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E-Pack Se anuncia un romance abril 2021


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su pecho.

      –Entonces tendrás que esmerarte a fondo para hacerte digno de mí –bromeó ella–. ¿Qué te parece si empleamos el dinero que invertiste en mi empresa para abrir una sucursal aquí?

      –Me parece una idea magnífica –corroboró él–. Así podríamos trabajar juntos como hacíamos en Nueva York.

      –Formábamos un gran equipo.

      –Aún lo formamos. Siempre me has parecido una mujer increíble, pero esta semana he descubierto hasta qué punto te amo y lo mucho que te necesito en mi vida. Me alegra que decidieras quedarte, pero estaba dispuesto a seguirte a cualquier parte. No podía dejar que salieras de mi vida por segunda vez.

      Una lágrima resbaló por la mejilla de Lauren y llegó hasta sus labios.

      –Yo también te amo. Más que a nada. Tenía miedo de lo que sentía por ti, porque no quería volverme como mi madre y que acabáramos como mis padres. Pero ahora sé que no es así. Tú y yo estamos hechos para estar juntos, porque sacamos lo mejor el uno del otro.

      Tenía razón. Con ella podía tener la vida y la familia con la que jamás se había atrevido a soñar.

      –Parece que has pensado mucho en las últimas horas.

      –Y eso que aún no te he contado los planes que tengo para el jardín –le dijo ella, subiendo los dedos por la solapa de la chaqueta–. Bueno, y ahora que hemos acabado con los negocios…

      Él la levantó y la sentó en el borde de la mesa, acoplando sus cuerpos a la perfección, como siempre.

      –Es la hora del placer.

       Epílogo

       San Francisco, dos semanas después

      Lauren Presley no entendía cómo un hombre podía estar tan dentro de su cuerpo y de su cabeza al mismo tiempo. Pero así era. Su marido, medio desnudo y abrazado a ella en el sofá, estaba presente en cuerpo y alma.

      Y ella se aprovecharía de ambas cosas en el salón recientemente amueblado en cuanto recuperase el aliento.

      El cuero del sofá burdeos se pegaba a sus pantorrillas a través de las medias, empapadas de sudor por el frenético arrebato pasional.

      Jason le apartó el pelo de la oreja.

      –Tengo una idea… Vamos a probar cada pieza del mobiliario de esta manera.

      Ella arqueó el cuello para ofrecérselo.

      –¿No será un poco difícil con ese piano antiguo que has comprado?

      –Podemos ensayar algunas posturas nuevas… –le acarició el vientre con una flor del jardín–. Las flores son preciosas. Aún me cuesta creer lo rápido que la casa se está transformando en un hogar.

      –Y sólo es el comienzo –dijo ella.

      Había colocado dos maceteros junto a la puerta principal y en ellos había plantado dragonarias y diascias. Era un bonito comienzo, pero Lauren estaba deseando llenar el jardín de flores. Para ello tenía todo el tiempo del mundo. Con Jason. Por siempre juntos.

      Había contratado a un gerente para que se encargara de la oficina de Nueva York y había empezado los trámites para abrir una sucursal en San Francisco. Muy pronto recibiría el dinero que su ex contable le había robado, y Jason y ella habían decidido invertir el préstamo de medio millón de dólares en expandir el negocio en California. Sería una buena inversión para el futuro y para su hijo, y Lauren ya estaba haciendo planes para construir una bonita oficina junto a la casa.

      Todo era perfecto. Tenía a su amigo, a su amante, a su pareja, a su marido, y además era el amor de su vida.

      Habían invitado a Jacqueline a que buscase un apartamento en San Francisco para pasar allí los inviernos cuando naciera su nieto. A Lauren le resultaba mucho más fácil tratar con su madre ahora que tenía a Jason con ella, especialmente desde que su madre había aceptado recibir ayuda para su enfermedad.

      –Te quiero –le susurró a Jason.

      –Y yo a ti –respondió él. Lauren sabía que nunca se cansaría de oírlo.

      La familia lo era todo… El lema de Prentice funcionaba a la perfección con ellos. El comienzo quizá hubiera sido un poco extraño, pero ambos estaban tan limitados por su obcecación y dedicación al trabajo que la vida había tenido que darles un buen zarandeo.

      Lauren cambió de postura y se sentó a horcajadas en el regazo de Jason.

      –Tengo antojo de tortitas con sirope… ¿Qué te parece si esta vez manejas tú el pincel?

      Él se levantó, con las piernas de Lauren rodeándole la cintura.

      –Eres la mejor compañera de trabajo que existe, señora Reagert. Realmente la mejor.

      Epílogo

      Kelsey había pensado que aquello debía ser producto del déjà vu.

      Recordó que hacía unos cuantos meses había pasado por lo mismo; había entrado apresuradamente por las puertas del hospital con el corazón en un puño.

      Pero, en aquellos momentos, lo que le había recorrido las venas había sido miedo. Y, en aquella ocasión, era emoción lo que sentía.

      De nuevo, Morgan había llevado a su madre al hospital. Les había acompañado su padre, que había ido sentado junto a Kate en el asiento trasero del vehículo. Le había sujetado la mano durante el trayecto mientras le aseguraba que todo iba a salir bien.

      Pero no había sido su padre el único que había estado con ellos, sino también sus hermanos, sus cuñadas y Cody. Todos les habían seguido de cerca en dos coches.

      El único tranquilo del grupo había sido Cody. Relativamente. El pequeño estaba más emocionado ante la expectativa de que en algún momento de aquella noche, Santa Claus le dejaría regalos bajo el árbol de Navidad. No sólo bajo el suyo, sino también bajo el de sus abuelos. Después de todo, era Nochebuena. La idea de que un bebé estuviera a punto de nacer era algo secundario para él.

      Hacía dos meses, Morgan y ella se habían casado. Ya formaban un matrimonio. Le resultaba gracioso como aquel bebé les había unido inicialmente y, en aquel momento, se había cerrado el círculo.

      Al llegar al Blair Memorial, Morgan había aparcado el coche frente a uno de los mozos del aparcamiento.

      —Llevamos a una mujer a punto de dar a luz —explicó al salir del vehículo.

      De inmediato, otro de los mozos que estaba cerca se apresuró en acercar al coche una silla de ruedas.

      En cuanto Bryan entró empujando la silla de ruedas en el área de Urgencias, les embriagó el olor a pino. Había un árbol de Navidad en la entrada. Eran los únicos pacientes. Parecía que el hospital estaba muy tranquilo aquella noche.

      Pero Kelsey observó que en cuanto el resto de la familia entró tras ellos, aquella tranquilidad se terminó.

      —Tu madre va a estar bien —le había susurrado Morgan al oído cuando una enfermera y un camillero se había llevado a Kate y a Bryan a la planta de maternidad.

      —Claro que sí —había contestado Kelsey con voz firme para intentar convencerse a sí misma.

      De aquello habían pasado cinco horas.

      En aquel momento, estaban todos reunidos en la sala de espera de la planta de maternidad. Cody estaba acurrucado en el regazo de su madre, completamente dormido a pesar de los esfuerzos que había hecho para evitarlo. El resto estaba mirando fijamente la puerta que daba a las salas de parto en espera de que alguien saliera para anunciar que el nuevo miembro de los Marlowe ya había llegado al mundo.

      El ambiente estaba cargado de tensión.

      —Algo marcha mal