Michelle Baddeley

La economía del comportamiento


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      Datos neurocientíficos y neuroeconomía

      En combinación con los datos experimentales, los datos neurocientíficos pueden ayudar a dilucidar algunas influencias clave. Existe una amplia gama de técnicas neurocientíficas. Las decisiones tomadas por pacientes con lesiones cerebrales pueden ayudar a informarnos sobre cuáles áreas del cerebro están involucradas en las decisiones económicas. De forma similar, las técnicas de imagenología cerebral (por ejemplo, las imágenes mediante resonancia magnética funcional, o IRMf) pueden registrar cómo nuestras decisiones económicas se relacionan con las respuestas neurales en regiones cerebrales específicas. Otra técnica, cuya popularidad va en aumento, es la estimulación magnética transcraneal (EMT), que consiste en estimular áreas específicas del cerebro con pulsos magnéticos y observar cómo las decisiones de las personas cambian posteriormente, como consecuencia de esa interferencia temporal. Existen también otras herramientas neurocientíficas más simples y menos costosas, entre las que se incluyen la supervisión de las respuestas fisiológicas (ritmo cardíaco, pulso, etc.) o la medición de los niveles hormonales (por ejemplo, los niveles de oxitocina en estudios de confianza y los niveles de testosterona en estudios de toma de riesgos financieros).

      La ventaja fundamental de los datos neurocientíficos es que son relativamente objetivos. Con las encuestas, los participantes podrían expresar una potencial opinión subjetiva poco confiable; o podrían tener razones para mentir o manipular sus respuestas. Es mucho más difícil, sino imposible, para un participante experimental controlar las respuestas fisiológicas medidas con herramientas neurocientíficas, aunque esto no elimina el sesgo de un experimentador en sus diseños experimentales.

      Experimentos naturales y Pruebas Controladas Aleatorizadas (PCA)

      Como se mencionó anteriormente, un problema existente en los experimentos estándares es que pueden carecer de validez externa. Si podemos detectarlos, los experimentos naturales son una solución, ya que los datos experimentales naturales surgen por casualidad desde eventos y comportamientos del mundo real.

      Un ejemplo es un estudio realizado por los economistas DellaVigna y Malmendier sobre las membrecías de los gimnasios y los datos de asistencias, que se describe en el Capítulo 6, en el que se muestran las grandes sumas de dinero que mucha gente paga por membresías de gimnasio que muy rara vez utilizan. Sin embargo, los datos adecuados de los experimentos naturales son poco comunes y no se podría avanzar si se confiara solamente en estas fuentes de datos. Una solución es utilizar Pruebas Controladas Aleatorizadas (PCA). Estos son métodos experimentales que se utilizan generalmente en pruebas clínicas para identificar los efectos de los tratamientos: los efectos en los participantes experimentales que reciben un tratamiento de prueba se comparan con los efectos en los participantes experimentales en un grupo de control que recibe solo un placebo.

      Los economistas conductuales aprovechan estos métodos para comparar las respuestas de un grupo de control con las de un grupo de tratamiento.

      Sin embargo, como los experimentadores podrían encontrar dificultades para diseñar un equivalente socioeconómico de un placebo, el grupo de control en estos estudios no recibe ningún tipo de tratamiento. Esto significa que, mediante las PCA en la economía conductual, no es posible establecer si es la intervención misma la que cambia las conductas o si es solo algún equivalente económico de un efecto placebo de las personas que responden de forma positiva a cualquier intervención, independientemente de qué tan efectivo puede llegar a ser en realidad. No obstante, las PCA ahora son ampliamente utilizadas por los economistas de desarrollo conductual para estudiar los efectos de las intervenciones de desarrollo en los resultados socioeconómicos.

      Temas clave

      Existe una enorme fuente bibliográfica sobre la economía conductual; podría llenar una biblioteca por su cuenta. En esta edición de Una introducción muy breve, nos enfocaremos en algunos temas clave, cada uno analizado en los siguientes capítulos: qué nos motiva, cómo las influencias sociales nos afectan, cómo y por qué cometemos errores, cómo juzgamos los riesgos de forma correcta e incorrecta; nuestra tendencia al corto plazo; y cómo la personalidad, los estados de ánimo y las emociones controlan nuestras elecciones y decisiones. Una vez que estos principios conductuales y microeconómicos clave se hayan analizado, veremos de qué manera se pueden unir en un contexto macroeconómico conductual. Luego, se dirigirá la atención hacia las implicaciones de las políticas y las lecciones adoptadas por quienes establecen las políticas. Todo esto se ilustrará con diversos ejemplos de importantes estudios de políticas basados en perspectivas económicas conductuales.

      CAPÍTULO 2

      MOTIVACIÓN E INCENTIVOS

      Si pudiera observar a algunos de los economistas conversando entre sí (por ejemplo, en una conferencia), no tardaría mucho tiempo en escuchar la palabra “incentivos”. Los incentivos son el motor fundamental de un análisis económico. Estos motivan a las personas a trabajar más duro y mejor. Impulsan a los negocios a proporcionar más y mejores productos. Generalmente, los economistas dan por hecho que el dinero es el incentivo principal, y no hay duda de que puede proporcionar una medida de valor objetiva (aunque no necesariamente precisa ni justa). El dinero nos motiva en gran parte de nuestras vidas cotidianas. Determina los precios que se pagan o no se pagan por los bienes y servicios que se compran, así como los salarios que se ganan o no se ganan. Los precios y salarios más altos recompensan más y mejores situaciones de toma de decisión productivas. Los incentivos monetarios afianzan los mercados que coordinan las decisiones de muchas personas y negocios distintos.

      Como economista conductual, yo no pondría en duda la idea de que los precios y el dinero son poderosos incentivos que nos motivan a trabajar más duro y mejor, pero también se trata de una compleja variedad de otros factores socioeconómicos y psicológicos que controlan nuestra toma de decisiones. La motivación proviene de muchos otros factores además del dinero. Como profesional, quizás no me pagan tan bien como podrían hacerlo en el sector privado. Si analizo mis ganancias de toda la vida, quizás el hecho de ganar una pensión generosa y mucha más seguridad laboral explica por qué no estoy maximizando mis ganancias en la actualidad. Sin embargo, hay otro factor que influye, ya que existen áreas de mi trabajo que realmente disfruto; activan mis otras motivaciones no monetarias. A veces, pienso que si ganara la lotería y no tuviese que preocuparme sobre tener suficiente dinero para vivir, no renunciaría a mi trabajo. En ocasiones, mi trabajo me da un placer propio, bastante alejado del dinero que gano.

      Comparación entre motivaciones e incentivos intrínsecos y extrínsecos

      Vemos esto todos los días en nuestra cotidianeidad: en el trabajo, estamos motivados por diversas recompensas monetarias y no monetarias. La mayoría de las personas desea que le paguen por el trabajo que realizan, pero algunas personas no trabajan solo por el dinero. Es posible que algunas personas también se incentiven por las recompensas sociales, como una aprobación social, que proviene del trabajo duro y de tener un trabajo respetado. Algunas personas se ven motivadas por incentivos morales; por ejemplo, aquellos que trabajan por actos de caridad. Otros solo disfrutan lo que hacen y trabajan en dicha labor incluso si no es bien remunerada; es el ejemplo de muchos artistas.

      Los economistas conductuales captan estas influencias generales en las decisiones y elecciones y las categorizan en dos amplios grupos de incentivos y motivaciones: intrínsecas y extrínsecas.

      Motivación extrínseca

      Las motivaciones extrínsecas captan estos incentivos y recompensas ajenas a nosotros como individuos; por ejemplo, cuando el mundo y las personas alrededor nos motivan a hacer algo que, de alguna manera, no queremos hacer. Entonces, nuestras acciones se deben motivar por un factor ajeno a nosotros: necesitamos una motivación extrínseca en forma de un incentivo. Un incentivo común e importante es el dinero: trabajamos porque nos pagan un salario u honorario. Un incentivo externo más potente es la amenaza física. Sin embargo, las motivaciones intrínsecas pueden provenir de incentivos no monetarios; por ejemplo, recompensas sociales como la aprobación y el éxito sociales. Los salarios más altos, los buenos resultados en los exámenes, los premios y recompensas y la aprobación social son todas recompensas externas.

      Motivación