Este pastor no se entretiene en razonamientos y cálculos de sentido práctico. Aunque esté perdida, la oveja le pertenece. Es suya. Por eso no duda en salir a buscarla, aunque tenga que abandonar de momento las noventa y nueve.
Podemos detenernos en dos palabras. La desaparición de la oveja se describe solo con el verbo «perder». El término puede hacer pensar en algún accidente o caída. Tal vez todo es más sencillo. Es sabido que la oveja carece del sentido de la orientación. No ve más allá de cinco o seis metros de distancia. Si se aleja mucho del rebaño y se pierde, ya no consigue volver al redil. Entonces la oveja sufre al verse sola y abandonada.
El pastor sabe que su oveja no podrá volver solo con su esfuerzo. Por eso abandona sus ocupaciones y se concentra en una tarea más urgente: buscará a la oveja «hasta encontrarla». Esta expresión subraya el interés, la pasión y la constancia del pastor. La oveja no puede hacer nada por sí sola. Todo lo hará el pastor: buscarla, encontrarla y, por fin, llevarla consigo.
3. Alegría del pastor al encontrar a su oveja perdida (vv. 5-6)
El pastor encuentra por fin a su oveja. Después de moverse desorientada de un lugar a otro, está tirada en el suelo, agotada y aterrorizada. No se puede levantar por sí misma. No facilita la tarea del pastor. Tampoco este le pide ayuda alguna. Cuando ve cómo está, le sale de dentro un gesto lleno de ternura y de compasión amorosa. «Muy contento», levanta del suelo a la oveja, la pone sobre sus hombros alrededor del cuello y se vuelve a casa. Al llegar, reúne a sus amigos y vecinos y les invita a compartir su alegría: «Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido». Su alegría es tan grande que necesita compartirla.
4. La alegría de Dios cuando se convierte un pecador (v. 7)
Según Lucas, Jesús concluye su parábola con estas palabras: «Os digo que así también habrá más alegría en el cielo [es decir, en Dios] por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse». Dios es así. No solo busca apasionadamente al pecador que está perdido, sino que lo celebra en el misterio insondable de su corazón cuando se convierte.
Según Lucas, Jesús dejó claro, a lo largo de su vida, que su misión estaba dirigida principalmente a los pecadores: «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan» (Lucas 5,32); «El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lucas 19,10). Esto es lo que Jesús quiere dejar claro también a los fariseos y escribas que le critican. ¿Cómo no entienden que viva acogiendo a pecadores, recaudadores y prostitutas? ¿Cómo no entienden su alegría al poder encontrarse con ellos en torno a su mesa? Todos deberían sumarse, también ellos, a su alegría, pues nace de la alegría del mismo Dios.
5. Mensaje de la parábola
La parábola es breve, pero de un contenido profundo. ¿Puede este pastor de actuación tan sorprendente ser metáfora de Dios? Hay algo que todos los que escuchan la parábola han de reconocer: los seres humanos son criaturas de Dios, le pertenecen a él. Y todos sabemos lo que uno hace por no perder algo suyo que aprecia de verdad. Pero ¿puede Dios sentir a los «pecadores» como algo tan suyo y tan querido?
La parábola de Jesús es una llamada que refuerza todavía más la invitación que hemos escuchado y meditado en el texto anterior: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo» (Lucas 6,36). Si Dios no rechaza a los «perdidos», sino que los busca apasionadamente, y si Jesús, movido por la misericordia de Dios, acoge y come con pecadores, ¿no tendremos que cambiar radicalmente nuestra actitud ante ciertos colectivos «rechazados» tradicionalmente por buena parte de nuestra sociedad y por parte de la Iglesia? ¿Seguiremos discriminando, condenando y despreciando a los que nos parecen unos «perdidos»? ¿A quién queremos seguir?, ¿a los fariseos y escribas de la Ley o a Jesús, nuestro Maestro interior?
La parábola sugiere algo más. La oveja no hace nada para volver al redil. Es el pastor quien la busca incansablemente, la carga amorosamente sobre sus hombros y la recupera. ¿No está sugiriendo Jesús que el retorno del pecador no se debe a sus esfuerzos para convertirse, sino a la iniciativa de Dios, que irrumpe en su vida movido solo por su misericordia insondable? ¿Cómo no vamos a confiar en este Dios de amor infinito y desconcertante? ¿Cómo no vamos a confiar en Dios, nuestro Padre y Madre, cuando nos veamos perdidos y sin fuerzas para transformar nuestra vida? ¿Cómo no vamos a seguir a Jesús abriendo nuestro corazón y nuestros brazos a quienes vemos perdidos, alejados de la fe y sin fuerzas para volver a una comunidad cristiana?
MEDITAMOS
Hemos leído la parábola del pastor compasivo que busca a su oveja perdida hasta encontrarla, y celebra con una alegría grande el haberla recuperado. Vamos a meditar ahora qué es lo que nos quiere enseñar Jesús a cada uno de nosotros.
1. Introducción (vv. 1-3)
Medito despacio la actitud de los pecadores que se acercaban a Jesús para escucharle (v. 1).
– Cuando me veo pecador, ¿siento necesidad de acercarme a Jesús para escucharle?…
Medito despacio la actitud de quienes critican a Jesús porque acoge a los pecadores (v. 2).
– ¿Qué siento yo al ver a Jesús acogiendo amistosamente a los pecadores? ¿Indiferencia… alegría… confianza…?
– ¿Qué actitudes positivas o negativas se despiertan en mí ante colectivos «rechazados» por nuestra sociedad…?
2. Actuación sorprendente del pastor buscando a su oveja perdida hasta encontrarla (v. 9)
Tomo conciencia de su actuación: la oveja está «perdida»; no es capaz de volver al redil; el pastor lo deja todo… la busca… hasta encontrarla…
– ¿Estoy convencido de que Jesús me busca así cuando me ve perdido… sin fuerzas para volver a él…?
– ¿Cómo reacciono yo cuando veo a alguien perdido… desvalido… necesitado de ayuda…?
3. Alegría del pastor al encontrar a su oveja perdida (vv. 5-6)
Tomo conciencia de su gesto de compasión y ternura con la oveja… cómo la carga sobre los hombros… cómo comparte su alegría con los amigos…
– ¿He experimentado que Jesús ha tenido gestos semejantes conmigo…?
– ¿Sé agarrarme a Jesús… y caminar «sobre sus hombros» con confianza absoluta en él…?
4. La alegría de Dios cuando se convierte un pecador (v. 7)
Estoy un tiempo centrado en el contenido de la parábola… meditando en la alegría de Dios, que disfruta salvándonos con su amor gratuito…
– ¿Me convenceré de una vez para siempre de cómo me ama Dios, ese Padre que me quiere con entrañas de Madre…?
– ¿Lo aprenderé siguiendo a Jesús…?
ORAMOS
Hemos meditado una parábola con la que Jesús nos ha ayudado a descubrir mejor la compasión y el amor con que Dios nos busca cuando estamos perdidos… Ahora es el momento de responderle dialogando con él desde dentro… Algunas sugerencias para quienes deseen un punto de partida:
– Jesús, tú sabes cuántas veces ando perdido… desganado… incapaz de volver a Dios… Cuánto bien me haces con esta parábola… No la quiero olvidar…
– Jesús, qué alegría ha despertado en mí tu parábola… No termino de creerme cómo me ama el Padre… cómo me busca… ¿Cómo puedo vivir a veces tan apagado… tan indiferente?… Jesús, no te canses de mí…
– Jesús, muchas veces pienso en mi vida tan mediocre y rutinaria… Este es mi pecado… Quiero agarrarme a tu cuello y dejarme llevar sobre tus hombros confiando solo en ti… Jesús, cuánto te necesito…
– Jesús, ¿cuándo me convenceré de que solo con mi esfuerzo no puedo nada? Recuérdame siempre que Dios es Amor gratuito, inmerecido…