la madre y no quería tener que explicar nada.
Metió la nota en la carpeta, cerró la mochila y se acostó. La luz del celular se prendió en la oscuridad. Mensaje de Connie.
Le contestó con pulgar para arriba y se acomodó en la cama.
Lo mejor iba a ser no llevar el celu mañana, para que no pudieran rastrearla. Si sabían dónde estaba, su papá era capaz de ir a buscarla al medio de la marcha, entre diez millones de personas.
Igual no le pensaba mentir. Iba a volver, iba a decir dónde había estado y le iba a demostrar que no le había pasado nada malo.
Para que aprendiera.
—No, Miriam, no. No pienso tratar de convencerlos –decía Paula al celular–. Si querés, llamalos vos.
—¿Yo?... Ni loca. Vos sabés bien que cualquier cosa que yo quiera hacer, Fede se va a oponer. Es un trauma que le queda de la infancia.
—El trauma es tuyo, Miriam. Igual, si querés mi consejo, no te metas. Me dijo Gra que se armó flor de podrida.
—¡Pobre Juli! No puedo creer que Fede sea tan cavernícola… En fin… No lo vamos a cambiar justo ahora.
—Ni ahora ni más adelante. Chau, Miriam. Mañana hablamos. Acaba de llegar Fabi.
—Por las dudas, no le digas nada. A ver si tampoco la deja ir a Agus.
Paula se rió.
—Ya lo sabe, Miriam. No hay problema. Chau.
Paula cortó y prendió el microondas. Eran las once de la noche y toda la familia ya había comido. Le había guardado a Fabián un par de milanesas.
—¿Qué es lo que ya sé? –preguntó Fabián pellizcando un pan.
—Lo de la marcha de mañana. Fede no deja que Julieta vaya.
—Bien por él.
—¡¿Bien por él?! ¿Qué decís?
—Digo que las chicas son chiquitas y que Miriam no es ninguna garantía.
—¡Suerte que no lo pensaste antes! –dijo Paula, poniendo las milanesas sobre la mesa.
—Lo pensé. Lo pensé, pero no quise armar quilombo.
—Bueno… recomprometido lo tuyo.
Fabián no le contestó y se concentró en la milanesa.
—Deberíamos ir todos –agregó Paula.
—Sí, claro. Y que alguien trabaje por nosotros. Buena idea.
Esta vez, la que no contestó fue Paula. Ojalá que mañana esté todo tranquilo, pensó mientras acercaba la frutera.
Sonó el celular. Su mamá, como todas las noches, para enterarse de las novedades del día. La atendió, segura de que si había algo que no le iba a decir era que, mañana, Agustina se iba a la marcha por la ley del aborto. O sí… se lo diría solo por verle la cara.
—Hola, ma…
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