Varias Autoras

E-Pack Bianca agosto 2020


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eran adultos y sabían lo que estaban haciendo, aunque tenía la impresión de que ella no era tan experta como él.

      Ya estaba a punto de dejarse llevar definitivamente cuando Violet cambió de actitud, le puso las manos en los hombros y lo empujó.

      –¿Ya tienes suficiente? ¿Ya te he convencido? –preguntó ella, con voz ronca.

      –No, en absoluto. No ha sido suficiente, bella mia –dijo Zak, recuperándose de su sorpresa inicial–. No lo ha sido en modo alguno.

      Zak la abrazó de nuevo y bajó la cabeza.

      Violet ardía en deseos de volver a sentir los labios y la lengua que saturaban sus sentidos y avivaban el hambre de su cuerpo, debilitándolo tanto al mismo tiempo que, si no hubiera estado aferrada a él, habría acabado en el fondo del lago.

      Pero, ¿qué estaba haciendo?

      Si pretendía demostrar algo, ya lo había demostrado. ¿O no?

      No, ni mucho menos, porque Zak tenía razón al afirmar que no había sido suficiente. Se había limitado a derribar los muros que protegían sus emociones y a despertarlas de modo tan brusco y abrumador que ardía por dentro.

      Ahora, la simple idea de alejarse de él le parecía insoportable.

      ¿Sería más fácil si se dejaba caer otra vez en la tentación?

      Violet ya había hecho oídos sordos a la voz de su razón, que intentó burlarse de su falta de lógica, cuando él la apretó un poco más; quizá, por seducirla de nuevo o quizá, porque estaba tan inseguro como ella.

      Decidida a descubrirlo, lo miró a los ojos. Y, al ver su destello de pasión, soltó un suspiro y lo volvió a besar.

      Solo quería un poco más. Solo un minuto más.

      Zak y Violet se fundieron en una batalla de besos y voluntades que exigía un vencedor. Y, al notar su dura erección contra el estómago, ella sintió la urgencia de tocarlo y llevó una mano a su entrepierna.

      Entonces, él la dejó de besar, la miró de forma extraña y la llevó nadando hacia la cascada, cuyo sonido era tan atronador que Violet tuvo miedo de quedarse sorda. Sin embargo, todos sus temores desaparecieron cuando Zak la agarró por la cintura al llegar a su objetivo, la sentó en una roca lisa y, a continuación, se puso entre sus muslos.

      Violet intentó comparar ese momento con el que había vivido seis años atrás, en el jardín de su madre. Y no pudo. Para empezar, porque no había distancia alguna en los ojos del príncipe, sino un destello de hambre sexual y, para continuar, porque sus caricias eran intensas, decididas, posesivas, como si intentara demostrarle que solo se detendría si ella se lo indicaba, que estaba dispuesto a aceptar lo que le diera.

      Al cabo de unos segundos, él apartó la vista de sus ojos para clavarlos en sus senos y, al verse liberada de su mirada, Violet echó un vistazo a su alrededor.

      La roca donde estaba era lo suficientemente grande como para echarse en ella y lo suficientemente sólida como para aguantar el peso de los dos. Y, al estar detrás de la cascada, que los protegía del mundo exterior, era un lugar perfecto para seducirla.

      ¿Lo habría planeado desde el principio? ¿Eso es lo que pretendía?

      Su corazón se aceleró al instante, pero las palabras que iba a pronunciar se apagaron en su garganta cuando él le acarició un pezón con el pulgar, arrancándole un gemido.

      –¿Te gusta? –preguntó, repitiendo la caricia.

      Violet volvió a gemir y se mordió el labio inferior, sin querer admitir un hecho tan obvio que Zak no podía tener ninguna duda. Y, tras un largo minuto de atenciones a sus senos, él le quitó el empapado sostén.

      –Tus guardaespaldas… –dijo ella, asustada de repente.

      –No nos molestarán. Su trabajo no consiste en vigilarme, sino en estar al tanto de posibles amenazas.

      –¿Significa eso que no me consideras un peligro? Sinceramente, no sé si sentirme halagada o insultada.

      Violet pensó que Zak le daría una réplica afilada; quizá, porque estaba deseando que dijera algo inadecuado, algo que rompiera su hechizo amoroso. Y se quedó sorprendida cuando él se limitó a decir, muy serio:

      –Si me equivoco contigo, será culpa mía, no de ellos.

      Ella tuvo la sensación de que sus palabras tenían un sentido oculto, uno que debía descubrir antes de que fuera tarde.

      –Zak…

      –Vaya, creo que es la primera vez que me llamas por mi nombre.

      –¿En serio?

      –Dilo otra vez, por favor.

      –¿Por qué?

      Él le puso una mano en la barbilla y la miró con pasión.

      –Porque me encanta que pronuncies mi nombre. Es de lo más placentero.

      –Zak –repitió ella.

      Sus ojos brillaron al instante.

      –Quiero probarte, Violet –declaró–. Si no quieres seguir, dímelo ahora.

      Ella abrió la boca con intención de decir exactamente eso o, por lo menos, de reducir la velocidad del implacable tren que los llevaba; pero, en el último segundo, la cerró.

      ¿Qué estaba pasando allí? ¿Iban a hacer lo que no habían hecho seis años antes? ¿O solo era el preludio de otro rechazo? Violet necesitaba saberlo, porque no quería verse en la misma situación. Había soñado mil veces con él, y había deseado otras tantas lo que ahora le ofrecía, aparentemente.

      Decidida a salir de dudas, lo miró a los ojos. Y no encontró nada que no fuera deseo. Pero tampoco lo había encontrado en el jardín de su madre.

      Al notar su reticencia, Zak la dejó de tocar y apoyó las manos en la roca.

      –No lo pienses tanto. Lo que hagamos aquí, se quedará aquí.

      –¿Quieres decir que mañana nos comportaremos como si no hubiera sucedido?

      –Si es lo que quieres, sí. Pero, en cualquier caso, tienes que saber que esto no llevará a nada más.

      Violet estuvo a punto de preguntar por qué, pero se abstuvo porque conocía la respuesta. Los Montegova no mantenían relaciones con personas como ella. Remi se había comprometido con una mujer de pasado impecable, aunque fuera de origen plebeyo y, en cuanto a la reina, procedía de una familia de lo más prestigiosa. De hecho, se rumoreaba que el príncipe heredero ya estaba buscando otra novia impecable para sustituir a su difunta prometida.

      No, Zakary no se complicaría la vida con una aristócrata de segunda categoría cuya familia había estado al borde de la bancarrota y cuya madre se dedicaba a vender primicias a la prensa del corazón.

      –¿Por qué le das tantas vueltas? –insistió él–. No es tan importante.

      Violet se volvió a morder el labio, presa de los nervios. Por mucho que quisiera entregarse a Zak, no podía hacerlo sin confesarle antes su secreto, que seguía siendo virgen. Y tenía miedo de que, al saberlo, la rechazara otra vez.

      –Sé que me deseas, Violet.

      –Yo no lo he negado.

      –Entonces, ¿qué te preocupa?

      Ella suspiró y guardó silencio.

      –¿Hay alguien más en tu vida? –preguntó él–. ¿Por eso dudas?

      –¿Crees que me habría puesto en esta situación si estuviera saliendo con alguien? –dijo, ofendida–. ¿Por quién me tomas?

      –No pretendía insultarte –replicó Zak–. Y, aunque quisiera dar por buena tu respuesta, sigues sin contestar a mi pregunta. ¿Hay alguien más?

      –No, claro que no.