a escribirse allí mucho antes de que ninguno de ellos naciera, parece desdoblarles ante los ojos los papeles que alguien metería entre las tablas del techo de una casa, ésta que construyeron para los recién nacidos, hundiendo las uñas entre las rendijas de la madera y dejando al descubierto el hueco húmedo donde los sacerdotes escondieron sus dogmas. Tecleaba en un panel y nuevas frases y esquemas florecían, luminosos, sobre las paredes.
—… eliminar a las mujeres de la ecuación solucionó el problema. Por supuesto, nadie podría cuestionar ahora los inconvenientes éticos… aquello no era viable ni legal, no podíamos utilizar a mujeres para el Proyecto Origen.
La atención de Beatriz iba y venía de los paneles a los trabajadores que entraban y salían del habitáculo, con sus batas impolutas, sus carpetas y tablas de memoria en las manos. Ninguno les prestaba atención, seguían su ruta como caminantes mecánicos sobre un carril.
—El Proyecto Origen de gestación secundaria ha sido la culminación de años de investigación y trabajo y el remedio a pandemias, guerras y crisis de natalidad. Ha supuesto alivio para muchas personas y ha traído esperanza a sociedades diezmadas.
La cara de un simio apareció sobre los paneles. Beatriz hizo una mueca, algunos de sus compañeros la miraron y reprimieron risas. La profesora que los acompañaba pidió silencio.
—Hemos tardado décadas en perfeccionar nuestros estudios, por supuesto, pero siempre partimos del mismo punto: de entre todos los primates, los gorilas son los que comparten un mayor porcentaje de material genético con el ser humano, entre un 97 y un 98 por ciento. Muchas de sus secuencias coinciden con las de nuestra especie, lo cual, incluso a día de hoy, nos sigue pareciendo milagroso. La gestación y reproducción del gorila es, también, muy parecida a la nuestra: el periodo de embarazo de las hembras es de ocho meses y medio, y alcanzan su madurez sexual a los diez años aproximadamente. Teniendo en cuenta que suelen vivir una media de cuarenta años, cada hembra puede alumbrar hasta tres o cuatro crías. En estado natural, los embarazos solían producirse en intervalos de cuatro años, pero gracias a nuestras modificaciones genéticas conseguimos reducir ese tiempo a la mitad.
Las pantallas mostraban ahora varias escenas de gorilas en estado salvaje.
—Las coincidencias con la especie humana no terminan ahí: las gorilas demuestran poseer un gran instinto maternal con sus crías, que permanecen bajo los cuidados de sus madres hasta los tres años. Desde el principio nos llamó poderosamente la atención el fuerte vínculo que se crea entre una madre y su cría en estos primates. Las madres primerizas, al igual que las mujeres, pueden permanecer sosteniendo a sus bebés en brazos durante largo rato… Aquí podéis verlo. —En un parpadeo de la luz, imágenes de gorilas con sus crías y, tras un giro súbito, nuevas escenas de hombres con armas de fuego y ejemplares muertos a sus pies—. Los gorilas estuvieron durante mucho tiempo en peligro de extinción, por ser blanco de cazadores furtivos y comerciantes sin escrúpulos. El Proyecto Origen también puso fin a esta barbarie. Hemos conseguido repoblar ecosistemas enteros, aumentando la población en las selvas originarias de África central. Si os parece bien, continuaremos la visita viendo las salas de cuidado y selección y por el camino os seguiré explicando más cosas.
El fulgor de las pantallas se disolvió con un murmullo acuático. La salida de la estancia se abrió descorriéndose en silencio y los colegiales enfilaron una larga pasarela que atravesaba un abismo transparente a una altura de tres pisos. A ambos lados, salas separadas con tabiques de metacrilato cuyo interior podía distinguirse a lo largo de todo el puente. Como en un hormigueo ajeno al ojo, Beatriz percibió el continuo movimiento de las figuras blancas que seguían desplazándose por dentro de las estancias.
—Hemos salvado a las gorilas de la extinción y les hemos proporcionado una vida idílica. Aquí disfrutan de todo tipo de comodidades y de un trato inmejorable, adecuado a sus necesidades, y a cambio realizan un servicio importantísimo para toda la humanidad. SymGest y el Proyecto Origen han concedido sueños, ilusión, vida… ¡han hecho del nuestro un mundo mejor! —en este punto el doctor abrió los brazos para enfatizar su alegato, intentando señalar y abarcar al mismo tiempo todo el espacio que les rodeaba, pero Beatriz comenzaba a escucharle como entre ecos—. No hay restricciones, y ése es el mejor logro y el mayor acierto de nuestro trabajo. Cualquier persona, de cualquier condición, orientación sexual y estado civil, puede solicitar los servicios de una de nuestras ejemplares en el momento en que lo desee. No ponemos límites ni obstáculos. Todo el mundo tiene derecho a ser padre o madre, y el éxito alcanzado es lo que nos motiva a seguir adelante. Hay mujeres que nos contactan por motivos de salud, por falta de tiempo, por comodidad, por trabajo, porque no desean vivir un embarazo o porque sencillamente no pueden… No entramos en preguntas incómodas ni en juicios, nos limitamos a escucharlas y a cumplir sus sueños. Cada vez más personas desean bebés propios, con sus mismos genes, pero sin las molestias que supone una gestación natural. Nosotros las ayudamos a perpetuar sus vidas, les aseguramos una ilusión de supervivencia que en realidad es una certeza —era evidente que le emocionaba escuchar su propia narración, le bastaba sentir él mismo la excitación una y otra vez sin necesidad de transmitirla a sus oyentes—. ¿Y cómo lo hacemos? ¿Cómo hemos conseguido todo esto?
Beatriz se apoya en la baranda del puente, mira bajo sus pies, más allá de los relucientes zapatos del uniforme del colegio, y contempla sin reacción el vacío, los autómatas blancos que recorren sus pasillos de cristal en pos del milagro o la catástrofe, no lo sabe todavía, preguntándose en otro relámpago insensato si alguien sería capaz de sentir más compasión por una sucia mona antes que por las mujeres que antes hacían ese mismo trabajo. Desde la pasarela también podían contemplarse más de cerca las cúpulas y el cielo artificial al que ascendían las columnas justo antes de ramificarse en ligeras y sólidas nervaduras de mármol. Vuelve a mirar hacia delante pero se ha perdido parte de la explicación.
—… controlamos al detalle el desarrollo del feto, monitorizamos cada día sus avances y los de la gorila gestante… —Beatriz vuelve a distraerse, en una de las salas a su derecha un grupo de batas blancas se ha reunido en torno a una mesa de panel táctil y estudian los esquemas proyectados, hélices de colores que giran en el aire—. Una manipulación genética básica nos ayudó a adaptar del todo su gestación a la humana, para evitar posibles problemas o complicaciones. Los padres pueden elegir también el método de parto: natural o por cesárea. Las implicaciones y consecuencias en el bebé son nulas.
Una mano se levanta en la parte central del grupo. Beatriz se alza ligeramente de puntillas para saber quién va a hacer la pregunta.
—¿Nunca han tenido ningún error? ¿Y si hay algún imprevisto?
—Está todo controlado para que eso no suceda. Reducimos cualquier riesgo a un porcentaje mínimo…
—¿Pero qué ocurre por ejemplo si hay gemelos, o si algo falla?
El científico rechaza aquella hipótesis con un movimiento de cabeza y una sonrisa que da a entender su incredulidad pero también una benévola condescendencia hacia el neófito que la plantea. Su fe en el poder de los laboratorios es absoluta.
—Sucede en muy contadas ocasiones, y tratamos de impedir ese supuesto mediante hormonación y un estricto seguimiento de cada ejemplar gestante… una de las cuales, por cierto, pasaremos a ver a continuación.
Las palabras del doctor, a la cabeza de la fila mientras reanuda su marcha, han pasado a ser un humo que se extiende y parece envolverlos. Beatriz lo tiene ante los ojos y apenas le presta atención, aunque se quedará dentro de ella tan penetrante como el olor del fuego, algo atávico anterior a ella misma y a la propia capacidad de hablar. Las preguntas de sus compañeros son también un murmullo, un entrechocar de piedras en la distancia.
—¿A las gorilas les gusta estar aquí?
Beatriz no capta la respuesta pero sí el tono de voz del científico, que suena plenamente satisfecho de su convicción, sea la que sea, y justo en ese momento piensa en la estatua que les ha recibido minutos antes, en la entrada, como una representación a gran escala de esas figuritas de cristal que se colocan en los muebles de los salones y son consideradas como adornos de enorme valor por sus dueños. De un manotazo le vienen