AAVV

Conocimiento y lenguaje


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que intervienen.

      Es evidente, por tanto, que el objeto de investigación que hemos denominado texto o discurso mediático, tiene entre sus elementos formantes el lenguaje natural, que aporta a la complejidad o complementariedad del mismo sus particularidades constitutivas y, al mismo tiempo, adquiere nuevas dimensiones constitutivas y mediáticas al interactuar de acuerdo con las normas codificadoras de los sistemas comunicativos de los diferentes discursos mediáticos.

      Los discursos mediáticos de la llamada «sociedad o era de la información» son, en conclusión, instrumentos vehiculizadores específicos de la interacción comunicativa dominante protagonizada por los miembros de la sociedad contemporánea; constituyen la conformación de un lenguaje específico, en el que intervienen de forma complementaria e interconectada una pluralidad de lenguajes que han surgido o dominado en diferentes momentos de la sociedad, pero que forman parte en la actualidad de un nuevo lenguaje con rasgos específicos y peculiares al tiempo que distinto de los anteriores, por más que todos y cada uno de ellos, y concretamente el lenguaje natural (oral o escrito), forme parte de él con su propia naturaleza y adquiriendo, sin duda, nuevas dimensiones. Como afirma Van Dijk (1998: 244-245):

      Con los mensajes visuales, esto resulta por cierto más fácil y, en algunos casos, más efectivo que por medio del discurso. Pero, en general, no hay un código semiótico tan explícito y articulado como el lenguaje natural (y, por supuesto, diversos lenguajes por señas) para la expresión directa de significados, conocimientos, opiniones y diversas creencias sociales. Si una imagen vale más que mil palabras, esto se debe fundamentalmente a los detalles visuales que resultan difíciles de describir verbalmente. Esto significa que las imágenes pueden ser particularmente apropiadas para expresar la dimensión visual de los modelos mentales. Si las imágenes expresan opiniones o creencias generales e ideologías, lo hacen más bien indirectamente y, en consecuencia, necesitan interpretaciones (indeterminadas). Esto no significa que, en la comunicación, esas expresiones indirectas de opiniones e ideologías sean necesariamente menos persuasivas. Por el contrario, una fotografía dramática de una escena, acontecimiento o persona específicos, puede ser un medio mucho más «poderoso» que las palabras para la expresión de opiniones. Sin embargo, esta persuasión está basada, precisamente, en lo concreto del «ejemplo», y necesita inferencias por parte del lector sobre lo que la imagen realmente «significa», como también sucede con la narración de historias basada en modelos, u otros ejemplos utilizados para transmitir opiniones e ideologías.»

      Desde estas pautas que tratan de delimitar el objeto de investigación, derivan el papel de la teoría lingüística, cualquiera que sea el paradigma que se elija como más adecuado, y la función que debe cumplir esta disciplina a la hora de tratar los discursos mediáticos.

      La lógica empleada en la selección del objeto y en especificar sus peculiaridades conduce a incidir en dos aspectos: el estudio del lenguaje natural como realidad autónoma y como parte de la complejidad mediática, y aludir a la función que debe desempeñar el lenguaje. En primer lugar, la autonomía del lenguaje natural, oral o escrito, como elemento formante de los diferentes lenguajes mediáticos, diferentes según los medios de comunicación a los que pertenecen, implica la aplicación de la teoría lingüística a su objeto específico de investigación y, por tanto, supone la intervención de un modelo de aproximación que despliega todo el bagaje teórico y práctico, epistemológico y metodológico, para analizar el lenguaje oral o escrito como objeto específicamente lingüístico, de acuerdo con el paradigma explicativo que se elija como adecuado y eficaz.

      Desde esa perspectiva, la teoría lingüística no debe sufrir alteración o revisión significativa, puesto que simplemente constituye la actuación más pertinente y quizá rutinaria de dicha disciplina, y, por lo mismo, permite valerse, hacer uso del modelo explicativo, de la delimitación científica del objeto, del corpus terminológico y de los mecanismos metodológicos que se consideren oportunos. Por resumir de algún modo lo anotado hasta el momento con respecto a la aproximación lingüística a los discursos mediáticos, podríamos afirmar que el lenguaje natural puede ser analizado desde la perspectiva analítica e interpretadora (sea generativa, cognitiva, pragmática, funcionalista, etc.) que se considere adecuada y eficaz (Echeverría, 1999; Gavaldà, 1999; López García, 1996; Van Dijk, 1998).

      La particularidad, no obstante, surge cuando el lenguaje no se considera como objeto autónomo sino como un formante que interactúa con otros lenguajes como formante del discurso mediático estructurado como objeto complejo. En este sentido, la Lingüística, como disciplina científica, carece igualmente de autonomía y ha de funcionar como campo del saber incluso dentro de otro macrocampo, que se enmarca en el ámbito de la teoría de la comunicación, sea cual sea el paradigma explicativo e investigador seleccionado.

      Con esta perspectiva compleja e interdisciplinar, es necesario realizar dos acotaciones sobre el papel y la forma de intervenir de la Lingüística. La primera se refiere a la necesidad de que el paradigma lingüístico asuma la particularidad que adquiere el lenguaje natural como elemento complementario de otros lenguajes empleados en las producciones, representaciones y puestas en escenas mediáticas (periodismo escrito, programación radiofónica, televisiva, hipertexto o multimedia) y que, por tanto, adquiere dimensiones no contempladas en el análisis del lenguaje oral o escrito como objeto autónomo.

      La segunda supone el reto más importante e ineludible de la Lingüística y, sin duda, la aportación más necesaria, puesto que no se ha llevado a cabo hasta el momento, por razones diversas enunciadas al principio de este trabajo. La Lingüística ha de desarrollar, junto a otras disciplinas, un modelo adecuado para analizar e interpretar el discurso mediático conformado de forma compleja.

      La Lingüística, en este caso, pierde, por supuesto, la autonomía explicativa e investigadora, pero adquiere una nueva dimensión y abre un nuevo campo de aplicación de esta disciplina, que se deduce de su participación en un modelo y programa interdisciplinar.

      La reivindicación fundamental (si es correcta esta expresión) que corresponde a la Lingüística es exigir al resto de disciplinas implicadas en este modelo y programa que asuman la aportación de la teoría lingüística a la comprensión e interpretación de los discursos, textos mediáticos, en los que, como anotamos en la delimitación del objeto, el lenguaje natural, asume el papel de figura por encima del valor de lenguajes que aparecen como fondo discursivo, en términos de la perspectiva lingüística cognitivo-perceptiva.

      Por otra parte, y desde el razonamiento expresado en el párrafo anterior, la Lingüística está obligada a asumir la particularidad que introduce en la definición del lenguaje su papel de fondo cuando otros lenguajes actúan como figura en la producción y representación de los productos o discursos mediáticos.

      En uno y otro sentido y desde ambas perspectivas, es evidente que la Lingüística se interna en un campo científico explicativo e investigador en el que, por otra parte, está obligada a intervenir y colaborar, puesto que constituye el campo científico específico de la nueva comunidad científica que ha de ser entendida como colectividad intelectual según Levy (1998).

      Esta obligación deriva de un doble supuesto que convierte en irrenunciable la intervención de la Lingüística. En primer lugar, la consideración de que los discursos y lenguajes mediáticos de los medios audiovisuales e informáticos representan un avance o al menos una nueva modalidad discursiva de lenguaje, diferente, quizá más compleja que la del lenguaje natural. En segundo lugar, la constatación de que el lenguaje natural es parte relevante de esos nuevos lenguajes y discursos y, por lo mismo, la ausencia de la aproximación lingüística comportaría no sólo una gran ausencia explicativa sino también la radical imposibilidad de realizar un estudio adecuado y coherente de los mismos.

      1.4.3 Los retos de los lingüistas en la era de la información

      El panorama epistemológico, metodológico, investigador, diseñado en los epígrafes anteriores conduce a plantear y, en cierto modo, recalcar algunas sugerencias irrenunciables a los estudiosos del lenguaje que, por otra parte, hasta el momento no han dado muestras quizá significativas de haber asumido los retos evidentes que plantean las manifestaciones de los nuevos lenguajes a todas luces dominantes en la actual sociedad de la información.

      El