Mi experiencia como docente me ha permitido conocer de primera mano las verdaderas necesidades de los fotógrafos a la hora de procesar sus archivos digitales. Cada fotógrafo precisa adaptar las técnicas a su propia identidad, a su estética personal y al mensaje que desea comunicar. Por desgracia, en la mayoría de los manuales encontramos solo las soluciones que ha elegido el autor, sin tener en cuenta que cada lector busca la suya.
La etapa actual que atraviesa la fotografía requiere adquirir conocimientos muy específicos y practicar mucho para alcanzar resultados que nos hagan sentir satisfechos de nuestro trabajo. En las redes y en los libros encontramos grandes imágenes que son el resultado de años de dedicación y que son difíciles de igualar en los primeros meses con nuestra cámara.
Este libro desarrolla el método que he perfeccionado a lo largo de muchos años para ayudar a mis alumnos a resolver las dificultades de edición de cada una de sus imágenes. Se fundamenta en el entendimiento profundo del proceso de revelado digital, utilizando los programas de Adobe. Es imprescindible conocer muy bien las herramientas para obtener la máxima calidad posible sin perder un precioso tiempo. A partir de ahí, podemos realizar ajustes precisos con la ayuda de Photoshop, buscando una estética que determine el resultado final.
El camino del revelado y de la edición fotográfica es realmente apasionante. Espero poder guiarte con claridad en cada ajuste, proporcionándote un mapa fiable e indicaciones precisas para que puedas llegar, sin rodeos, a donde te conduzca tu creatividad. Para ello he elegido, entre miles de imágenes, las que reúnen los problemas más habituales que tenemos que superar, intentando que aporten además una estética atractiva. ¡Buen viaje!
Oruga de la mariposa macaón.
CAPÍTULO 1
Conceptos generales
AL FINALIZAR ESTE CAPÍTULO, HABRÁS APRENDIDO:
•El tamaño de captura que necesitas en función de las copias que realices
•Cómo maneja el ordenador el concepto de color
•Los principales formatos de imagen disponibles, sus ventajas e inconvenientes
•Que disparar en formato Raw conserva la máxima información del sensor
•A diferenciar entre los modos de color
•Cuál es el origen del ruido de una imagen
•A interpretar la información del histograma
•Cómo exponer en Raw y JPEG
Conceptos generales
El sensor de la cámara transforma la luz, que recibe a través de sus fotocaptores, en unos pequeños cuadrados que se llaman píxeles (del inglés picture element). Técnicamente, un píxel es el elemento de color uniforme más pequeño que conforma una imagen digital. Cada píxel ocupa una posición concreta sobre la matriz de filas y columnas que constituyen realmente la imagen digital.
Cuantos más píxeles grabemos en nuestra tarjeta de memoria, más detalle lograremos mantener del mundo real. Al mismo tiempo los archivos que generamos en nuestro ordenador ocuparán más espacio en nuestros discos duros, en la memoria RAM y obligarán al procesador a trabajar más, lo que enlentecerá nuestro trabajo.
¿Más píxeles es mejor?
Al tamaño de captura también se le llama resolución y es uno de los principales argumentos de venta en muchos establecimientos y anuncios. Sin embargo, conceptos también muy importantes como el del rango dinámico del sensor, es decir la gama de tonos que es capaz de representar, rara vez se indican.
Un archivo muy grande permitirá obtener copias de gran tamaño con buena calidad o recortar parte de la escena manteniendo un buen nivel de detalle. Pero si nuestras fotografías las vamos a ver fundamentalmente en pantalla y solo de vez en cuando imprimimos alguna en tamaños comedidos no obtendremos ninguna ventaja gastando nuestro dinero en cámaras con muchos megas de captura, a cambio tendremos que asumir sus inconvenientes.
Para poder ver nuestras fotografías en una pantalla 4K será suficiente un archivo de 3840x2160 píxeles, es decir 8 megas. Tamaño adecuado para obtener una copia de 30x45 cm. Si pensamos en el futuro próximo el formato 8K parece que será el predominante; para verlo en todo su esplendor necesitaremos 7680×4320 píxeles, lo que equivale a 28 megas de captura. Con ellos podremos imprimir nuestra imagen a un tamaño de 100 cm en su lado mayor sin problemas. En las publicaciones para Internet se suele recurrir a formatos de unos 1500x1000 píxeles o, como mucho, 1920x1080 píxeles (Full HD); entonces bastará con una captura de 2 megas que podría imprimirse en 13x18 cm sin dificultades.
Parece evidente que, salvo necesidades muy específicas, una cámara cuyo sensor capture entre 16 y 24 megas, con un rango dinámico adecuado, será suficiente y nos evitará realizar una inversión adicional en un ordenador que sea capaz de mover archivos demasiado grandes para nuestras necesidades reales.
Los ordenadores funcionan en sistema binario, es decir con ceros y unos, a los que llamamos bits. La profundidad de color, también llamada bit por píxel, nos indica la cantidad de bits que empleamos para representar el color que contiene cada píxel de nuestra imagen digital.
Con 1 bit por píxel podemos representar 2 tonos, con 4 llegamos a los 16. 8 bits por píxel permiten diferenciar entre 256 colores, llegando a los 4096 si subimos a 12 bits por píxel y a 65536 si optamos por 16 bits por píxel.
Es evidente que cuanta más profundidad de color tenga nuestra imagen más matices de tonos podremos representar. Los degradados de amarillos y naranjas de una puesta de sol pueden verse recortados si nuestra imagen no dispone de suficiente profundidad de color para asignar un valor numérico distinto a cada tono real.
La profundidad de 8 bits es suficiente para archivos finales destinados a su visualización o impresión. Con esta profundidad de color en una imagen en modo RGB podemos definir 16,7 millones de colores (224), muchos más de los que podemos visualizar en un monitor o en una copia. Nuestros ojos contienen tres tipos de conos (células fotosensibles al color), capaces de registrar unas 100 tonalidades. La mayoría de las investigaciones sostienen que distinguimos alrededor de un millón de colores.
Profundidades de color de 1, 2, 3 y 8 bits. Con 8 bits ya no diferenciamos ningún tipo de transición entre un tono y el siguiente.
Al editar una imagen es mejor contar con suficiente margen para diferenciar tonos muy similares entre sí. Si editamos en 8 bits o menos pueden aparecer colores empastados o posterizados, lo que dará un aspecto sucio al resultado final. Por eso recomiendo mantener una profundidad de color superior, de 16 bits si es posible, durante todo el proceso de revelado y edición. Esta profundidad de color en modo RGB nos permite diferenciar numéricamente entre 248 colores, ¡más de 281 billones de tonos! Una vez finalizada la edición podemos convertirla a 8 bits para reducir su tamaño en nuestro disco duro, siempre que tengamos claro que no necesitaremos editarla más adelante.
En algunos casos concretos, en los que nuestro sensor no puede captar todas las tonalidades de la escena, contamos con el recurso de fusionar varias imágenes captadas con exposiciones diferentes, lo que se denomina HDR. Para ello todavía necesitamos una profundidad de color todavía mayor, de 32 bits por canal. Esto significa diferenciar 296 tonos distintos. Puede parecer poco, pero es una cifra de 29 dígitos… ¡más que suficiente para identificar individualmente todos los granos de arena de nuestro planeta!