Xavier García Raffi

La teoría de la relatividad y los orígenes del positivismo lógico


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Isaac Newton: El sistema del mundo, Madrid, Alianza, 1983, Ques. 27, 28, 29 y 30, pp. 70-74. Traducción de De mundi systemate (1728) por Eloy Rada.

      La sobrevaloración del experimento de Michelson-Morley se produce dentro de la interpretación empirista de Einstein, que veía en la teoría de la relatividad una teorización de las consecuencias del resultado nulo del experimento.

      Einstein utiliza como ejemplo una cámara totalmente aislada de la que una entidad puede tirar mediante un gancho. En su interior se encuentra un observador provisto de todo tipo de aparatos científicos. No habría ninguna diferencia para una persona situada en la cámara moviéndose uniformemente en el campo gravitatorio de la Tierra y en la misma cámara en caída libre en el espacio sin campo gravitatorio alguno y con una aceleración equivalente al campo gravitatorio terrestre. Vid. La relatividad, op. cit., cap. XX.

      Capítulo 2

      LA DEFENSA FENOMENALISTA

      DE LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD

      FRENTE A LAS INTERPRETACIONES IDEALISTAS

      El éxito de la teoría de la relatividad la convirtió en objeto inmediato de debate científico y filosófico. En ciencia, una parte sustancial de la comunidad científica trató de demostrar infructuosamente que la teoría se basaba en algún error matemático; tiempo después de su corraboración, físicos desbordados por aquel cambio de paradigma esperaban ver resurgir a Newton como consecuencia de algún error teórico de bulto que había sido pasado por alto en la teoría.

      En filosofía, los intentos fueron inmediatamente destinados a apropiarse del prestigio de la teoría mostrando su coincidencia con las posiciones propias. Sorprentemente, no fue la filosofía empirista sino la idealista la que trató de poner de su lado a la nueva teoría que parecía darle la razón al resaltar con su adjetivo relativista la importancia del sujeto. La teoría de la relatividad fue recibida con júbilo como una confirmación científica del subjetivismo extremo. El idealismo inmediatamente equiparó a los observadores de los distintos sistemas físicos de referencia de los que hablaba la relatividad con mentes que construyen el mundo exterior. Así, la existencia de la realidad exterior está relegada a su percepción por la mente del observador. La relatividad no habría hecho más que trasladar al terreno de la ciencia la importancia decisiva del sujeto en el conocimiento señalada por la filosofía idealista. Vendría a ser una confirmación de parte de la física del derecho de cada sujeto a mantener la validez de su visión del mundo y de su punto de vista.

      El idealismo parecía robar a la filosofía empirista la baza que suponía el éxito de una