Luis de Lezama

Cuaderno de Emaús


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EN COMUNIDAD

      Cada uno tiene una forma distinta de estar en comunidad.

      Si estás desasosegado, violento, estresado en la comunidad, es que no has encontrado tu sitio.

      Estar en la comunidad, encontrar tu sitio, es clave para poder dar y recibir, ser eficaz a los otros y disfrutar de tu vida.

      Hay que discernir: tener sentido de tu misión y tu presencia dentro de la comunidad.

      A partir de ahí sabrás qué decir y qué callar, qué elegir, qué hacer y qué no hacer.

      Cuando te sientas abrumado, tu cuerpo está diciendo que estás haciendo cosas que no son asunto tuyo.

      Seguro que Dios te pide más que el esfuerzo, pero no te pide lo que está más allá de tu capacidad.

      Lo que pasa es que nunca sabemos de lo que somos capaces hasta que lo hacemos.

      Es necesario vivir para los demás, pero vivificando a los que te rodean, no mortificándolos. Muchos pastores exigentes deberán concienciarse de esto no exigiendo a los demás más de lo que ellos mismos dan.

      Quien no se desarrolla en comunidad no se desarrolla en sí mismo.

      De vez en cuando uno tiene que expresarse en poesía, porque el pensamiento va más allá de las palabras. Es como si a las palabras les pusieras música, aunque solo sea de rima libre, sin reglas ni métrica de rima fácil. Así me pasó en el siguiente poema.

      28

      SI LOS MÍOS SON LOS TUYOS

      Si los míos son los tuyos,

      Señor, ¡qué mal apaño hemos hecho!

      No me encuentro con los tuyos,

      no me entiendo.

      Son duros,

      inflexibles.

      Saben demasiado.

      No se puede dialogar.

      Los encuentro como dioses

      cuando tú

      te has querido hacer como hombre.

      No me entiendo.

      Saben de leyes mucho

      y yo sé poco,

      poco derecho canónico.

      Saben de historia

      y yo no acierto a comprender

      ni siquiera este tiempo nuestro

      que me ha tocado vivir.

      Si los míos son los tuyos,

      ¡qué lejos de ti me encuentro!

      ¿Será posible que estemos

      tan distantes tú y yo?

      ¿Será posible que no nos comprendamos?

      ¿Será posible que quieras condenarme?

      ¿Por qué no junto lo humano y lo divino?

      29

      LA MIRADA

      El puente de tu mirada

      quedó clavado en la mía.

      Y se cruzaron,

      se cruzaron amores

      que no sabían dónde llegar.

      El puente de tu mirada

      se cruzó con la mía,

      ¿adónde nos lleva ese puente?,

      ¿busca un entendimiento?,

      ¿compra los afectos o los cambia?,

      ¿haremos de este modo chantaje al corazón?,

      ¿y a qué precio?

      El puente de tu mirada

      llegó desde tu orilla a la mía

      y se cruzaron.

      Sin fijarse en el cauce del río

      que separa nuestras vidas.

      El puente de tu mirada,

      que cruza el río,

      ¿se quedará simplemente

      en un encuentro fortuito?

      30

      DE MI SOLEDAD

      De mi soledad ando celoso

      cuando te miro

      y no encuentro las lágrimas en tus ojos.

      Pienso si no me merezco ser recordado

      por lo mucho que te quise

      y aún te quiero.

      Me fui al retiro

      voluntario

      buscando ser coherente conmigo mismo.

      Me separé de ti por no romper

      ese cristal inmaculado de mi signo:

      mi voto voluntario;

      quise ser obediente,

      aunque cabizbajo

      obedecí a mis deseos

      de ser casto,

      a mi promesa de ser fiel,

      honesto,

      consecuente con mi mundo de renuncias,

      que no es el tuyo.

      Añorando te busqué

      en la intimidad de mi silencio.

      Tú ni siquiera lo supiste.

      No te enteraste

      que aún estaba enamorado.

      Lo que para ti era un honor era para mí un desespero.

      Hoy he superado el tiempo y la distancia.

      Guardo el secreto retrato de tu cuerpo.

      Sé dónde está el lunar

      con el último recorrido que hice de tu espíritu.

      Guardo el pañuelo que encierra tu suspiro.

      Guardo el recuerdo de lo que quise y nunca llegué a tener.

      Es lo que queda de ti misma.

      Guardo un rosario de porqués inexplicables.

      Sin respuesta.

      Guardo todos los billetes de los viajes de ida y vuelta

      que hice hacia dentro de ti desde mí mismo,

      en el carruaje de mi fantasía.

      Viajes sin retorno,

      perdido en el epitalamio

      de un tránsfuga de mi mundo

      a ninguno otro posible.

      Guardo el olor,

      mejor aún,

      la fragancia fresca de tu cuerpo a manzana

      que nunca llegué a arrancar de tu árbol.

      Te guardo toda entera para ser consumida en otra vida.

      De