tiempo; es parte de la mente. Y el futuro también forma parte de la mente…, del deseo. Pasado, la memoria; futuro, el deseo. Y entre ambos existe un momento muy pequeño, el momento atómico de tiempo que es presente, que siempre es presente.
El tiempo siempre llega como ahora. Si pasas por alto el ahora, estás suicidándote. Tal vez lo hagas lentamente, y por eso no acabas de darte cuenta. Pospones la vida en pos de algún ideal. Entonces tu vida se convierte en una rutina muerta y fútil. No haces más que malgastar una gran oportunidad, y la malgastas a cambio de bellas palabras. Alguien intenta perfeccionarse. Alguien intenta convertirse en sabio. Alguien intenta devenir un mahatma. Alguien intenta transformarse en otra cosa.
Sé… Y olvídate de devenir. Devenir es la pesadilla.
Relájate. Eres perfecto. La vida, tal cual es, es perfecta, en cada momento.
Es muy difícil aceptarlo, porque te han condicionado durante siglos. Te han proporcionado ideales y tú tiras adelante comparándote con ideales. Te preguntas: «¿Cómo puedo ser perfecto? Todavía queda cólera en mí. ¿Cómo puedo perfeccionarme? Todavía queda sexualidad en mí. ¿Cómo puedo ser perfecto? Todavía queda violencia en mí. ¿Cómo puedo ser perfecto?». Estás comparando. Y la comparación es la enfermedad, el verdadero mal. ¡Tú eres tú!
¿Qué puedes hacer si todavía hay cólera? Has de aceptarlo. Si intentas ir más allá de la cólera para vivir, entonces nunca acabarás viviendo. Escúchame. Acepta la cólera y vive.
Y te digo más: al vivir irá desapareciendo la cólera. La transformación tiene lugar al vivir, no al prepararse. Cuanto más te preparas, más colgado estás mentalmente. Relájate. Disfruta. Pero el ego continúa como un capataz sin piedad. Y dice sin parar: «Pero ¿cómo estás perdiendo el tiempo en tonterías, en trivialidades? ¡Conviértete en un gran hombre! ¡Conviértete en un Buddha, en un Mahavira, en un Cristo!».
Cristo nunca intentó convertirse en un Cristo, por eso fue Cristo. Simplemente se aceptó a sí mismo, y a través de esa aceptación floreció. Mahavira no intentó convertirse en nadie más. Carecía de ideales. Simplemente vivió su vida, eso es lo que hizo, simplemente, tal y como le venía la vida. Siempre sucede así. Siempre sucede de ese modo.
No es que la vida no suceda; lo que ocurre es que la estás perdiendo. Es bien sencillo. No estoy diciendo nada filosófico. Se trata de la simple constatación de un hecho. Ahora mismo, ¡fíjate! ¿Qué es lo que te estás perdiendo? Nadie se pierde nada.
Estaba leyendo uno de los ensayos de Emerson, y en él decía: «El ser humano es tímido y no hace más que disculparse. Ha dejado de estar erguido. No se atreve a decir: “Yo soy”. Se avergüenza ante una brizna de hierba o ante una rosa reventona. Esas rosas que hay bajo mi ventana no hacen ninguna referencia a anteriores rosas ni a otras mejores. Son lo que son. Existen con Dios hoy».
Permite que ése sea el fundamento de tu vida: «Existen con Dios hoy». No se refieren a rosas anteriores. No se comparan con rosas mejores. Simplemente son ellas mismas y «existen con Dios hoy». Para ellas no hay tiempo. Sólo está la rosa. Es perfecta en cada momento de su existencia.
La perfección no es una meta; ya está ahí. Has nacido perfecto; la perfección tiene lugar en esta existencia, nada más. ¿Cómo puede suceder la imperfección fuera de la divinidad? Sólo la perfección es posible.
La idea de que has de ser perfecto te hace imperfecto en el presente, porque surge la comparación. No haces más que compararte con los demás. Hay alguien más guapo, alguien más inteligente, alguien más moral, alguien más sincero, alguien más sano, alguien más fuerte… Y tú te incapacitas al compararte; sobre la cabeza te cae un peso muerto tal que no puedes moverte. Pero hay algo que has olvidado; tú eres tú, y no puedes ser nadie más.
Una vez que aceptas que tú eres tú y que, hagas lo que hagas, no podrás ser nadie más… Una vez que lo aceptas, tiene lugar una transfiguración. Empiezas a vivir. Dejas de preocuparte por el futuro. No sigues esforzándote locamente por ser otro. Entonces ya no eres comparativo, ni competitivo. Entonces también te conviertes en una rosa bajo la ventana, existes con divinidad hoy. Si no existes así hoy, te hallarás en una pesadilla.
Así lo entendió el Buddha. Fue el primer ser humano que lo comprendió de manera absoluta. Soltó todos los ideales. La gente se le acercaba y le preguntaba: «¿Existe Dios?», y él permanecía silente. No es que no haya Dios, pero una vez que dijese que lo hay, surgiría en vosotros el deseo de entender, de saber, de ser… Y volveríais a seguir una pista falsa. El Buddha permaneció silente. No dijo nada sobre Dios. La gente le preguntaba: «Vale, si Dios no está ahí, entonces no tenemos que preocuparnos de nada. Pero ¿hay un alma dentro?». El Buddha se mantuvo en silencio, porque una vez que dijese: «Sí, hay un alma», entonces echaríais a correr tras ella.
Os habéis hecho tan adictos a perseguir sombras que cualquier palabra, cualquier indicación bastaría para que salierais corriendo. Vuestra vida se ha convertido en una persecución. Perseguís lo que sea: dinero, moksha… No importa, pero perseguís… poder, prestigio, meditación; es igual, lo que importa es perseguir.
Me doy cuenta de lo difícil que fue para este hombre, para el Buddha, mantenerse en silencio cuando sabía muy bien que Dios es, cuando sabía que el alma es. Lo difícil que le resultó mantenerse quieto. Resistió la tentación porque os conocía. Nunca nadie ha calado tan profundamente a la humanidad… Ni la locura de la humanidad, la obsesión con los ideales.
La gente preguntaba: «Cuando nos hacemos conscientes, cuando llegamos y nos iluminamos, ¿qué pasa luego? ¿Llegamos a moksha, a un estado de libertad total?», y el Buddha permaneció en silencio. Abandonó el viejo término oriental de moksha, el estado de liberación total; e inventó un nuevo término: nirvana.
Es un hermoso término. La palabra es muy significativa. Nirvana significa simplemente “extinción”. No serás. Nada será. Utilizó un término negativo, para que así no lo convirtieras en un ideal. ¿Cómo podrías convertir en ideal un término negativo? Cualquier cosa positiva se convierte en un ideal y empiezas a perseguirlo. Utilizó el término más negativo posible, la negatividad absoluta: nirvana. Nada será. Sólo la inexistencia. Cesarás de ser.
Pero fíjate en la mente humana; la mente humana lo ha convertido en un ideal. El Buddha proporcionó un término negativo para que no lo convirtieses en un ideal, pero desde entonces millones de personas…, millones de personas persiguen el nirvana. Han olvidado por completo que nirvana sólo significa nada. Significa el vacío absoluto. Significa vaciedad.
¿Cómo puedes ir tras la vaciedad? El perseguidor ha de extinguirse, y entonces sólo queda vacío, vaciedad. ¿Cómo puedes ir tras eso si no eres? ¿Cómo puedes buscarlo? El buscador debe cesar. Has de desaparecer completa y totalmente.
La gente también ha convertido eso en un objetivo. La mente parece ser tan adicta que convierte en meta todo lo que se dice. Por ejemplo, yo no hago más que decir aquí y ahora, y sé muy bien que intentaréis estar aquí y ahora. Pero erráis el tiro, porque el hecho de intentarlo es fracasar. No puedes intentar estar aquí y ahora, porque para cuando lo intentes, el aquí y ahora estará pasando. Basta con que te relajes. Puedes ser, pero no intentarlo. Si me entiendes, ¡no necesitas más! Entonces ya no hay que hacer nada más.
Pero no hacéis más que llegar hasta mí: «¿Qué hay que hacer?». Y yo no dejo de deciros: «Haz esto, haz lo otro». Es una manera de cansaros, de agotaros. Para que un día, hartos y ahítos, digáis: «¡Basta!», y os relajéis. No hace falta nada. Cuando os veo, sois buddhas… persiguiendo sombras vacías. Entonces todo se convierte en una pesadilla.
Un anciano se hallaba sentado en un banco del parque, disfrutando del sol de finales de primavera, cuando otro anciano se sentó en el otro extremo del banco. Se observaron cautamente y al final uno de ellos exhaló un tremendo y sentido suspiro.
El otro se incorporó al instante y dijo: «Si va a hablarme de política, entonces me voy».
Si sientes que alguien te va a dar un ideal y una meta, abandónalo de inmediato, porque la enfermedad