Abuy Nfubea

Afrofeminismo


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hablaba de negros en primera persona, nunca en tercera persona. De hecho, cuando Marcelino Bondjale, en una heroica acción fue detenido por el asalto a la oficina de Turismo del Gobierno del apartheid en la Gran Vía de Madrid, mi tío Rufino Ndongo Asama conocía muy bien a la familia Bondjale Oko en sus tiempos de PANDECA, así que en casa se hablaba siempre de ese tema y mi familia aportó parte de los fondos al comité de solidaridad que encabezaba el abogado Djondjo Muadakuku. A mi madre le horrorizaba la idea hegemónica hoy de que los negros para ser aceptados deberían conformarse con la representación de payasos. Era algo que irritaba muchísimo a mi familia. Así que nos inculcó esa concepción de confrontación aberrante con el negro bufón del anuncio de Cola Cao.

      OBANGAM

      El termino en fang equivalente a «solidaridad» es obangam. Con los años transcurridos, recuerdo que de niño ese término nunca me fue ajeno. Tendría unos doce años: en el cine Jaito, de Móstoles, fuimos a ver una película de Tarzán con mis primos y hermanos; toda la tribu. En una de esas, Tarzán tumbó de un puñetazo a seis negros y todo el público del cine jaleo: «¡Mátalos!», entre ellos yo. El bofetón que me llevé fue grande. «¿Cómo puedes aplaudir que maten a los negros?» dijo mi madre. «Pero, mamá, es solo una película», intenté argumentar. «Ni en película ni en broma seas cómplice de esas cosas», repuso mi madre, concluyendo.

      Ni mi padre ni mi tío Rufo, anticomunistas confesos y lectores habituales de medios como ABC, ¡Arriba!, Ya, y en su día El Alcazar, hoy Intereconomía o Trece TV (no recuerdo haberles visto nunca el diario El País y mucho menos Egin), sin embargo, jamás jaleaban a John Wayne cuando mataba a los indios, y si lo hacían nunca delante de los niños, es decir, Black Lives Matter. Aunque no se perdían a Elena Francis, tenían conciencia identitaria o racial. La serie Raíces fue un ejemplo de ello: desde que se empezó a emitir siempre la veían, diría que estaban enganchados. Basilisa Mangue fue quien me dio la orientación necesaria para comprometerme de la forma en que lo hice con la causa negra. Sin ella no hubiera sido posible tener la fortaleza, sabiduría e integridad moral para vencer las vicisitudes que encontré en el camino. Erudita, maestra, empresaria, activista que, como compañera y mentora, me orientó extraordinariamente en la lucha contra el sistema fascista del apartheid, del folclore a un contexto revolucionario, cumpliendo clarísima y holgadamente con su deber. Parte de ese carácter se forjó en una familia de 11 hermanos y en ello los años de Macias y fueron decisivos durante el paso de la hegemonía de falange en las élites guineanas al espíritu de los valores patrióticos y revolucionarios de PUNT. He de decir que ir a un colegio donde tu madre es la directora es jodido, es mas no tuvo para mi ninguna ventaja, la disciplina y exigencia era férrea, y encima no podía participar de las peleas, aunque me las arregle para escapar a La Carbonera.

      La primera vez que escuché hablar de Malcolm X, Sankara o Marcus Garvey no fue en la universidad leyendo a Gramsci, ni Georg Lukács, ni en las clases de formación política de partido panteras negras ni en internet. Fue a mi familia concretamente el día de mi comunión, mi padre y mi tío Ambrosio hicieron un chiste por lo pomposo y ostento del traje. Como replica mi madre dijo un comentario advirtiendo que eran los mismos trajes de los oficiales del Black Start Line, la UNIA-ACL y que llevaba el mismísimo Marcus Garvey. Mi hermano Lumumba y yo no teníamos ni puta idea, pero nos pareció bien pues lo había dicho nuestra madre. Durante el día tuvimos que esconder los trajes caros y vestir el traje oficial de gala del colegio y no pudimos vestirlo hasta llegar al hotel en Valencia. Según mi madre para evitar que profundizar en las diferencias de clase, pues según ella todos éramos iguales. Ese día descubrí gracias a mi madre que había niños blancos cuyas familias no estaban y debían quedarse con los curas durante las vacaciones. Sin embargo, con nosotros había una tribu de más de 50 negros venidos de todos España y África. De repente —gracias a mi madre— descubrí que éramos unos consumistas y lo más importantes, unos privilegiados. La opción por los débiles significa una importante novedad en la determinación de la misión de la Iglesia; su novedad e importancia, sin embargo, van más allá. Este determinismo desencadenó en ella una lógica y un dinamismo que le acompañó y permeo, de modo que la opción por los pobres no se redujo a determinar el destinatario de fe, esperanza y caridad. Al fundamentar su opción en Cristo, mi madre se vio objetivamente forzada a repensar quién es ese Dios. Mi madre decía que la opción por los pobres es, pues, mucho más que la determinación del destinatario; tiene la virtualidad de hacer replantear la totalidad de lo eclesial, de la fe y de lo humano. La opción por los pobres es una opción por una vida en conciencia de igualdad desde la fe. Ese mismo día, gracias a la Dra. Basilisa, aprendí, aunque difusa sobre la importancia de compartir y puedo decir que, sobre la conciencia de clase, con énfasis en mí. No desde el punto de vista marxista sino desde la reificación, cristiana —opción preferencial por los pobres—, no como un principio central de la teología de la liberación, sino humanista. Este hecho descubrió una importante misión histórica en mí.

      Durante las vacaciones de 1987 me encontraba en Malabo. La televisión de Guinea Ecuatorial anunció que Thomas Sankara, presidente de Burkina Faso, había resultado muerto al ser derrocado en el golpe de estado que llevó a cabo en su contra su segundo en el poder, el capitán Blaise Compaore. Mi madre nos reunió ante el televisor, mis primas Mary Luz, Otra y Joya, mis hermanos y yo y mi padre. La vi muy seria y sentida, dijo: «Era un gran hombre». Mi padre mandó al servicio encender la parabólica y buscamos la noticia de Télévisión Cameroun, donde se hizo un amplio y profuso análisis de la noticia y un retrato político sobre la figura de Sankara.

      Esa noche yo tenía previsto un fiestón organizado con la pandilla «Interbravos», pero por si acaso y como «el horno no estaba para bollos», esa noche opté por no salir. Evité pagar yo los platos rotos por la muerte de Sankara. Tampoco pudimos ver el concurso de baile y cantantes musicales, número uno del momento, en la televisión camerunesa: Tam-Tam Weekend. Estábamos de luto; un gran hombre había muerto. Esos son los primeros recuerdos de Thomas Sankara. Otro aspecto que aprendí de mi madre y que quiero reseñar y que hoy está de moda como el pelo natural, es la moda y su valor político, ideológico y epistémico. En ese mismo contexto asistí en el cine Marfil al consejo de guerra por intento de golpe de estado que se realiza contra Eugenio Abeso Mondu, el principal acusado en un golpe de estado en Guinea. En su defensa el alférez pidió hablar en lengua vernácula con traductor al español. El fiscal se negó y le obligó a continuar en castellano. Mi madre puso cara de mala hostia Fue el único momento en todo el juicio que se inmutó y manifestó en fang: ¿cómo un africano puede denominar su propia cultura, idioma, vernáculo? En aquel entonces era tan estúpido que como muchos negros creía que era culto usando esos vocablos latinos sin saber que significan. Mis hermanos y yo descubrimos con sorpresa al mandarnos Dña. Basilisa abrir un diccionario de latín-español, el significado de cavernas, es decir lengua de las cavernas. Que los propios negros sigamos usando un lenguaje colonial y racista, con expresiones como dispensario frente a hospital, pueblo frente a poblado, nobles frente a notabales, jefes frente a reyes, etc…

      Yo aprendí de mi madre que la historia, la literatura, la publicidad, el cine o la televisión son un reflejo de la sociedad, pero no es neutro ni imparcial. De hecho, un de las tantas veces que fui expulsado de clase en tercero de BUP fue solo por decir que