ese autor (Sorice, 2000: 75) cree que deben esclarecerse al menos ocho conceptos de base que subyacen a las definiciones normalmente más empleadas en el ámbito sociológico y mediológico, si bien estas referencias tendrán un carácter general que no eximen del análisis en torno a los fundamentos de la comunicación.
– Comunicación como contacto que, además, asume el concepto de comunicación como participación, es un concepto antiguo que relaciona la comunicación con la comunicación ferroviaria, carretera, canales, etc.
– Comunicación como transferencia de recursos e influencia que se refiere a la trasmisión de una propiedad, de un recurso o de un estado de un sujeto a
otro; en ella, hay necesariamente una actividad humana ni existe una dimensión interpretativa. Relacionada con esta acepción está la acepción de comunicación como influencia que posee varias direcciones interpretativas: a) comportamiento de un ser viviente que influye en otro o bien, b) cualquier tipo de emisión de una señal por parte de un organismo que influye en otro organismo. Esta acepción tiene su fundamentación en un modelo explicativo de carácter conductista o behaviorista y, en el estudio de la comunicación de masas, con la denominada teoría de aguja hipodérmica: la inoculación de mensajes, ideas, orientaciones sobre un público de masa considerado sustancialmente pasivo e incapaz de producir elaboraciones propias.
– Comunicación como paso (trasmisión) de información que se desarrolla de forma analítica en la posguerra cuando surge la necesidad de medir la información y comprender cómo se puede conseguir una mayor eficacia en la trasmisión de información, que concede la mayor relevancia posible a la fuente e implica la existencia de soportes tecnológicos para vehiculizar los flujos de información que presenta características específicas en la nueva sociedad de la información. En este ámbito explicativo se puede incluir el desarrollo de la teoría de la comunicación realizado por U. Eco.
– Comunicación como participación. En este caso, el proceso comunicativo debe entenderse como el envío de mensajes y, sobre todo, como el acto social de participación. Se trata de un sistema en el que los interlocutores producen su propia percepción de la realidad.
– Comunicación como inferencia. Es una acepción alternativa al concepto y modelo informacional que defiende que el proceso comunicativo no se sustancia en la trasmisión de información, sino más bien una actividad compleja de construcción de indicios y producciones de conjeturas (inferencias, implicaturas) sobre los indicios producidos por los interlocutores. La actividad deductiva consiste, pues, en la producción de instancias de pertenencia.
– Comunicación como intercambio que también se relaciona con el concepto de cooperación y, quizás, de competición. En esta acepción se incluyen formas particulares de comunicación tales como las estrategias de marketing o los ritos de carácter antropológico. Este concepto de intercambio implica que ambos polos poseen determinadas características.
– Comunicación como relación social. Constituye un caso particular de intercambio y tiene una evidente relevancia sociológica: la formación de una unidad social se realiza a partir de cada uno de los individuos mediante el uso del lenguaje o de los signos. Esta acepción es la base de muchas hipótesis de carácter psicológico.
– Comunicación como interpretación. Está basada en los presupuestos de la Hermenéutica y su idea central es que el disfrute de un texto no puede reducirse al acto de escuchar ni para aquél que lo descodifica; es necesario, en cambio, una actividad muy compleja que defina un proyecto, precomprensión, sobre la base de la hipótesis sobre el significado de profundo. En resumen, el concepto de interpretación recoge un proceso de reelaboración de todas las posibles direcciones de la comprensión. En este ámbito se incluyen teorías que están incluidas en el círculo hermenéutico y en las tesis, como la de Eco, relacionadas con la interpretación y el uso, así como teorías semióticas ligadas a la elaboración de descodificación aberrante.
Aún valorando la riqueza teórica que supone la gran variedad de definiciones de comunicación, preferimos optar, en consonancia con otros autores, y referirnos únicamente a aquellas definiciones que inciden en la concepción de la comunicación como proceso e interacción entre los agentes que participan en el mismo, como emisor/emisores y receptor/es, como productores y receptores e intérpretes de los textos o productos que albergan determinados mensajes codificados de formas plurales y variados. Esta opción se debe básicamente a la relevancia de esa forma de concebir, explicar e interpretar la comunicación a la hora de construir su definición como síntesis de elementos constantes que, debido a su propia e ineludible dinámica, aparece configurado de formas diferentes en función de las variadas situaciones comunicativas que, por otra parte, constituye el supuesto fundamental para realizar una aproximación coherente y adecuada a las formas y niveles de la comunicación que actualmente todos los autores reivindican como parte del objeto de las teorías y de la Ciencia de la Comunicación.
Ya hemos aludido a la definición de la comunicación humana dada por Rosengren (2001: 52-53) y que se deriva de los requisitos siguientes:
Interacción (influencia recíproca) que sea intersubjetiva (conocida mutuamente) e intencional, voluntaria y se realiza a través de un sistema de signos basado fundamentalmente en un sistema de símbolos verbales caracterizados por la doble articulación que, a su vez, se basa en sistema completo que incluye la fonética, la sintaxis, la semántica y la pragmática; en otros términos, «la comunicación es una interacción intersubjetiva y voluntaria mediante un lenguaje humano basado en la doble articulación y en un sistema simbólico».
En términos similares se expresa Livolsi (2000) cuando afirma que la comunicación, como hemos dicho, es el proceso por el cual Q1 dice alguna cosa a Q2 sobre la base de motivaciones particulares y para conseguir objetivos determinados en una específica situación-contexto. La parte ‘dice alguna cosa’ significa que Q1 usa uno o más códigos lingüísticos (por ejemplo, la palabra) para expresar los contenidos. Los códigos son los instrumentos utilizados para comunicar. Casi siempre la atención (especialmente de los no especialistas) se refiere más a qué cosa se dice que a cómo se dice. Esto sucede en todo tipo de comunicación, desde el saludo a la relación íntima, a la ficción televisiva, etc. En resumen, también el modo de decir las cosas está determinado por el contexto en el que se desarrolla la situación. El efecto contexto determina la elección de los códigos particulares y tiene en cuenta, entre otras cosas, la eventual asimetría de poder entre los dos partner cuando uno de ellos tiene más prestigio o poder que otro.
Para este autor (Livolsi, 2000: 16), no obstante, sólo
hay comunicación cuando Q1 dice algo a Q2, pero sólo si se trata de la fase inicial del proceso de comunicación pero, en realidad, la comunicación se realiza verdaderamente cuando Q2, que ha recibido la información, la descodifica, la comprende, la valora y, consecuentemente, responde a Q1, cualquier tipo de respuesta, aunque sólo sea una inclinación de cabeza para expresar acuerdo o desacuerdo. Sólo después de la respuesta de Q2 se puede hablar, efectivamente, de proceso de comunicación; de lo contrario, se debe, como máximo, afirmar que Q1 ha emitido señales que no han sido recibidas. La comunicación presupone tanto el envío como la recepción de una señal, es decir que Q2 haya sido implicado y haya recibido una señal que ha interpretado, no importa si de forma absolutamente exacta.
Serrano (1984: 37-51) en el primer capítulo de la Semiótica presenta una delimitación de la comunicación, de sus elementos y del proceso de comunicación desde una perspectiva semiótica que expresa de esta manera:
Si en la historia del pensamiento, afirma, de los últimos treinta años hemos de buscar una palabra clave, sin duda esta palabra es «comunicación». Ya señalábamos en el primer capítulo la importancia excepcional que ha tenido el tema de la comunicación, verbal y no verbal, en el desarrollo de la semiótica. En realidad, y como es natural, el estudio de los signos siempre ha sido relacionado con el concepto de comunicación, así como con el de pensamiento. Decíamos: no hay pensamiento sin signos: y decimos: no hay signos sin comunicación. En estricta lógica podemos decir: no hay pensamiento sin comunicación. Todos estaremos de acuerdo en que buena parte de nuestra actividad resulta ser una actividad comunicativa. Es tan natural