que estaba constantemente por venir. Los gobiernos que se sucedieron desde la presidencia de Roca en adelante tuvieron esa particularidad liberal conservadora hasta 1910. Al margen de las grandes diferencias entre el Partido Nacional y el Autonomista primero y dentro del Partido Autonomista Nacional (PAN) después, el régimen de aquella época protagonizó una experiencia única: el formidable consenso político de las élites liberales sobre la necesidad de posponer la participación de las mayorías en las decisiones sobre el destino de la nación y la decisión de recurrir a una serie de recursos fraudulentos para mantener la legitimidad de esa exclusión.
Hubo que esperar a la crisis de 1890 para que comenzara a erosionarse la legitimidad de esos métodos y surgiera una crítica a los hábitos que esa superposición de poder económico y poder político. “Bah, de todos modos es el pueblo el que paga”, dice el doctor Granulillo en La bolsa, la novela que Julián Martel publica por entregas en La Nación reaccionando con desengaño contra una clase que no ha sabido retener su poder. El rencor de Martel, además, está dirigido a la falta de patriotismo de las élites por no haber sabido, con sus descuidos y su afan por la riqueza, proteger al país de una serie de males, entre los cuales los inmigrantes y los judíos son prominentes.[30] Esa erosión desde arriba da espacio a la revuelta desde abajo, una reacción consagrada en la Revolución del Parque de la que surgió la Unión Cívica Radical. Tarde pero seguro, algunos núcleos del PAN recién se reconocieron como conservadores hacia principios del siglo XX. Y fue ante esos grupos que emergió el ala moderada promoviendo una salida a esa transición eterna. El medio siglo que va desde la batalla de Pavón hasta 1912 revela la construcción del liberalismo moderno argentino no como adaptación pasiva de ideas llegadas de afuera, sino como una construcción activa de un proyecto político marcadamente histórico y profundamente nacional. De ahí emerge, robusta, la matriz de una superposición entre liberalismo, conservadurismo y la necesidad de incorporar a las masas que se va a repetir apenas décadas más tarde.
Sarmiento llega a 1880 con sus sueños realizados. Pero, como suele suceder con los sueños cumplidos, su realidad es demasiado distinta a lo que soñador tenía en mente. Nada es igual, y Sarmiento deambula las últimas décadas de su vida entre el desencanto y, como sugiere Halperin Donghi, la desintegración de las certezas que le dieron fuerza a su escritura décadas atrás. Más que el granjero que produce la riqueza de la nación y participa activamente de la vida pública, el símbolo de la espectacular expansión nacional es el oligarca, que promueve que el Estado se endeude antes de que aumente los impuestos e insiste en reducir el espacio público a su esqueleto mínimo. “La cajetilla de frac”, como los llama Martínez Estrada. Quizá sea la educación su mayor legado: no solo en la expansión que atravesó, sino sobre todo en la forma en la que las élites impulsaron la enseñanza laica, pública e inclusiva.
Pero la ciudad. Esa que sería el remedio contra el gaucho. Ese destino luminoso que sacaría a la barbarie de cuajo para reemplazarla con sus hábitos universales e igualadores. El arma misteriosa que iba a relegar al gaucho a un objeto cultural en disputa entre ciudadanos modernos, urbanos, vestidos, asociados, educados, libres. La ciudad empezaba a hacerse realidad, sobre todo en Buenos Aires. Sin embargo, en sus entrañas se estaba gestando un nuevo monstruo que amenazaría todo lo que se había logrado.
[9] Ezequiel Martínez Estrada, Radiografía de la Pampa, edición crítica de Leo Pollmann (coord.), Buenos Aires, Colección Archivos, p. 253.
[10] Sobre el mundo de estas transacciones incipientes en el comienzo de la organización legal, económica y política de la Argentina, véase Raúl O. Fradkin, “¿‘Fascinerosos’ contra ‘cajetillas’? La conflictividad social rural en Buenos Aires durante la década de 1820 y las montoneras federales”, en Islas e Imperios. Estudios de historia de las sociedades en el mundo colonial y postcolonial, nº 5, Barcelona, Tardor, 2001, pp. 5-33.
[11] Gabriel Di Meglio, Manuel Dorrego. Vida y muerte de un líder popular, Buenos Aires, Edhasa, 2014. En particular, capítulo 6 (“En nombre del orden”).
[12] Gabriel Di Meglio, Historia de las clases populares en la Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2012, capítulo 6 (“Un orden nuevo”).
[13] Hilda Sabato, Republics of the New World. The Revolutionary Political Experiment of Ninteenth-Century Latin America, Princeton, Princeton University Press, 2018.
[14] Esteban Echeverría, Obras completas, t. IV, Escritos en prosa, Buenos Aires, Imprenta y Librería de Mayo, 1873, p. 159.
[15] Domingo Faustino Sarmiento, Facundo (5ª ed.), Buenos Aires, Colección Austral, 1959 [1845]. Todas las referencias posteriores corresponden a esta edición. Principalmente, capítulos I y III de la Parte Primera, capítulos II, IV y V de la Parte Segunda y capítulo I de la Parte Tercera.
[16] Para una observación más específica del gaucho y su lugar excluyente en la construcción del mundo de lo popular en la historia argentina, véase sobre todo Ezequiel Adamovsky, El gaucho indómito. De Martín Fierro a Perón, el emblema imposible de una nación desgarrada, Buenos Aires, Siglo XXI, 2019. Sobre el lugar fundacional de Facundo en ese proceso, véase el capítulo 6, “El gaucho mirado desde arriba”.
[17] Acerca del liderazgo de Rosas, véase el minucioso estudio comparativo de Juan Pinto Vallejo, Daniel Palma Alvarado, Karen Donoso Fritz y Roberto Pizarro Larrea, quienes lo atribuyen a una debilidad de las élites a la hora de reafirmar su autoridad. El orden y el bajo pueblo, los regímenes de Portales y Rosas frente al mundo popular (1825-1852), Santiago, LOM, 2015.
[18] Alfredo Montoya, Historia de los saladeros argentinos, Buenos Aires, Letemendia, 2012; Osvaldo Gelman y Jorge Barsky, Historia del agro argentino. Desde la conquista hasta fines del siglo XX, Buenos Aires, Sudamericana, 2013; Pablo Gerchunoff y Juan Llach, El ciclo de la ilusión y el desencanto. Políticas económicas argentinas de 1880 a nuestros días, Buenos Aires, Crítica, 2018 [1998], capítulo I.
[19] José Luis Romero, Latinoamérica. Las ciudades y las ideas, Buenos Aires, Siglo XXI, 1976, pp. 228-229.
[20] Ariel de la Fuente, Children of Facundo. Caudillo and Gaucho Insurgency during the Argentine State Formation (La Rioja, 1835-1870), Durhan, Duke University Press, 2000; en particular, capítulo 5 (“Caudillos and Followers: The Forms of a Relationship”).
[21] De la Fuente, Children of Facundo, p. 100.
[22] Albert Hirschman, La retórica reaccionaria, Madrid, Clave intelectual, 2020 [1991], traducción de Teresita de Vedia, epílogo de Santiago Gerchunoff.
[23] Juan Bautista Alberdi, Fragmento preliminar al estudio del derecho [1837].
[24] Hay una extensa bibliografía sobre el rol de los hacendados y la contratación de gauchos para la matanza de indígenas. Para una mirada simultánea de la patagonia argentina y chilena, véase José Luis Alonso Marchante, Menéndez. Rey de la Patagonia, Santiago de Chile, Catalonia,