que olvídate de los demás. Sólo se trata de ti. ¿Estás listo para dejar de engañarte, para olvidarte del juego a que te sometes? Ésa debe ser tu única preocupación. No te preocupes de lo que hacen los otros.
«Creo entender que ninguno de sus discípulos ha conseguido iluminarse.»
El que pregunta debe tener un arraigado deseo de iluminación, una mente muy orientada hacia los logros. Y por ello mira a su alrededor a través de esa mente conseguidora… Y, claro, una mente conseguidora no puede llegar a creer que alguien haya podido iluminarse. Le cuesta mucho aceptar que incluso yo lo haya conseguido. De hecho, tampoco puede creérselo. Pero se muestra cortés y se dice que me lo reconocerá a mí, pero a nadie más. Es algo natural cuando no te ha sucedido a ti. ¿Cómo puede sucederle a alguien antes que a ti? Eso sería injusto. Si tiene que suceder, te sucederá a ti primero. Así es como piensa el ego. El ego no hace más que negar.
Pero, por favor, pon algo más de atención, porque si no haces más que negar que puede haberle sucedido a otros, poco a poco te irás convenciendo de que no puede suceder, de que es imposible, y entonces estarás cerrándote las puertas a tu propia iluminación. Una vez que aceptas que le ha sucedido a alguien, la posibilidad también se abre para ti… La posibilidad de que también puede sucederte a ti.
Observa otra vez, una segunda vez. Observa a la gente. Sal de tu mente conseguidora y observa. ¿Escuchas el canto de los pájaros? Están iluminados… Son buddhas trinando. Así tiene que ser. La divinidad no está separada de la vida. La divinidad es sinónimo de vida. La divinidad no es algo separado de lo que sucede o deja de suceder. Está oculta en todo lo que es. En una piedra, un árbol, un pájaro…
Pero por primera vez has de verlo en tu interior, porque es la realidad más cercana que tienes. Una vez que lo ves ahí, lo ves en todas partes.
Y la segunda cuestión: «¿Cómo puedo considerar como algo mejor el idealismo de prepararme para perder el ego que el idealismo del que está hablando hoy?».
No te estoy diciendo que te prepares. No enseño ninguna preparación. Lo único que digo es: fíjate… Eso es el ego, y ése es el obstáculo que dificulta el camino. ¡Suéltalo ahora mismo! ¿Quién te dice que te prepares?
Si te preparas, no harás más que prepararte para siempre jamás. ¿Es que no has vivido ya lo suficiente? ¿Es que no has estado aquí ya muchos millones de veces? Has estado repitiéndote como un círculo, una rueda… una y otra vez, dando vueltas en la misma rueda. Nacimiento, juventud, vejez, muerte y otra vez nacimiento. No deja de girar.
Cuando hablo de soltar el ego, no estoy diciendo que haya que prepararse para ello. Si todavía no estás preparado, ¿entonces cuándo lo estarás? ¡Ya basta! ¡Suéltalo ahora mismo! O lo sueltas ahora mismo o no lo sueltas. No trates de engañar a nadie con eso de que te estás preparando. Los preparativos son un truco para engañar a los demás, y de manera más concreta, a ti mismo: «Me estoy preparando. Un día soltaré el ego». Pero ¿por qué “preparándome” y por qué “un día”? ¿Por qué no hoy? Si has percibido la cuestión, ¿entonces para qué necesitas prepararte?
¿Acaso te preparas para saltar cuando te encuentras una serpiente en un camino? No te dices: «¿Cómo puedo saltar ahora mismo? Veo la serpiente, comprendo el peligro, veo la muerte ahí delante de mí, pero ¿cómo puedo saltar de inmediato? Necesito prepararme. Necesito ensayar. Primero me prepararé y luego saltaré».
No, al ver la serpiente en el camino, tu mente simplemente se detiene. La mente carece de espacio para pensar, no hay tiempo que perder. Primero saltas y luego piensas. Luego puedes pensar todo lo que quieras… Pero primero saltas.
Lo que te estoy enseñando es que la serpiente no es tan peligrosa como tu ego. Tu ego es la verdadera serpiente.
En la parábola cristiana de Adán y Eva y la serpiente, la serpiente no es otra cosa que el ego. La serpiente es simbólica porque es muy artera… El ego también es muy astuto. Y una serpiente es muy resbaladiza… El ego también es resbaladizo. Y una serpiente se mueve sin patas… Y el ego también se mueve sin patas. Es un milagro. De hecho, la serpiente no debería moverse. Es un milagro: se mueve sin patas. El ego no está ahí y no deja de moverse.
En la parábola cristiana, la serpiente convenció a Eva de que valía la pena probar el árbol del conocimiento. «Dios lo ha prohibido porque no quiere que conozcáis; no quiere que seáis sabios, como él. Está celoso. Si sois tan sabios como él, ¿quién le venerará? Quiere que sigáis siendo ignorantes y que dependáis de él». Eso es lo que hace el ego. El ego convenció a Eva. Eva convenció a Adán. ¿Por qué lo hizo a través de Eva? Es necesario comprenderlo.
La mente femenina tiende más a ser egoísta. La razón es que la mente femenina carece de ego. La mente masculina ya es egoísta, pero la femenina carece de ego: es una mente pasiva, no activa ni agresiva. La mente masculina ya es agresiva; la mente masculina ya es egoísta. Ya es extrovertida. La mente masculina no carecía de ego.
Siempre que algo te atrae, sólo te atrae porque no lo tienes. Ves a alguien hermoso, y si eres feo, te atrae. Ves a alguien fuerte, y si eres débil, te atrae. La atracción siempre tiene por objeto lo opuesto, aquello que tú no eres. Un pobre se siente atraído por la riqueza. Los realmente ricos son quienes renuncian a la riqueza. Un pobre no puede renunciar a la riqueza.
La mente femenina no es egoísta. Es más entregada, más receptiva, de ahí la atracción. El truco funcionó con ella. Y una vez que se tiene convencida a la parte femenina, a la parte masculina le resulta muy difícil no seguirla. El hombre siempre ha sido un seguidor de la mujer. Sea cual sea su aspecto externo, intenta demostrar que es el jefe, el que manda… Pero eso también es precisamente porque eso es lo que le falta. Puede ser el amo del mundo, pero en el momento que llega a casa deja de serlo. En casa, la mujer es la que manda. Napoleón y Alejandro eran unos don nadie frente a sus mujeres. Un Napoleón se convierte en un cobarde.
La mente masculina sigue a la femenina. Una vez que el ego convence a la mente femenina, tarde o temprano Adán la seguirá. La serpiente es el viejo símbolo del ego. Te estoy mostrando la verdadera serpiente que aparece en tu camino.
Esta serpiente te ha convencido para que pruebes el fruto del conocimiento, y toda religión no es más que volver atrás, desaprender. La religión no es más que vomitar conocimiento. ¿Qué hizo Adán? Comió el fruto del conocimiento. Cristo vomitó ese mismo fruto. Adán se alejó de la fuente divina, del Jardín del Edén, del jardín de Dios. Jesús regresó a él.
Cuando digo que el ego es venenoso, no hay más que constatar un hecho. No estoy diciendo que haya que prepararse para soltarlo. Lo que digo, si me quieres entender, es que lo sueltes ahora mismo. No pierdas ni un momento más. Una vez que veas de qué se trata, en ese ver cae el ego. Si no cae al verlo, entonces es que no has acabado de ver la cuestión. Estás jugando. Y luego te crees que has entendido, pero no es así.
El chiste más gracioso que he oído en la radio consistía en nada más que silencio. En uno de sus programas de radio, a Jack Benny, famoso por ser el hombre más tacaño del mundo –al menos en la imagen que se creó–, le paró un ladrón, que le dijo:
–¡La bolsa o la vida!
A ello le siguió un prolongado silencio, y en su momento, la audiencia, entendiendo, empezó a reírse cada vez más y más. Finalmente, en caso de que hubiera alguien que no lo hubiera entendido, el ladrón dijo, una vez que se apagaron las risas:
–¡Venga! ¡La bolsa o la vida!
A lo cual, Benny contestó:
–Me lo estoy pensando, me lo estoy pensando.
¿Dinero o vida? Si la vida se va, ¿qué vas a hacer con el dinero?
Si me has entendido, en ese mismo entendimiento se suelta el ego. No es que tú lo sueltes. ¿Cómo ibas a soltarlo? Eres tú el que ha de caer. ¿Cómo puedes soltarlo? Se suelta, se cae. De repente no estás ahí. Surge en ti un tipo de energía totalmente distinta, una energía que estaba bloqueada por el ego.
Sí, tú estás