a ponerse en cuestión, entre otras cosas, el paradigma neoclásico de la convergencia de las rentas per cápita en el ámbito territorial.
Una tercera vía por la que el territorio vuelve a estar presente en el análisis económico es, sin duda, la creciente importancia de la economía de los recursos naturales. Cuando se desecha la ingenua creencia de que estos recursos son de oferta ilimitada y su obtención no tiene coste alguno, se comprueba que son agotables y/o degradables, y que suponen o pueden suponer un límite para el crecimiento. Entonces, el territorio deja de ser una variable neutra.
El uso de los recursos naturales se convierte en una variable estratégica para el crecimiento económico hasta el punto (como pasa con el petróleo, el gas y, cada vez más, el agua) de condicionar o explicar conflictos geoestratégicos de alcance mundial. Incluso en términos más locales los conflictos potenciales entre crecimiento y medio ambiente merecen la consideración más atenta.
Pongamos el caso más evidente de las actividades turísticas, que pueden quedar muy afectadas por una degradación irresponsable de los recursos paisajísticos. O la consideración creciente del medio natural como valor cultural y como valor para el bienestar social. Por lo tanto, con la necesidad de valoración económica en el mercado.
De hecho, el nuevo paradigma de la sostenibilidad, que comenzó muy ligado a las cuestiones medioambientales, hoy en día se ha convertido ya en un concepto «holístico» que plantea la necesaria compatibilidad entre crecimiento económico, cohesión social y patrimonio natural y, que encuentra en las cuestiones territoriales un campo de reflexión privilegiado. La sostenibilidad ha acabado siendo un paradigma intelectual que va más allá de la propia economía, aunque la implica, y supone una afortunada reformulación de la teoría del desarrollo de los años setenta.
A pesar de esta creciente importancia del factor territorial y medioambiental en el análisis económico, aún hay vertientes que permanecen en la periferia del mainstream, como sucede con la poca importancia que tienen las rentas urbanas en el análisis de la distribución del excedente o de la tasa de crecimiento económico.
A continuación, se desarrollan los principales ítems que caracterizan la interacción entre el territorio y la actividad humana y económica.
4.2 Marco físico y recursos naturales
La base física de un territorio así como su dotación de recursos naturales afectan de manera importante tanto a su especialización productiva como a la distribución de su población. En el caso español, las condiciones geográficas han sido, en general, poco favorecedoras del crecimiento económico y los asentamientos poblacionales. El medio físico ha tenido repercusiones más favorables en la Comunidad Valenciana, ya que con una extensión de 23.256 km2 (el 4,6% del territorio español), tiene una población superior a los cuatro millones ochocientos mil habitantes (algo más del 10% sobre la española), y un PIB que representa el 10% del español.
4.2.1 Orografía
El territorio español cuenta con una orografía muy irregular que históricamente ha dificultado las comunicaciones y el aprovechamiento del suelo. A diferencia de lo que sucede en la mayoría del territorio europeo, la existencia en la península Ibérica de grandes cordilleras que atraviesan y rodean una amplia meseta central, además de contribuir a la fragmentación territorial, ha supuesto serios obstáculos al desarrollo económico. En el caso de la Comunidad Valenciana, se trata de un territorio con forma alargada con una considerable fachada marítima de 450 km, mayoritariamente de costa baja y arenosa y, por lo tanto, con escasos puertos naturales. Al igual que en el conjunto español, también su orografía ha obstaculizado tradicionalmente las comunicaciones, tanto las interiores como con el resto de la península. Sólo el eje litoral ha facilitado la conexión hacia el norte, hacia Cataluña y Europa, si bien las serranías transversales han hecho difícil su proyección meridional.
De manera concreta, en la orografía valenciana podemos distinguir al menos tres zonas: el litoral (por debajo de los 200 m de altitud), una franja costera y llana de irregular amplitud, que representa la tercera parte del territorio, con suelos arcillosos de elevada productividad agrícola y donde se concentran la población y la actividad económica; la zona intermedia (entre 200 y 400 m de altitud), una especie de cordón que delimita por el oeste la zona anterior, y, finalmente, la zona interior (por encima de los 400 m de altitud), una amplia zona abrupta y de difícil relieve, con conexiones con el altiplano castellano-manchego y con un tipo de suelo básicamente calcáreo, lo cual, unido a la presencia mayoritaria del secano, se traduce en un escaso aprovechamiento agrícola.
4.2.2 Clima
Las diferencias climáticas son significativas entre las distintas áreas del territorio español. El mayor contraste se da entre la zona sureste, con altas temperaturas estivales y muy escasas lluvias, especialmente de carácter torrencial, y el área más septentrional, de clima templado y abundantes precipitaciones. A su vez, el amplio espacio delimitado por la meseta central muestra un clima continental, caracterizado por veranos secos y precipitaciones habitualmente de tipo tormentoso. Tampoco la Comunidad Valenciana es ajena a esta variedad climática, y podemos distinguir en ella al menos dos tipos de clima: el mediterráneo, de temperaturas templadas y suaves, con inviernos débiles y veranos calurosos, escasas lluvias concentradas en primavera y otoño, propio de la zona litoral y de algunos valles interiores, y el continental, de temperaturas extremas, con inviernos fríos y veranos calurosos, propio de las tierras de interior. Si bien la temperatura media (15°) es típica del área templada de tipo mediterráneo, se pueden apreciar las diferencias entre las comarcas costeras (17,9° de media) y las del interior (13,9°). Estas diferencias se manifiestan también en las precipitaciones: en las zonas montañosas del noroeste y del sur se registran 500-700 mm anuales, mientras que en las llanuras meridionales estas cifras son inferiores a los 350 mm. Además, la cantidad de agua caída se reparte de forma desigual a lo largo del año hasta el punto de que en las tormentas de primavera y otoño han llegado a registrase 100 mm en 24 horas; en algunos lugares esto representa la mitad del agua caída en todo el año.
4.2.3 Vegetación
La vegetación se encuentra condicionada por la orografía y el clima. Las formaciones predominates en la Comunidad Valenciana son el bosque en las zonas de montaña y la garriga en las tierras más bajas. En algunas zonas del litoral existen marjales y humedales en distinto estado de conservación por su parcial transformación en arrozales y otros cultivos.
Las especies arbóreas predominantes son de hoja perenne: carrascas, alcornoques, robles, sabinas y pinos. Sólo en las márgenes de los ríos hay árboles caducifolios (chopos, olmos y sauces). No obstante, debido a la sobreexplotación económica y a algunos incendios, las formaciones originales de carrascas, alcornoques y robles están en recesión y han sido reemplazadas por distintas especies de pinos. La vegetación de las tierras bajas está formada por numerosos arbustos (jara, lentisco, coscoja, etc.) y gran variedad de plantas aromáticas.
4.2.4 Recursos naturales
La actual concepción del término recursos naturales engloba todos aquellos recursos que conforman el patrimonio natural: minerales, recursos hídricos, espacios naturales de singular interés, recursos forestales, etc.
4.2.4.1 Recursos minerales
Cabe destacar que los recursos minerales disponibles en la economía española no pueden considerarse muy abundantes. La carencia de recursos es especialmente notable en los energéticos, lo que supone elevados niveles de dependencia externa y muy bajas cotas de autoabastecimiento, que sólo alcanzan cifras significativas en la disponibilidad de carbón nacional. Éste presenta, sin embargo, importantes problemas de costes y de calidades y se encuentra en un proceso de cierre escalonado de buena parte de las explotaciones. El consumo energético ha aumentado espectacularmente en las últimas décadas y, aunque se ha iniciado un proceso de sustitución del petróleo por otras fuentes de energía alternativas, nuestro grado de autoabastecimiento es notablemente inferior al de la Unión Europea y al de la OCDE, como pone de manifiesto Jiménez (2003).
Los recursos mineros son también