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Conocimiento y lenguaje


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Ciencia, tecnologías y comunicación

      Como hemos señalado reiteradamente en este trabajo, un factor especialmente relevante e importante para definir la complejidad de los fenómenos comunicativos es el componente tecnológico de la producción comunicativa e informativa. Es cierto que caben diferentes interpretaciones sobre el papel que se les asigna en la conformación de los productos, en el conjunto del proceso de producción, circulación y recepción e incluso en la explicación de la evolución de la sociedad, pero hoy en día no podemos limitar la valoración de las tecnologías al ámbito infraestructural o de soporte de la dinámica comunicativa, puesto que la mayoría de los especialistas están de acuerdo en que el factor tecnológico (la informatización, la digitalización y los artefactos de la realidad virtual) es un elemento constitutivo de los productos comunicativos en cuanto a su producción y percepción (Gubern, 1996) y, por lo mismo, ha de ser considerado elemento indispensable de su definición.

      Las nuevas teorías de la comunicación, por consiguiente, están obligadas a conceder a las tecnologías un papel imprescindible en la delimitación del objeto y en los procesos de investigación y, para ello, a nuestro parecer, es preciso incidir en este trabajo en las aportaciones que la filosofía de la tecnología puede aportar a la planificación y formulación de una teoría compleja de la comunicación, puesto que, por otra parte, es uno de los ámbitos que, hasta el momento, los teóricos de la comunicación han relegado normalmente. Como afirma J. Echeverría (2000: 249):

      Tanto los sociólogos de la ciencia como los filósofos de la ciencia han comenzado a hablar de tecnociencia en los últimos años, rompiendo la separación tradicional entre ciencia y tecnología. En la medida en que los filósofos, los sociólogos y los historiadores estudian la ciencia contemporánea, y no sólo la ciencia moderna, la componente tecnológica de la actividad científica resulta inexorable.

      Las acotaciones que presentamos a continuación, no obstante, han de entenderse como una propuesta de trabajo y no como una formulación de un paradigma científico. Por ese motivo, centraremos la atención en aquellas cuestiones que los filósofos de la ciencia y de la tecnología consideran fundamentales para delimitar ese ámbito del saber, para marcar los pasos de la dinámica investigadora y asumir algunas de las posibles implicaciones que la integración de la tecnociencia tendrán en la formulación de los nuevos paradigmas que pretendan afrontar la comunicación desde la complejidad. En palabras de Castells (1998: 360):

      Sin examinar la transformación de las culturas en el nuevo sistema de comunicación electrónico, el análisis general de la sociedad de la información fallaría por su base. Por fortuna, aunque haya discontinuidad tecnológica, existe en la historia una gran continuidad social que permite el análisis de las tendencias mediante la observación de las que han preparado la formación del nuevo sistema durante las dos últimas décadas.

      La bibliografía sobre esta nueva perspectiva científica comienza a ser, también en nuestro país, muy abundante (López Cerezo y Sánchez Ron, 2001; Broncano, 2000; Quintanilla, 1989, 2000; González, López Cerezo y Luján, 1997; Medina, 1989; Muguerza y Cerezo, 2000) y está adquiriendo un elevado grado de especialización en torno a los diversos aspectos y cuestiones objeto de su preocupación. Nuestro interés, dentro de los límites de este trabajo, se reduce únicamente a plantear la exigencia y necesidad de recurrir a esta disciplina como requisito de la adecuación y eficacia de los paradigmas comunicativos y, por eso mismo, nos limitaremos a subrayar algunas cuestiones básicas.

      Teniendo en cuenta ese diagnóstico, es evidente que el cambio acaecido en el contexto externalista puede servir para justificar la aparición de un nuevo paradigma en el ámbito de la comunicación, más aún cuando la relación entre comunicación y sociedad quizás sea la clave para entender esta nueva sociedad y que, por lo tanto, obligue a replantear tanto la definición de la comunicación e información como la delimitación de la propia sociedad contemporánea dado que la nueva comunicación se ha convertido en el soporte indispensable de la globalización que, con todas sus ventajas e inconvenientes, parece ser su característica más relevante.

      Junto a esos cambios coyunturales de la sociedad, es preciso resaltar también la evolución que ha tenido lugar en el contexto científico que hace referencia al conjunto de las ciencias y de la investigación científica y, como ya hemos anotado, a ciertos aspectos relacionados con la filosofía de la ciencia y de la epistemología como pueden ser: el concepto de ciencia, el estatuto y clasificación de las ciencias, el proceso de investigación, el papel del investigador, que tiene que ver, entre otras cosas, con la integración de la tecnología dentro del ámbito de la teoría científica.

      Llámese cambio o revolución científica, es evidente que las teorías o paradigmas que pretendan estudiar la comunicación de una forma adecuada y coherente no pueden prescindir ni de los condicionantes o determinaciones que impone la naturaleza del objeto, la realidad comunicativa actual, ni el bagaje epistemológico vigente en el ámbito de la comunidad científica internacional. Por esta razón, y a modo de sugerencia, concluiremos el trabajo sugiriendo algunas pautas para desarrollar investigaciones parciales o globales en el campo de la comunicación.

      El postulado de la complejidad del objeto ha de ser, sin duda, un requisito ineludible y así lo han entendido los investigadores que han formulado y desarrollado paradigmas como la Sociosemiótica, la Economía Política de la Comunicación o los Estudios Culturales. No obstante, por razones fácilmente comprensibles si se estudian los objetivos de dichas teorías y las delimitaciones del objeto de investigación que proponen, no han cumplido con todas las exigencias que impone la complejidad de los hechos comunicativos y que supone considerar el conjunto de dimensiones que conforman su naturaleza.

      Para avanzar coherentemente en esa dirección es preciso, sin duda, superar la parcialidad que, con respecto a la delimitación del objeto y a la conformación de un modelo explicativo, supone la fragmentación del conocimiento y de la investigación en ámbitos disciplinares y avanzar hacia la transdisciplinaridad, que no es la suma de los resultados de cada disciplina, sino la conformación de un modelo complejo en el que se interrelacionen las diferentes perspectivas disciplinares de manera que puedan abarcar las plurales dimensiones del objeto.

      En el caso de los hechos comunicativos, el modelo deberá interrelacionar su naturaleza retórica, semiótica y tecnológica con su dimensión política, socioeconómica e ideológica y, por lo mismo, construir un modelo que, partiendo de la sociedad como sistema global, establezca las interrelaciones e interdependencias existentes entre los subsistemas político, social, económico y cultural e ideológico dentro del cual se enmarcan específicamente los productos comunicativos e informativos, si bien, precisamente por las interrelaciones mencionadas, los hechos comunicativos superan esa dimensión y adquieren peculiaridades que provienen del resto de subsistemas.

      El desarrollo y aplicación de ese modelo nos conduce a diseñar la investigación, al menos la de carácter global, desde una perspectiva transdisciplinar que sólo puede llevarse a cabo por medio de equipos de trabajo que, aún aportando la peculiaridad de las perspectivas de los investigadores de cada disciplina específica, tengan como objetivo fundamental diseñar y desarrollar aproximaciones globales.

      El corpus conceptual y terminológico, en fin, quizás sea el que mayor dificultad conlleva porque, como han puesto de relieve diversos estudiosos, el transcendental cambio que ha sufrido la realidad comunicativa en su conjunto debido, sobre todo, a la incidencia o determinación de las nuevas tecnologías. Por esa razón, quizás se deba hablar de un nuevo espacio conceptual que lleva consigo nuevas formas de nombrar sus elementos, nueva terminología (espacio conceptual original y nuevo vocabulario) que ha de extenderse al proceso de producción, a los elementos que conforman los productos y a las formas de percepción (abril 1997: 112-140).

      Se hace necesario un encuentro inaplazable entre la teoría lingüística y la teoría de la comunicación, preocupada ésta especialmente por los discursos mediáticos, por la comunicación social en general. Lo cual constituye, desde nuestra perspectiva, no una cuestión de importancia menor sino fundamental; es evidente el desencuentro entre investigadores lingüistas y teóricos de la comunicación