target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_f08c9f3e-841b-5c27-a944-d53ad542d716">5 Una filosofía científica debe tomar la ciencia y, más exactamente, a la física como el núcleo de su epistemología, aquel que señala los problemas que pueden ser resueltos. Todos los problemas epistemológicos son problemas que atañen a la ciencia y al conocimiento científico porque no disponemos de un conocimiento más seguro o general. Dejando al margen los problemas generados por un uso incorrecto del simbolismo de los que se ocupa la lógica, los problemas epistemológicos reales exigen una resolución basada en los datos que nos proporciona la física. Es así como la física se convierte en la frontera que separa los problemas filosóficamente significativos de los metafísicos.6
Este contar como incontestables con los datos científicos separaba también a Russell y a Whitehead de las apelaciones que desde la filosofía idealista se hacía a la experiencia inmediata y directa de la realidad como una garantía de su reconocimiento de la importancia del papel de la experiencia. Construir el mundo con datos sensoriales no basta. Afirmar que la realidad está formada por datos sensoriales no va más allá de una afirmación ontológica tan metafísica como la que más si no intentamos, al mismo tiempo, que el mundo construido sea lo más próximo posible al que la física nos dice que es. Remarcar la verdad de los datos sensoriales en sí mismos, por encima de las afirmaciones de la física, es creer que la inmediatez de lo percibido nos da garantía de una verdad superior a la científica. La construcción del mundo exterior no tiene sentido si no busca la aproximación, tanto como sea posible, de la física y la percepción. La construcción, como la ciencia, no se arrogará el ser verdadera, basta con que sea probablemente verdadera.
El programa fenomenalista aceptó en consecuencia a la relatividad como la teoría que señalaba las condiciones a las que sus construcciones de la realidad debían ajustarse. La relatividad pasó a formar parte del núcleo esencial del programa, la frontera que lo diferenciaba del mal uso de la ciencia por parte de la filosofía idealista. El camino de la nueva filosofía tenía que partir de los hechos demostrados por la ciencia y justificar cómo con la ayuda de la lógica podríamos construir el mundo cumpliendo las condiciones que la física ha descubierto. Así se alcanzaría el resultado de evitar la separación entre la abstracción de las teorías científicas y la percepción ordinaria demostrando lógicamente que poseen ambas una base estructural común. Los conceptos científicos, por muy abstractos que fueran, eran confirmados en la experiencia sensorial de manera más sofisticada pero con la misma base que la que sirve para justificar las afirmaciones que hacemos cotidianamente sobre la realidad. Ciencia y filosofía marcharían al unísono haciendo imbatible la confianza psicológica y la garantía epistemológica del empirismo como única vía de acceso a la verdad. Pero para ello la visión de la realidad señalada por la física no podía ser puesta en duda ni discutirse desde la filosofía, pues sus resultados son hechos con los que debemos contar.
1. A. N. Whitehead: «Discussion: The Idealistic Interpretation of Einstein’s Theory», en Proceedings of Aristotelian Society, 22, 1921-1922, p. 130.
2. «The subjetivist position has been popular among those who have been engaged in giving a philosophical interpretation to the recent theories of relativity in physical science. The dependence of the world of sense on the individual percipient seems an easy mode of expressing the meanings involved. Of course, with the exception of those who are content with themselves as forming the entire universe, solitary amid nothing, everyone wants to struggle back to some sort of objetivist position. I do not understand how a common world of thought can be established in the absence of a common world of sense» (A. N. Whitehead: Science and the Modern World, Nueva York, MacMillan, 1925, p. 112).
3. A. N. Whitehead: «The Philosophical Aspects of The Principle of Relativity», Proceedings of the Aristotelian Society, 22, 1921-1922, pp. 221-222.
4. Bertrand Russell: «Review of C. D. Broad Scientific Thought», The Mathemaatical Gazette (octubre de 1923), en John G. Slater y Bernd Frohmann (eds.): The Collected Papers of B. Russell, Essays on Language, Mind and Matter (1919-1926), vol. IX (The McMaster University Edition), Londres y Boston, Unmin Hyman, 1988, pp. 260-261. Se citará como The Collected Papers, vol. IX.
5. «Science may not tell us much, but it tells at least as much as we can know... the limits of science are the limits of valid inference, and extra-scientific philosophy is only the expiring sigh of theology» (Bertrand Russell: «Science and Metaphysics», The Nation and the Athenaeum, vol. XXIII, 8 de septiembre 1923, p. 716. Recopilado en The Collected Papers, vol. IX, p. 238).
6. Bertrand Russell: «Vagueness», The Australasian Journal of Psychology and Philosophy, vol. I, junio de 1923. Recopilado en The Collected Papers, vol. IX, p. 154.
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