target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_3af5d36b-f589-5f90-838d-5c61601906a6">14. Así define Heinzle friuntlaos man, aunque, como es usual, lo refiere a Teodorico. Véase Heinzle (1987: 683).
15. Véase Scheying (1971).
16. Véase Simmel (1908: 533 y ss.) y Zmora (1995: 100).
17. Véanse Brunner (1973), Morsel (1996), Klocke (1938), Wadle (1999), Kaufmann (1973) y Patschovsky (21997).
18. Véase Gottzmann (2003: 9 y ss.). Gottzmann interpreta detrihhe en este pasaje como un hapax legomenon, como un compuesto nominal de deot + rihhe.
19. Véase Kaufmann (1998).
20. Véase Kern (71980).
21. Gottzmann (2003) observa en el Cantar de Hildebrand una acumulación de palabras y giros que expresan esas diferentes posturas.
22. «La cualidad de lo extraño es para los autores de la literatura juglaresca y heroica sobre todo un problema ético y de los estamentos. No son los contrastes de lengua o de aspecto externo lo que convierte a los extranjeros en un problema para los protagonistas, sino los vínculos al antiguo grupo todavía existentes (...) aunque hayan tenido que separarse de él de manera enemistosa. Ellendecheit es un estado social al cual siempre es inherente una mancha. La superación de este estado es, por ello, siempre el objetivo lejano del ellende» (Kofler, 1996: 343).
23. Véase Reiling (1998).
24. Esto, en contra de Haug (1983: 146).
25. Hölscher (1988: 115).
GUERRA Y VIAJE EN ALGUNOS EJEMPLOS DE LA ÉPICA ALEMANA MEDIEVAL
Berta Raposo Fernández
Universitat de València
Como se ha indicado en el prólogo, la guerra y el viaje son, tanto en el plano de la ficción literaria como en el de la vida real, fenómenos de muy diversa naturaleza. La narración de la guerra, que se desarrolla en un marco temporal de recuerdo del pasado, está en principio contrapuesta a la descripción del espacio presente en los relatos de viaje. Sin embargo, ambos fenómenos a veces pueden aparecer interrelacionados entre sí. En la literatura alemana medieval encontramos una conexión entre la guerra y los viajes en tres ámbitos principalmente: 1) en la recepción de la épica de la Antigüedad (Antikeepik), basada en la temática de la Guerra de Troya y de la vida de Alejandro Magno; 2) en la épica de las Cruzadas, y 3) en la épica precortesana, antes llamada épica juglaresca (Spielmannsepik).
La Antikeepik aborda la representación de guerras primigenias de trascendencia universal, de guerras que fundan y destruyen reinos enteros, pero cuya distancia histórica es tan lejana que permite una neutralidad y una falta de compromiso que están ausentes en otros géneros épicos (Lienert, 2000: 32). Aunque se trata de adaptaciones de la temática antigua al estilo y a los gustos de la literatura caballeresco-cortesana, no contienen temas estrictamente medievales, por lo cual los pasaremos por alto. En la épica que podemos considerar como más «clásica» (la artúrica en particular y la caballeresco-cortesana en general), el viaje desempeña un importante papel: la vida del caballero está marcada por la salida en busca de azarosas aventuras que le proporcionen fama y el amor de una noble señora. La salida en sí es consustancial a este tipo de épica, pero no suele estar relacionada con ninguna guerra generalizada, sino sólo con combates individuales.
La relación de la guerra con el viaje adquiere una nueva dimensión en la literatura medieval desde el momento en que entra en juego la religión en su planteamiento y desarrollo. Un ejemplo muy temprano lo vemos en el brevísimo Ludwigslied o Cantar de Luis, del siglo IX, casi contemporáneo al Cantar de Hildebrand, pero imbuido de un espíritu muy diferente. Aquí se presenta una incursión de los normandos en las costas del norte de Francia, por un lado como una prueba a la que es sometido el rey franco-occidental Luis III y, por otro, como castigo divino por los pecados del pueblo: «Korôn uuolda sin god, // Ob her arbeidi/sô iung tholôn mahti. // Lietz her heidine man / obar sêo lîdan, // Thiot Urankôno/manôn sundiôno» («Dios quiso probar si era capaz de sufrir penalidades siendo tan joven, e hizo venir por mar a hombres paganos para amonestar a los francos por sus pecados») (vv. 11-12).1
En el Cantar de Luis aparece tematizada por primera vez en la literatura alemana medieval una lucha contra los paganos invasores. Tendrán que pasar tres siglos para que vuelva a abordarse una temática similar en la épica de las Cruzadas, cuyo ejemplo más temprano es el Rolandslied o Cantar de Rolando del siglo XII. Este extenso poema épico, surgido en Ratisbona, probablemente por encargo de Enrique el León (duque de Baviera y pretendiente al trono alemán), está basado en una fuente francesa desconocida relacionada con la Chanson de Roland. Su autor, el clérigo Konrad, declara haber traducido del francés al latín y de ahí al «alemán» (bávaro y franco-renano).
El marco temático de la obra viene dado por la prolongada lucha del emperador Carlos contra los moros en España (Hyspania). Marsilie, rey de Zaragoza (Sarragûz), trama un complot contra él, pidiéndole negociaciones de paz con la idea de romper el pacto después de que los francos hayan abandonado el país. Durante la retirada de éstos, la retaguardia cae en una emboscada en el desfiladero de Roncesvalles (Runzeval). A pesar de su heroica lucha, los cristianos tienen que ceder ante la supremacía numérica de los infieles. Olivier aconseja a Rolando que pida socorro a Carlos y al grueso del ejército, pero Rolando en un principio se niega, en su ansia de martirio. Cuando Carlos regresa al campo de batalla, ya han muerto los héroes. El Sol se para y así Carlos tiene tiempo de volver a Zaragoza el mismo día para vengarse. Allí Paligân, jefe supremo de los moros, a quien Marsilie esperaba desde hace tiempo, viene en su ayuda. Empieza una nueva batalla que termina esta vez con la victoria de Carlos.
En el Cantar de Rolando, la combinación de las guerras carolingias con la nueva temática de las Cruzadas2 vuelve a conectar el viaje con la incursión guerrera, pero esta vez en sentido recíproco: los cristianos y los infieles se invaden y se devastan mutuamente. El narrador dice: «Er waere frî oder eigen, si kêrten ûf die heiden» («Ya fueran libres o siervos, se pusieron en marcha contra los paganos») (vv. 165-6).3 Carlomagno se lamenta: «die heiden tuont uns grôzen scaden. / si rîtent in diu lant. / si stiftent roub unde brant. / diu gotes hûs si stoerent. / daz liut si hinfüerent / unt opherent si den abgoten» (vv. 200-205) («Los paganos nos causan graves perjuicios: irrumpen en nuestras tierras, roban e incendian, destruyen las iglesias, raptan a las gentes y las sacrifican a los ídolos»). Después dice el narrador de los infieles: «unz an der erde ende / hêten si sich besendet / ûz allen heidenisken rîchen. / vil harte vermezzenlîchen / fuoren si ir strâze» («habían pedido refuerzos a todos los reinos paganos, hasta en el fin del mundo; y siguieron su camino con gran osadía») (vv. 291-295).
En esta versión alemana, la temática de la cruzada está más acentuada que en la francesa: