estudios de la comunicación, el que hemos denominado de normalización, se soporta básicamente en la demarcación científica de esos estudios de acuerdo con los postulados que, desde la epistemología y filosofía de la ciencia, se exige a todo conocimiento científico y en el reconocimiento de esos estudios como campo específico y autónomo del saber tanto por la comunidad científica como por la académica.
Desde nuestro planteamiento, a partir de 1960, la investigación de los fenómenos comunicativos está consolidada y normalizada pero, al mismo tiempo, factores diversos (los cambios sociales, la evolución de la teoría científica, la implantación y predominio de nuevos medios de comunicación y las perspectivas de acercamiento y valoración de los mismos, en especial la televisión, la incidencia de las infraestructuras tecnológicas, la nuevas formas de acceder a la información, han hecho que surjan, en el campo científico de la comunicación, paradigmas diversos que intentan responder a las exigencias provenientes de las conformaciones complejas que va presentando el objeto de investigación y, desde luego, a los postulados implantados desde la Teoría de la ciencia.
La normalización a la que estamos aludiendo no significa, en modo alguno, unanimidad o univocidad paradigmática; antes bien, durante este largo período, y como ocurre en el resto de las ciencias sociales y naturales, uno de los rasgos más significativos es la convivencia de modelos explicativos y teorías alternativas, complementarios y, raramente, contrarios. Al fin al cabo, los paradigmas son propuestas de comprensión, análisis e interpretación de una realidad, en este caso la comunicativa, seleccionada como objeto de explicación e investigación que, por lo tanto, deben estar atentos a la evolución de la complejidad de los fenómenos comunicativos y, desde luego, a las novedades ofrecidas por la teoría científica en general que ofrece nuevos marcos y postulados metateóricos que pueden ser trasladados a los campos de conocimientos específicos
A modo de resumen, a partir de los años setenta surgen, en el ámbito de la comunicación y del resto de las ciencias sociales, paradigmas que adquieren especial relevancia representativa y explicativa debido a la adecuación que presentan con respecto a la situación real del sistema comunicativo (producción, productos, circulación y consumo) y a la adaptación de los modelos científicos en general a la realidad comunicativa en particular.
Por otra parte, en casi todos los casos parten de la concesión de un estatuto científico autónomo a la comunicación e información, superando, pues, la dependencia y subsidiariedad respecto a disciplinas como la Sociología o Psicología, lo cual no significa en modo alguno dejar de lado las ineludibles interrelaciones con otros factores o subsistemas que conforma el entramado sistémico de la sociedad.
Estructuralismo, Semiología y Semiótica, Estudios Culturales, etc., son paradigmas que responden a esos rasgos detallados anteriormente y que ofrecen, en contraste con lo que ocurría con el Funcionalismo y la Teoría crítica, la particularidad, por un lado, de tener vigencia mundial y no exclusivamente en uno u otro continente, por más que su aplicación pueda presentar algunas particularidades en las comunidades científicas de cada país; por otra, la de afrontar el fenómeno comunicativo en su totalidad y no sólo de modo más bien fragmentario como ocurría tanto en el Funcionalismo como en la teoría Crítica. Como es lógico, por otra parte, el predominio de estos paradigmas no significa la desaparición de los anteriores que, con revisiones y adaptaciones a los cambios del propio objeto de investigación, la realidad comunicativa, seguirán siendo cultivados por los investigadores de la comunicación.
En las últimas décadas del siglo XX, la peculiaridad de la normalización de los estudios de la comunicación proviene fundamentalmente de que los investigadores desarrollan su actividad en el contexto histórico de la Sociedad de la Información. En ella se produce el pleno reconocimiento académico y social de la investigación comunicativa y de sus investigadores, al mismo tiempo que se asiste a una notable diversificación teórica y metodológica.
En conclusión, afirma Saperas (1998: 106-107), las últimas décadas del siglo XX han significado la aparición de:
Una generación caracterizada por la diversidad teórica. Sin embargo, también será una generación del diálogo y del intercambio de experiencias académicas. Esta situación vendrá dada por el hecho de situarnos en un momento de transición histórica, de cambio del sistema comunicativo y de pérdida del valor de los grandes paradigmas teóricos. Es una generación que integra a la investigación la dimensión macrosocial aplicada al estudio de la comunicación de masas, rompe con el modelo lineal del proceso de comunicación e incorpora componentes estructurales. Es una generación que incorpora abiertamente los métodos cualitativos a la investigación comunicativa: la observación participativa, las encuestas en profundidad, las técnicas etnográficas, las técnicas de observación directa intensivas, el estudio cualitativo de los mensajes, la tematización, el estudio de la situación de recepción, entre otras. Sin embargo estas formas cualitativas conviven con los métodos cuantitativos, experimentales y aplicados. Es una generación que crea una teoría de la comunicación que se define como disciplina académica autónoma, pero sin renunciar a mantener un estrecho contacto con científicos sociales. Por ello, actualmente, no podemos entender la actual evolución de la sociología o la ciencia política o de las disciplinas lingüísticas sin su creciente interés por incorporar las implicaciones del sistema comunicativo sobre sus propios objetos de estudio.
1.3.2 Supuestos para la aproximación científica a la comunicación actual
1.3.2.1 Las dimensiones de la realidad comunicativa
La Epistemología y la Filosofía de la ciencia actuales consideran que el proceso de investigación ha de girar en torno al objeto que, teniendo como referencia la realidad que se pretende estudiar, se delimita de acuerdo con unos parámetros, factores o supuestos específicos.
La realidad comunicativa, el sistema comunicativo, en definitiva la comunicación, forma parte, como subsistema, de la sociedad contemporánea (sistema) y, por lo mismo, ha de entenderse como un fenómeno complejo debido a los factores que convergen en él, bien como marco para el desarrollo del proceso comunicativo o bien como elementos estructurantes del mismo. La adecuación y eficacia de los paradigmas que pretendan afrontarlo, de forma genérica o en alguno de los aspectos, deberán, pues, asumir esa complejidad como supuesto y principio determinante para ensayar su explicación e interpretación.
Al mismo tiempo, la comunicación e información actuales son el resultado de la incidencia determinante de las llamadas nuevas tecnologías, sobre todo las relacionadas con la informatización, la digitalización y la realidad virtual, que constituyen la base de nuevas formas de percibir, representar, comunicar y conocer (Bettetini y Colombo, 1995: 29-39). Al decir de Ramonet (2000: 12):
La comunicación se ha visto afectada en los últimos veinticinco años por transformaciones tecnológicas de gran envergadura. Transformaciones tecnológicas que han modificado no sólo el campo de la comunicación sino que han modificado, en realidad, el contexto general de nuestras sociedades. Pero de hecho, evidentemente, son tecnologías, se llaman nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, que han afectado, muy directamente, al campo de la comunicación».
La delimitación de la realidad comunicativa actual como objeto de investigación definido por la complejidad supone, como hemos dicho, partir de la complejidad de la propia sociedad contemporánea dentro de la cual se enmarca la dinámica comunicativa a la que pretendemos enfrentarnos y, por consiguiente, el punto de partida para definir los fenómenos comunicativos actuales ha de ser el diagnóstico de la sociedad actual que, en la mayoría de los casos, se denomina con términos o expresiones que aluden al factor informativo: sociedad o era de la información, sociedad informacional, sociedad digital.
Un aspecto fundamental del diagnóstico sobre la sociedad actual hace referencia a la trascendencia de la revolución tecnológica y, de forma especial, de la revolución que conllevan las tecnologías de la información (Castells, 1997: 44-45). Es decir, los especialistas conceden un lugar preferente a la comunicación e información, a sus industrias y a sus productos, en la estructura y desarrollo de la propia sociedad. Esto es, las industrias de la información y de la comunicación y las actividades relacionadas con ese complejo industrial ocupan cada vez un mayor número de personas y significan