que sí —contestó nervioso.
—¿Matarías a tu propio padre? —abrí mi boca horrorizada—. Dios, a veces me pareces muy malo —confesé. Lía me observó con diversión, pero Joe se vio en una encrucijada.
—No es eso, mi padre es…, diferente a mí —contestó confundido, hundido en sus pensamientos.
No sé si intentaba convencernos a nosotras o a sí mismo con lo que acababa de decir. Todo el tiempo que estuvo ahí intenté hacerlo sentir incómodo con preguntas extrañas, sabía que él quería quedar bien frente a nosotras, pero también frente a su padre. En cuanto Joe salió de la habitación, Lía me miró y se le dibujó una sonrisa.
Los días que estuve junto a mi amiga se limitaron a conversar un poco de todo, olvidarnos del lugar en el que estábamos y recordar momentos divertidos en la escuela. De todas formas, tener a Lía cerca me hacía sentir mejor, más reconfortada y con más energía para seguir viva. Joe no interrumpió demasiado, incluso notaba que a diario nos daba espacio para estar solas, lo que, de inmediato, me causó sospechas, pero quería creer que nada ocurría.
—Debemos volver a tu habitación, Alice —informó Joe.
Asentí mirándolo y luego me puse de pie. Miré a Lía un par de segundos y la abracé con fuerza.
—Por favor, cuídate —susurró para que solo yo la escuchara.
—Tú también —imité el tono de su voz.
—Te quiero, amiga.
—Y yo a ti. —Me separé de ella.
Se sentía como una despedida para siempre, como si nunca más fuese a volver a verla. Se me apretó la garganta, pero a toda cosa intenté no llorar. Me acerqué a Joe sin dirigirle la mirada, sentía unas profundas ganas de encararlo, pero ya no podía. Tenerlo a mi lado de manera solitaria me perturbaba y solo esperaba caminar por el pasillo lo más rápido posible para llegar a mi habitación junto a Ashton.
—¿Todo bien? —me preguntó él como si nada. Cerró la puerta de la habitación de Lía con seguridad excesiva.
—Todo bien —contesté.
—¿Te gustó volver a ver a Lía?
—Sí, te lo agradezco —sonreí con amargura. En parte me sentía agradecida por ese momento, pero no podía dejar de pensar en el estado que se encontraba mi amiga.
—Alice —se detuvo y yo lo imité. Sus ojos se quedaron en los míos y enseguida sentí la fragilidad en mis rodillas. Miles de situaciones se pasaron por mi cabeza, comenzando por Lía; podía oírla gritar mientras Joe hacía lo que quería con ella—. ¿Te encuentras bien? —me preguntó. Mi rostro me delataba, la forma en cómo estaba de pie frente a él me delataba.
—Sí, ¿por qué? —fingí.
—Estás pálida.
—No es nada —le resté importancia.
—¿Quieres agua, algo?
—No, solo vámonos —le pedí.
Él me observó a los ojos y yo le sostuve la mirada para no aflojar.
—Quiero que me acompañes a un lugar antes.
—Creo que no es buena idea, Joe —comenté ya sin poder ocultar el miedo en mis ojos.
—Vamos, Alice, no me tengas miedo, no pasa nada. —Puso su mano en mi espalda baja y comenzó a caminar impulsándome también a mí. Comencé a caminar con lentitud, tanta que pensaba que iba a caerme de cara al cemento.
Caminamos por un largo pasillo, pero no era el mismo que se dirigía a mi habitación. Era un pasillo parecido a un túnel, oscuro y frío. Llegamos al final y él se detuvo frente a una puerta negra, observé en silencio mientras Joe abría. Sentí un pinchazo en mis ojos. No llores, no llores.
Cuando finalmente puse un pie dentro de la oscura habitación, un aire gélido chocó con mi piel, me mantuve rígida. Y oí a Joe detrás de mí cerrando los pasadores de la puerta una por una. De inmediato, me volteé para mirarlo, pero apenas se distinguía.
—¿Qué ocurre, Joe? —Mi voz apenas de escuchó dentro de la silenciosa habitación.
—Quiero enseñarte algo. —Su voz había cambiado. Había sonado oscura, perversa y dura.
Entendí que todo estaba mal, que debía escapar, que debía correr por mi vida, pero me mantuve quieta como una estatua sin poder reaccionar a los movimientos de Joe Denovan. Lo vi poner una mano en la pared y presionar un interruptor que encendió la tenue luz de la pequeña habitación. En cuanto todo se aclaró frente a mis ojos, me percaté de que las paredes eran negras y un sinfín de fotografías y dibujos colgaban de ellas. Mapas, planos, cosas muy raras.
—¿Qué es esto? —me voz se quebró.
Joe se acercó a mí por la espalda; sentí su respiración en mi cuello y de inmediato me moví para alejarme de él. Sus pupilas estaban dilatadas y no demostraba nada más que locura en todas sus acciones.
—Creo que…, me he vuelto loco por ti —confesó.
Mis ojos regresaron a las paredes sin entender lo que había dicho. Lentamente me acerqué a una de ellas y casi me quedo sin respiración. Todas las imágenes ahí pegadas se trataban de mí. Había mapas de mi casa, planos de mi habitación, fotografías mías durmiendo en el colchón de la habitación que me encontraba junto a Ashton. Más fotografías de mi escuela, incluso fotografías mías con lo que hacía diariamente. De pronto, mi vista chocó con una imagen donde nos veíamos Liam, Giuliana y yo caminando, dándole la espalda a la cámara. Un miedo horrible se apoderó de mi cuerpo, tiré la foto con violencia y la arrugué con mi puño. Él me conocía. Él me conocía antes de que todo esto sucediera.
—¿Por qué tienes todo esto? —Mi voz se esfumó en el silencio.
—Solo quería conocerte, Alice —susurró.
Se acercó a mí con lentitud. Mis pies retrocedieron hasta que mi espalda chocó con la pared de atrás y todas sus imágenes.
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