficos en los cuales los niños aparecen del mismo modo en que hace su aparición el ganado en el clásico de Edward Evans-Pritchard, Los nuer: como condición esencial de la vida cotidiana “pero mudos e incapaces de enseñarnos algo significativo acerca de la sociedad y la cultura” (Scheperd-Hughes y Sargent, 1998: 14).
A partir de esa década, los niños reaparecen en el campo de la antropología, resurgimiento que coincide con lo que sucede en otras disciplinas y en la sociedad (Carli, 2002), y con su reconocimiento como sujetos de derecho,2 en lugar de como mero objeto de compasión-represión (Carli, 2006; Guemureman y Gugliotta, 1998; García Méndez, 1993). En el contexto de la producción científica latinoamericana progresivamente fueron difundiéndose interesantes trabajos antropológicos que abordan la infancia como categoría histórica y socioculturalmente construida (Colangelo, 2004) y que coinciden crecientemente en adoptar un enfoque etnográfico, en virtud de su capacidad de acceder a las perspectivas de los sujetos.3 Con notable impulso, han avanzado en revertir el carácter discontinuo, fragmentario y asistemático de la producción previa, y han ido construyendo –sin estridencias pero a paso firme– una línea de investigación fundada en una profunda reconceptualización de la niñez como construcción sociohistórica, heterogénea, cambiante, relacional y disputada.
A continuación presentaré brevemente el recorrido por el cual he ido trabajando en tal reconceptualización, en diálogo –acordando o disintiendo– con abordajes anteriores y con las nociones de sentido común.
El niño en nuestro sentido común
La niñez es, según el Diccionario de la Real Academia Española (1982: 925), el “período de la vida humana, que se extiende desde el nacimiento hasta la adolescencia”. Sin embargo, y más allá de que el umbral de la adolescencia sea tan problemático como el del fin de la niñez, en la vida cotidiana los sentidos ligados a la niñez no son meramente temporales, sino que se enmarcan en un sistema clasificatorio del ciclo vital que atribuye características particulares a cada etapa. En tanto las concepciones sobre la niñez están tan fuertemente naturalizadas en nuestro sentido común, resulta crucial analizarlas, más aún en la actualidad cuando, como hemos anticipado, el concepto de infancia, entendido como categoría ahistórica y homogénea, está claramente en crisis (Carli, 1991).
El sentido común acerca de la niñez se ha ido construyendo históricamente, como sugirió Philippe Ariès (1962). Hoy en día podemos afirmar que, a pesar de ciertas modificaciones, continúan teniendo carácter hegemónico representaciones de origen europeo occidental, según las cuales los niños constituyen un conjunto aún no integrado a la vida social, definidos generalmente por la negativa –desde el punto de vista de los adultos– como quienes carecen de determinados atributos como madurez sexual, autonomía, responsabilidad por sus actos, ciertas facultades cognitivas