nada. Uno sigue sentado…, sentado…, sentado. Si sólo te sientas, sin hacer nada, poco a poco la mente se sosiega, porque no hay nada que hacer… La mente no es necesaria. Al principio se rebela, al principio piensa más: los pensamientos giran en un remolino interior enloquecido. Pero si sigues sentado y sentado, no tienen nada que hacer. Poco a poco se asienta el polvo: los pensamientos desaparecen, aparecen rendijas. En esas rendijas es posible comprender. Cuando no hay pensamientos, es posible pensar. Cuando no hay pensamiento en la mente, se libera toda la energía invertida en pensar, en pensamientos; se convierte en tu consciencia.
«Esfuérzate en zazen y verás por ti mismo lo que significa ese tratamiento.» Jitoku pasó tres días y tres noches abismado en una desesperada contemplación, y, de repente, experimentó un extático despertar. Ekkei aprobó este satori.
¿Qué sucede cuando permaneces simplemente sentado? Toda la energía que se ha estado moviendo en el cuerpo, fuera del cuerpo, en acciones, deja de moverse. Te conviertes en un estanque de energía. La energía se va juntando; te conviertes en un depósito. En zazen ni siquiera puedes oscilar ni mover el cuerpo, ni siquiera un movimiento de nada, de manera que no se invierta nada de energía en una acción. Toda la energía está disponible. Va cayendo dentro. Te llena, empieza a rebosar. Cuando llega el momento en que rebosa, entonces es satori. Satori es un momento de energía rebosante.
El pensamiento va deteniéndose… Requiere tiempo… Tres días podría decirse que es el tiempo necesario. Si te esfuerzas día y noche, continuamente, de alguna manera en tres días llega el momento en que hay tanta energía que explota. Todo se calma… Un súbito relámpago interior. Todo está claro… Se alcanza claridad perceptiva. Eso es lo que en Japón llaman satori.
Satori es un vislumbre de samadhi… El primer vislumbre. Claro está, en el primer vislumbre no puedes reconocer qué es. Es tan desconocido; nunca lo has conocido antes, nunca te lo has encontrado. Ha de ser aprobado por el maestro. La próxima vez que aparezca podrás reconocerlo, pero en la primera ocasión no sabes qué es, cómo comprenderlo, cómo interpretarlo.
Es tan vasto, que todas tus experiencias son irrelevantes. Todo tu pasado resulta irrelevante frente a ello. Todas tus esperanzas de futuro son irrelevantes frente a ello. Es algo que nunca esperaste. Es algo que ni siquiera pudiste imaginar. Es algo con lo que ni siquiera soñaste. ¿Cómo podrías reconocerlo? Por eso el primer satori debe ser aprobado por el maestro. Hasta el primer satori hay que permanecer con el maestro. Luego uno puede seguir por sí mismo, pero antes no.
Ekkei aprobó este satori.
Jitoku fue a ver a Dokuon y le agradeció el consejo, diciendo: «De no haber sido por vuestra sabiduría nunca hubiera tenido esa experiencia transformadora. Y en cuanto al maestro, su golpe no fue lo suficientemente fuerte».
Ahora comprende. Si el golpe hubiera sido un poco más fuerte… En ese momento se sintió ofendido. Ahora dice: «Su golpe no fue lo suficientemente fuerte». Ahora comprende la compasión.
Ahora tú estás en el mismo viaje. Estás aquí, conmigo, para saber qué es la vida; para aprender cómo conocer eso que siempre está disponible; para aprender a observar lo que está delante de ti, ahí mismo; para aprender a sentir lo que ya te rodea por todas partes. Te he zurrado muchas veces. Puede que no te haya dado un golpe físicamente en la cabeza, porque tolerar eso no es muy difícil…
La otra noche vino a verme un sannyasin y me dijo: «La última vez que vine, ¡usted me llamó cobarde!». Estaba muy ofendido. Como le había llamado cobarde, se ofendió mucho. Perdió una oportunidad. El ego empezó a pensar, el ego se interpuso. Fue un golpe a la cabeza. Pero lo pasó por alto. Ahora tendré que aprovechar otra oportunidad.
Y hay ciertos momentos… Sólo entonces puedo atizarte. Aunque ni siquiera entonces puedo estar seguro de que lo aproveches. Sólo se te puede atizar en unos pocos y raros momentos, y no obstante puedes desaprovecharlos. Estate atento. Y no filosofes, porque eso puede ser un truco. Cuando te atice, responde. Estate atento. No es para ofenderte; es para despertarte. Y sé que el día que lo entiendas también sentirás que «su golpe no fue lo suficientemente fuerte».
Buscar la vida, buscar la verdad, es estar dispuesto a morir, a morir a esa vida que has estado considerando como tal. Pero que no lo es.
Debo destruirte de muchas maneras; de hecho, he de desmantelarte. O bien podrías volver a aparecer. Lo que necesitas es una crucifixión, pues sólo entonces puede tener lugar la resurrección. Permíteme ser una cruz para ti. Sólo entonces, y sólo entonces, existe una posibilidad de que se te entronice.
El camino es duro, arduo, pero una vez que conozcas la verdad de tu ser, te darás cuenta de que nada fue duro, de que nada fue lo bastante duro. Entonces sabrás que todo lo que alcanzaste no se debió a tus esfuerzos. Tus esfuerzos fueron una nimiedad comparados con lo alcanzado. Eso que has alcanzado es un auténtico regalo. Y la paradoja es que ya está, ahora, en tus manos. Pero he de lograr que seas consciente de ello. Ya está en ti, sólo tengo que señalártelo.
Te ofenderás en muchas ocasiones y de muchas maneras. Hay mucha gente que viene a verme y que se va. Se sienten ofendidos. Si tuviera que pensar en ellos y no ofenderlos, entonces no valdría para nada, sería yo inútil, no podría ayudar. No tengo más remedio que ofender. Llegan cien personas; noventa están abocadas a marcharse poco a poco. De las diez que se quedarán conmigo, sólo una logrará hacerse consciente, pero es suficiente, y no porque hacerse consciente sea difícil. La dificultad no forma parte de la verdad. La dificultad forma parte de tu condicionamiento, del condicionamiento esquizofrénico.
Las religiones han envenenado totalmente tu ser, te han fragmentado. Pero reunir todos esos fragmentos –no sólo para juntarlos, sino para fundirlos para que así puedas ser un ser cristalizado– es difícil por ti, por tu causa.
Si tú estás listo, no es difícil; es muy sencillo. Es tan fácil que puede suceder en este mismo momento. Si tienes que esperar, es por tu causa… Recuérdalo siempre.
Se trata de una cuestión de entendimiento. No es cuestión de hacer algo. Ese poeta de waka, sentándose durante tres días, día y noche, sin hacer nada, llegó a experimentar un despertar repentino… Siempre es repentino.
Siempre que estás repleto de energía y que esa energía empieza a rebosar, tienes un orgasmo interior. Ese orgasmo es satori. Cuando ese orgasmo se convierte en tu estado de ser constante, entonces se llama orgasmo.
Basta por hoy.
2. LA PEOR DE LAS PESADILLAS
La primera pregunta:
Osho, usted nos dice que estemos aquí y ahora, sin metas ni propósito, pero también nos cautiva hablando de éxtasis, iluminación, libertad, y la posible culminación. Parece contradictorio. Explíquese, por favor.
No tiene nada de contradictorio; es un hecho puro y simple. Pero la mente tiende a crear problemas donde no los hay. La mente es un mecanismo causante de problemas.
Cuando digo que el éxtasis es hermoso, cuando digo que la iluminación es gozosa, no estoy hablando del futuro, y no os cautivo. Simplemente estoy describiendo un hecho.
Cuando digo que estéis aquí y ahora sin propósito ni metas, os muestro el camino, la manera en que la iluminación puede suceder ahora.
La iluminación no es una meta lejana; es una posibilidad presente. Puedes no darte cuenta de que está ahí. Pero eso no significa que esté lejos; sólo significa que estás dormido. Puedes no darte cuenta. Eso no quiere decir que tengas que esforzarte para alcanzarla; sólo quiere decir que no eres consciente de algo que ya te rodea ahora. Seguiré hablando de la iluminación, porque sin ella no estás vivo; sin ella sólo pareces existir, pero no existes; sin ella no te enteras de nada. Pero recuerda, no estoy creando una meta para tus deseos. La iluminación nunca puede ser una meta. Es necesario entenderlo bien. No puede desearse el nirvana.
Permíteme que lo explique. Siempre que deseas algo, te pones tenso. El deseo crea perturbación. Siempre que deseas algo, lo deseas, claro está,