Francisco Sierra Caballero

Ciudadanía digital y desarrollo local


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para organizar redes ciudadanas y articular mejor las relaciones entre Administración local y ciudadanos.

      En este sentido, cuando comparten con funcionarios y autoridades locales la necesidad de la modernización tecnológica de la Administración, lo plantean en términos de participación efectiva más que como un problema de transparencia de la gestión pública. Llama, en la misma línea, la atención que los ciudadanos de algunos talleres como Sevilla y Atenas (ASDA) pusieran mucho énfasis en priorizar el uso de las NTIC para la participación social de los sectores tradicionalmente excluidos de los servicios públicos como forma de empoderamiento de estos colectivos. Los ciudadanos de la mayoría de municipios de la red coinciden en destacar la necesidad de planes igualitarios y formación específica para estos sectores. Proponen además, por ejemplo en Siracusa, computerizar los medios convencionales combinando nuevas técnicas como el SMS para mejorar la interactividad de la comunicación entre Ayuntamiento y ciudadanos, y demandan más laboratorios locales o telecentros de acceso público.

      Al respecto se muestran muy críticos y comparten una visión de futuro poco halagüeña por la falta de cultura participativa, la escasez de confianza en la Administración y el pobre desarrollo tecnológico de las ciudades, además, por supuesto, de la difícil sostenibilidad de programas innovadores de participación en el desarrollo local. El escenario por tanto, positivo o negativo, que se dibuje a largo plazo en los municipios dependerá, en opinión de este grupo, de la capacidad de autoformación y generación de iniciativas por parte de la propia ciudadanía ya que, de persistir la actual situación, la implantación de las nuevas tecnologías no favorecerá el desarrollo de la democracia participativa sino, antes bien, la instauración de formas asimétricas y verticales de información administrativa. Por ello, cuando plantean el tema de las NTIC, más que en términos de gestión de recursos humanos y de eficiencia, apuntan el reto de la igualdad y la modernización tecnológica como un problema de política social y de integración frente a la división entre inforricos e infopobres.

      Por último, los representantes de las organizaciones sociales manifestaron una visión muy crítica sobre la pertinencia o no de priorizar estas herramientas en la participación ciudadana. Tanto en Sevilla como en Siracusa, o indirectamente en Atenas, el voluntariado tendió a relativizar la importancia de las nuevas tecnologías como canales de participación. En talleres como el de Sevilla, llegaron a cuestionar la necesidad de telecentros y los modelos de implantación, variando las posiciones entre la autogestión (visión mayoritaria) y la cogestión. Sí hubo consenso, en cambio, en utilizar las NTIC en el desarrollo urbano con participación ciudadana, y en que las asociaciones cívicas tengan espacios autónomos para expresar sus iniciativas y proyectos de desarrollo, pero a partir de las redes sociales y no al revés. Por ello, consideran la formación como eje de trabajo para socializar las competencias tecnológicas y, sobre todo, promover una cultura participativa que haga productivo el uso de estas herramientas. En este punto, los representantes de organizaciones cívicas expresaron cierta ambivalencia entre una visión instrumental de las NTIC, valorando el uso de los nuevos medios en virtud de la mayor o menor utilidad de la información que permitirían para el buen gobierno, y un discurso más crítico y políticamente orientado sobre el papel de la Administración y las necesidades de desarrollo local con las nuevas tecnologías informativas.

      En uno u otro caso, no obstante, las asociaciones perciben el futuro de las nuevas tecnologías y la democracia participativa en la encrucijada de la capacidad del tejido social de articular redes sociales y el capital cognitivo necesarios para modernizar la administración y gestión pública, ante el empuje y proceso de transformación acelerada que imprime la revolución digital.

      De los datos compilados en trabajo de campo, cabe observar que todos los actores constatan y son conscientes de que la era de la cultura global es, en definición de Manuel Castells, la era de la sociedad-red y el gobierno de las máquinas inteligentes. Tan determinante es el papel de las nuevas tecnologías de la información que, hoy por hoy, puede decirse que constituye el objeto y marco estratégico del que preferentemente tienden a ocuparse las instituciones y políticas públicas, tanto a nivel internacional como a nivel nacional y regional, y así lo indican en sus observaciones. Ahora bien, las Nuevas Tecnologías de la Información (NTIC) que han marcado, en buena medida, los principales debates en los organismos internacionales de regulación (Unesco, OMC, UIT, etc.), a partir del desacuerdo acerca del estatus de la cultura, como bien público o como servicio sujeto a los principios mercantiles y el papel mediador en el marco de desarrollo de la nueva gobernanza global, puede ser considerada, como hemos visto en los discursos de los actores locales, desde distintas matrices de comprensión. Es en este contexto donde cobra carta de naturaleza la centralidad de los estudios sociales, políticos y culturales sobre la cultura digital y, de nuevo, la investigación sobre el papel de la comunicación en la construcción del espacio público y la cultura urbana que hacen posible y necesario los procesos de innovación, creatividad y transformación productiva del trabajo inmaterial asociados a la modernidad de las nuevas ciudades en la era Big Data.

      Las complejas mediaciones socioculturales de la actual dinámica del mercado y de las economías de escala, impulsados al calor del proceso de modernización tecnológica, alteran los espacios urbanos, capitalizando y desterritorializando las señas de identidad y el diseño del hábitat, al punto de agudizar las contradicciones entre innovación científico-técnica y cultura pública, especialmente en regiones vulnerables y periféricas del Sur de Europa como España, Grecia o Italia, donde se aplicó el estudio objeto del presente volumen. Analizar y debatir los usos y proyección social de las NTIC, y de la Comunicación en general, desde el punto de vista del desarrollo del territorio, constituye, en este sentido, una tarea prioritaria a la hora de repensar qué significa hoy ser ciudadano, en qué consiste hoy ser sujeto de derechos o, de otra forma, en qué ha de consistir y diferenciarse la denominada ciudadanía digital a la hora de ejercer el derecho a la ciudad de las nuevas polis del siglo XXI, paulatinamente inmersas en nuevas dinámicas propias de la era de la tecnopolítica y la hipermediación.

      Hoy por hoy, en fin, la Agenda 21, y el horizonte cognitivo de pensamiento y reflexión en Ciencias Sociales y Humanas viene determinado por la necesidad de repensar la cultura y lo social con relación a la tecnología, perfilando una nueva mirada necesaria en el actual horizonte histórico de progreso, identificando la multitud de problemas prácticos y científicos que las NTIC introducen en la nueva modernidad líquida para, de este modo, contribuir en lo posible a perfilar, desde un renovado compromiso epistemológico y una nueva agenda de investigación, la nueva sociedad emergente que se vislumbra en la cibercultura de los nativos digitales. Las visiones y escenarios de futuro que visualizan los actores locales aportan, en este primer abordaje, elementos e ideas para la reflexión de gran valor y actualidad, considerando que son más bien escasos y dispersos los estudios producidos en nuestro entorno, especialmente desde un enfoque crítico que aborde el uso y apropiación de las redes digitales, su impacto en procesos de empoderamiento y política pública.

      Las herramientas y posibilidades insuficientemente exploradas de gobernabilidad, potenciación y desarrollo cultural y socioeconómico descentralizado, así como las estrategias alternativas de construcción solidaria de una nueva producción de espacio público local proyectan, en los laboratorios locales analizados, nuevos modelos de urbanidad que han de ser definidos conceptualmente desde la religancia de los lugares y los contextos de pertenencia, problematizando, desde la lógica de la mediación, los estudios urbanos, pues las nuevas tecnologías definen en nuestro tiempo nuevas condiciones de sociabilidad de la ciudadanía. La constatación de esta idea apunta la pertinencia y necesidad de repensar lo urbano como un problema fundamentalmente de comunicación y cultura. Algunos actores, en especial ciudadanos y entidades de la sociedad civil, abundan en esta idea. Pensar hoy el desarrollo y gobernanza local, considerando la función mediadora de las nuevas tecnologías en la planeación de ciudades creativas, significa, en coherencia, pasar del plano físico al universo simbólico como eje de referencia en las políticas públicas de modernización del territorio,