En cuanto a la desalación, hace años que se utiliza en zonas con déficit hídrico. Lanzarote, por ejemplo, construyó su primera planta desalinizadora en 1965. En la actualidad, son casi un centenar las plantas instaladas en Canarias. También Baleares optó hace años por esta alternativa (1985, primera planta en Formentera) y ha continuado en esa línea para asegurar el abastecimiento de Mallorca y de las otras islas del archipiélago. España, con cerca de 800 plantas, ocupa el quinto lugar mundial en capacidad instalada.
TABLA 4.3
Disponibilidad de recursos hídricos en el sector agrario por comunidad autónoma (2006) (miles de m3)
Fuente: Encuesta sobre el uso del agua en el sector agrario en 2006. INE (2008).
En cuanto a la gestión de la demanda, dado que el sector agrícola es el mayor consumidor, es lógico pensar que es en este campo donde pueden obtenerse los mayores ahorros. La reducción de la demanda agrícola puede conseguirse básicamente cambiando el sistema de riego, de inundación a goteo, por ejemplo, mejorando las canalizaciones o incrementando el precio del agua. A este respecto, conviene insistir en el bajo coste que este recurso tiene en la actualidad para el usuario, entre otras razones, porque en el caso del regadío, debido en parte a una serie de derechos históricos, se suele cobrar en función de la superficie regada y no del volumen de agua utilizado, con lo cual no existen incentivos para disminuir el consumo. En cambio, la Directiva Marco del Agua de la Unión Europea (Directiva 2000/60/CE) considera que el precio del agua debe reflejar su verdadero coste económico, incluyendo los costes ambientales y los relacionados con el agotamiento de los recursos, así como los costes de los servicios necesarios para su provisión. Es probable, por tanto, que la situación presente se modifique para adecuarse al nuevo marco comunitario.
Los desequilibrios hídricos citados a escala nacional están también presentes en la Comunidad Valenciana: una demanda superior a la oferta y desigual distribución espacial de los recursos. En esta zona geográfica, el nivel medio de precipitaciones es inferior a la media española. Además, este índice es especialmente bajo en las comarcas litorales situadas al sur de la Comunidad. Se trata de un área fuertemente deficitaria en recursos hídricos, por lo que se generan graves problemas tanto para la actividad agrícola como para el propio consumo humano en los períodos de mayor presión demográfica derivada del turismo. Además, existe una distribución estacional muy irregular de las lluvias, que se concentran, sobre todo, en los meses de septiembre, octubre y noviembre. Este régimen de lluvias ocasiona una intensa erosión y alimenta el proceso de desertización de amplias zonas del territorio valenciano, sobre todo en la parte sur.
A efectos de analizar la situación en la Comunidad Valenciana, habría que distinguir entre recursos hídricos de superficie y subterráneos. Los primeros proceden de los ríos, los cuales podemos diferenciar entre autóctonos y alóctonos. Los autóctonos son cortos, irregulares, de escaso caudal y elevados desniveles, como el Sénia, Cérvol, Cervera, Sec, Palància, Serpis o Alcoi, Girona, Gorgos, Algar, Amadori, Sella, Montnegre y Vinalopó. Los alóctonos son más largos, con mayor caudal, más regulares y con mayor utilidad económica, como el Millars (50% de recursos de fuera de la Comunidad), Túria (53%), Xúquer (78%) y Segura (100%). En conjunto estos últimos aportan el 82% del total de los recursos hídricos fluviales. Cabe tener en cuenta algunos afluentes importantes como el Vistabella (del Millars) o el Magre, el Cabriol, l’Albaida o el Sallent (del Xúquer). Asimismo, cabe mencionar el río Bergantes, que es afluente del Ebro. En total, las aguas superficiales suponen una aportación cercana a los 3.500 hm3, de los cuales un 60% procede de fuera de la Comunidad. Los recursos hídricos subterráneos se encuentran básicamente en la franja litoral (la más rica es la de L’Horta-Ribera) y se cifran en algo más de 1.000 hm3. En suma, los recursos hídricos totales de la Comunidad se sitúan en torno a los 4.500 hm3.Al otro lado de la balanza se encuentran las necesidades hídricas, las cuales cuantificaba el Plan Hidrológico Nacional por encima de los 3.100 hm3, de los cuales cerca de un 84% corresponde a consumo agrícola; un 13%, a usos urbanos, y el resto, a uso industrial. Aunque el balance hídrico global pueda ofrecer superávit, existen numerosas zonas con déficit debido a que la distribución de los recursos y los usos no es homogénea. Además, en algunas áreas como El Vinalopó-l’Alacantí, la Vega Baja del Segura y, en menor medida, el litoral norte de Castellón, los déficits alcanzan una magnitud considerable y se agravan en la época estival.
4.2.4.3 Recursos forestales
La superficie forestal de España ocupa alrededor de 26 millones de hectáreas del territorio nacional, pero la zona arbolada sólo representa el 52% de esta superficie (13.509.000 ha); el resto está formado por monte bajo, tierras de labor abandonadas y terrenos improductivos. En la Comunidad Valenciana, la superficie forestal es de 1,2 millones de hectáreas, lo que representa un 4,6% del total español. La zona arbolada asciende a 628.280 ha (52% del total). Las comarcas más boscosas son las del interior de Valencia (els Serrans, la Plana d’Utiel-Requena y la Vall d’Aiora) y las del interior de Castellón (els Ports, l’Alt Palància y l’Alt Millars). La importancia de estos montes no reside en su explotación maderera (prácticamente nula), sino en las importantes funciones ambientales y recreativas que desempeñan.
4.3 La interacción entre el territorio y la actividad humana
Desde una perspectiva histórica, población y actividad económica se localizan en el territorio (introduciendo cambios radicales en el medio natural mediante caminos, carreteras, ferrocarriles, embalses, desviaciones de corrientes fluviales, etc.) y tratan de aumentar las ventajas y de reducir los inconvenientes del territorio en términos, fundamentalmente, de accesibilidad. Cada nueva generación modifica tanto las condiciones del medio como la accesibilidad, y cambia las pautas de asentamiento de la población y la actividad económica.
4.3.1 Sistemas urbanos
Desde el punto de vista del sistema urbano europeo y español, el País Valenciano pertenece al arco mediterráneo noroccidental. Desde la perspectiva europea, éste es un subsistema urbano bastante dinámico (el norte del sur), que se extiende desde Murcia hasta Roma y que conecta con el eje Lotaringi (o Banana europea) por el valle del Ródano. A pesar de su demostrada dinamicidad, el eje mediterráneo ha experimentado en las últimas décadas serios obstáculos e impedimentos a su desarrollo. Unos tienen que ver con la falta de coordinación y de políticas comunes y el déficit de infraestructuras de comunicación eficientes. Otros, con el evidente desplazamiento hacia el este del eje transversal europeo como consecuencia de la ampliación hacia oriente de la Unión Europea y la presencia activa de ciudades como Berlín, Praga o Budapest (mapas 1 y 2).
MAPA 1
MAPA 2
Por su parte, el sistema urbano español se caracteriza por la coexistencia de dos modelos claramente diferenciados. Por un lado, un sistema radial que tiene Madrid como punto nodal básico y, por otro, la parte española del precitado potente eje mediterráneo que conecta con Euskadi por el Valle del Ebro. La fuerza del eje Madrid-Alicante/Valencia (que se ve reforzada por la finalización del AVE) determina claramente la única estrategia territorial razonable: la «T», es decir, la consolidación equilibrada tanto del eje (o ejes) que une el País Valenciano con Castilla-La Mancha, Madrid y Aragón, como del propio eje mediterráneo como vínculo básico con Cataluña y Europa (mapas 3 y 4).
En tanto que los sistemas urbanos condicionan el conjunto del territorio, es imprescindible tipificar las características