Rafael Echeverría

Por la senda del pensar ontológico


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Inglaterra y se realizará de la mano de Charles Darwin. Los seres humanos, argumenta Darwin, son parte de la propia evolución natural. Ellos pertenecen plenamente y por derecho propio al mundo de los fenómenos de la naturaleza. Nada de lo que acontece con ellos queda fuera del ámbito de la naturaleza y escapa a la posibilidad de análisis científico.

      Progresivamente se ha ido configurando una tensión entre dos grandes bloques: por un lado la sagrada alianza de la filosofía metafísica y el cristianismo, y, por el otro, una alianza diferente, entre el pensamiento científico acompañado por una filosofía empirista y naturalista, y una filosofía que coloca en el centro de su reflexión al ser humano. Los conflictos entre ambos bloques tuvieron durante un tiempo el carácter de escaramuzas aisladas y se mantenía la impresión que ambas orientaciones lograban convivir, aunque incómodamente.

      Durante más de un siglo, sin embargo, el bloque que suscribía las opciones antropológicas y naturalistas ha realizado importantes avances permitiéndole una confrontación más abierta y radical con la variante metafísica. Para llegar a ese punto fueron necesarios, por un lado, importantes desarrollos filosóficos que se registraron al interior de las dos corrientes que caracterizaran a la filosofía moderna.

      Desde muy temprano, la filosofía moderna se mostraba como una filosofía escindida. En una primera fase esta escisión estuvo representada por el racionalismo, inaugurado por Descartes, y el empirismo, se concentraba en Inglaterra. Immanuel Kant había procurado integrar estas dos corrientes y producir una gran síntesis en el desarrollo filosófico occidental. Pero mientras predominara el germen metafísico al interior del racionalismo filosófico, este sano esfuerzo de integración intentado por Kant parecía condenado al fracaso. Hegel se encargaría de demostrarlo y Feuerbach lo colocaría al desnudo. Serán necesarios nuevos desarrollos filosóficos para sacudir las cimientes del edificio metafísico y crear las condiciones para una confrontación directa.

      La intervención de Feuerbach en la historia de la filosofía deja en evidencia un importante vacío. No había en ella una respuesta adecuada a la pregunta sobre el ser humano. La contribución que posteriormente hiciera Darwin, si bien creaba un piso más sólido a la posibilidad de integrar la opción ontológica antropológica con la naturalista, no lograba resolver un problema que requería ser encarado filosóficamente: ¿qué es el hombre?, ¿qué significa ser humano?, ¿cómo pensar genéricamente el fenómeno humano? Estas serán preguntas que Feuerbach dejará planteadas para la posteridad.

      Estas preguntas serán respondidas desde diversos lados. Tres importantes filósofos, nacidos todos ellos en tierras alemanas, harán importantes contribuciones en esta dirección: Nietzsche, Heidegger y Buber. A mi modo de ver, Friedrich Nietzsche es el más destacado de todos ellos. Él aporta de manera contundente aquello de lo que Feuerbach carecía. Su propuesta tiene varios rasgos interesantes. El primero es el hecho de que Nietzsche no proviene de la filosofía y, por lo tanto, se encuentra menos contaminado de la herencia metafísica. Nietzsche se forma como filólogo, en el estudio de las lenguas clásicas.

      Ello le confiere a Nietzsche dos ventajas adicionales. La primera de ellas es que ello lo inclina a valorar la importancia que tiene el lenguaje en la respuesta sobre el sentido de lo humano. Con esto Nietzsche será el primero de los filósofos modernos en dar con uno de los elementos claves para responder a la pregunta por el ser humano. Pero la segunda ventaja –y quizás la más importante– es que su interés por los clásicos le permite resituarse en la encrucijada ontológica originaria, aquella que se produce en la antigua Grecia y que definiría los caminos de la reflexión filosófica.

      Para construir nuevamente una opción ontológica antropológica, pareciera entenderlo Nietzsche, es preciso acometer una revisión crítica profunda de las condiciones que habían dado origen a la opción metafísica. Era necesario colocarse nuevamente en aquella encrucijada que le diera nacimiento. La tarea no consiste tan sólo en ofrecer respuestas a las preguntas por el ser humano. De manera no menos importante, es preciso hacerlo desmontando simultáneamente los fundamentos de las respuestas metafísicas alternativas. Sólo así, parecía pensar Nietzsche, podremos asegurarnos de no caer en las trampas en las que originalmente había caído la metafísica, trampas que esta, por lo demás, todavía nos tendía.

      Todo ello lleva a Nietzsche a situarse en un lugar muy especial: aquel que da nacimiento a la figura de Sócrates. Ese, para Nietzsche, fue el punto de bifurcación fundamental en el que se compromete en definitiva la evolución metafísica posterior de Occidente. Sócrates es el primer filósofo que enfrenta la gran encrucijada ontológica ya perfectamente perfilada. Los sofistas, entre los cuales muchos situaban al mismo Sócrates, señalaban el camino de una ontología antropológica. De ellos toma Sócrates las bases para inaugurar la reflexión en torno a los problemas de la existencia humana.

      Pero una vez allí, los caminos se dividían. La reflexión que habían generado los filósofos naturalistas apuntaba en dos direcciones: el camino del devenir propuesto por Heráclito y el camino de ser sugerido por Parménides, camino que, como ya se sabía, desembocaba en la metafísica. Sócrates había tomado el camino de Parménides. Nietzsche entiende que él debe rehacer ese camino, situarse en esa misma bifurcación, tal como lo hiciera Sócrates, y seleccionar el camino de Heráclito. Con ello sería capaz de inaugurar una nueva filosofía sobre la existencia humana, evitando el derrotero metafísico.

      A mi modo de ver, ello resume lo fundamental del carácter de la empresa filosófica que se propone Nietzsche. A diferencia de Feuerbach, que se limita a señalar un camino, Nietzsche lo abre y transita por él. Al hacerlo deja abierto ese camino para que otros también lo transitemos. La propuesta de la ontología del lenguaje se sitúa al interior del camino propuesto por Nietzsche.

      Otros avanzarán también por esta misma senda. De entre ellos hemos destacado dos filósofos que nos parecen particularmente relevantes: Martin Heidegger y Martin Buber. Ambos realizan contribuciones filosóficas muy importantes en respuesta a las preguntas que nos dejara planteada la filosofía de Feuerbach. Todo ello es lo que se ha dado en llamar la filosofía continental, que se desarrolla en los países de la Europa continental y, muy particularmente, en Alemania.

      Unas breves palabras sobre Heidegger. Personalmente, pienso que hay dos vectores claves para entender adecuadamente su filosofía. El primero es la pregunta que la inspira. La pregunta central de Heidegger es aquella en la que Nietzsche ya había incursionado, aunque este se había negado a hacerlo de manera sistemática: ¿qué significa ser humano? Tomando como válida la opción ontológica antropológica, Heidegger sostiene que esta es «la pregunta ontológica» por excelencia17.

      Con ello, Heidegger le confiere al término ontológico una connotación particular, diferente del sentido amplio que nosotros inicialmente le conferimos al referirnos a la encrucijada ontológica y al identificar tres opciones ontológicas diferentes: la física, la metafísica y la antropológica. Heidegger restringe el sentido de lo ontológico al desarrollo de la opción antropológica. Pero ello expresa su reconocimiento que no es posible responder cabalmente a la pregunta por el ser humano, que nos plantearan Feuerbach y Nietzsche, sin volver a colocarse en esa encrucijada ontológica18.

      Al responderla, sin embargo, Heidegger se propone simultáneamente corregir el sesgo filosófico de Descartes, que había tomado la práctica del filósofo como fundamento de la existencia. Heidegger pareciera reconocer que no puede repetir ese error. Su respuesta filosófica, por lo tanto, procura sustentarse en las prácticas ordinarias de los seres humanos comunes. Uno de los referentes de la reflexión filosófica de Heidegger será, por ejemplo, la práctica del carpintero. Desde esa práctica, Heidegger examina cómo se constituye el mundo y cómo el propio carpintero se constituye a sí mismo.

      Feuerbach, Nietzsche y Heidegger son tres filósofos que no sólo apuntan hacia un camino diferente del tradicional, sino que cada uno de ellos expresa una crítica a través de la cual se procura desmontar las propuestas de tres filósofos claves al interior de esa tradición. Feuerbach