De esta lista, Jameson deduce tres rasgos distintivos:
1)La mayoría de estos postmodernismos emergen como reacciones contra las formas establecidas del alto modernismo. El carácter provocativo y transgresor de muchas de las vanguardias fue domesticado y asimilado por instituciones como las universidades, los museos, las galerías de arte y las fundaciones. Para Jameson podremos descubrir tantos postmodernismos como modernismos, ya que el postmodernismo es contemplado siempre como una reacción contra algo anterior. La unidad del postmodernismo habrá que buscarla, pues, no en el postmodernismo mismo, sino en el modernismo precedente al que busca desplazar.
2)La difuminación o total transgresión de las fronteras entre disciplinas, movimientos, etc., y muy especialmente, la existente entre la “alta cultura” y la cultura popular o la cultura de masas. Gran parte del postmodernismo se ha sentido fascinado por aquellas formas que habían sido marginadas o ignoradas por la élite cultural que dominaba los centros de poder académicos. El kitsch, las series de TV, el filme hollywoodiense de serie B o la paraliteratura y los subgéneros (romance, misterio, ciencia-ficción, fantasía), son incorporados al repertorio postmodernista. Jameson enfatiza aquí la diferencia entre una literatura modernista, confinada principalmente a los círculos académicos y que “citaba” tales textos, y otra postmodernista que hace de ellos el arsenal básico de su producción artística, sin importarle su origen puramente comercial.
3)Una tendencia similar puede apreciarse en las circunvoluciones de la “teoría” contemporánea. A diferencia del modernismo, que creía en los límites entre las diferentes disciplinas (filosofía, ciencias políticas, sociología y crítica literaria), los nuevos discursos críticos del postmodernismo tienden a englobarse bajo la ambigua denominación de “teoría”. Un ejemplo paradigmático de esta tendencia es, para Jameson, la obra de Foucault, difícilmente clasificable y para la que etiquetas como “filosofía”, “historia”, “teoría social” o “ciencias políticas”, resultan insuficientes.
Pero el término “postmodernismo” no es, en la opinión de Jameson, un estilo sino un concepto de periodización que sirve para conectar la emergencia de nuevas formas culturales con la emergencia de un nuevo tipo de vida social y de un nuevo orden económico. El nuevo orden al que se refiere Jameson ha sido conocido como “modernización”, “sociedad postindustrial”, “sociedad de consumo”, “sociedad de los medios de comunicación” o “del espectáculo”, o “capitalismo multinacional”. Cronológicamente Jameson sitúa sus orígenes en el periodo de la posguerra en los Estados Unidos. Los años sesenta representarían un periodo en el que este nuevo orden (caracterizado, entre otras cosas, por el neocolonialismo, el ecologismo y la revolución electrónica) sería, a un mismo tiempo, consolidado y cuestionado por sus propias contradicciones. El nuevo postmodernismo expresa, según Jameson, “la verdad inherente del nuevo orden social del capitalismo tardío”. A continuación, pasa a discutir los dos rasgos principales que definen la experiencia postmodernista en el espacio y el tiempo, respectivamente; el pastiche y la esquizofrenia.
En su discusión sobre el pastiche distingue este fenómeno de otro frecuente asociado con él: la parodia. Ambos implican la imitación de un estilo peculiar o único, pero si la parodia establece una distancia desde la que el autor ironiza sobre los defectos, manierismos estilísticos o excentricidades de otros estilos, el pastiche carece, desde el punto de vista de Jameson, del motivo ulterior de la parodia; es parodia sin sentido del humor, sin impulso satírico, sin risa, o blank parody, como lo define él mismo. Para entender este cambio en el uso de las formas paródicas Jameson introduce un motivo recurrente en el postestructuralismo: “la muerte del sujeto”, o el fin del individualismo como tal. Si la estética modernista estaba asociada con la existencia de un sujeto único, de un estilo propio como expresión de la identidad individual, ese tipo de individualismo y de culto cenobial del yo es algo relegado al pasado. En la era del capitalismo corporativo, de las burocracias financieras y de la explosión demográfica, no hay lugar para el sujeto individual burgués. Pero la crítica del sujeto individual por parte del postestructuralismo va más lejos, hasta el punto de afirmar que tal sujeto no ha existido nunca en realidad y solo podemos hablar de él como un mito o mistificación filosófica y cultural. De aquí que el pastiche sea el correlato estético perfecto de este cambio en la dominante socioeconómica. En un mundo que desconfía de la innovación estilística y de la originalidad creativa, la única alternativa cultural es la imitación de los estilos muertos, la canibalización de los estilos en el museo de la historia.
Un breve análisis de los llamados “nostalgia films” (American Graffitti, Chinatown, The Conformist, entre otros) y de la nueva novela histórica (E. L. Doctorow) lleva a Jameson a contemplar el uso recurrente del pastiche en la representación de la historia, como una “síntoma alarmante” de la incapacidad de la cultura del capitalismo tardío para tratar el tema del tiempo y de la historia. Estamos condenados a buscar el pasado histórico en las imágenes y estereotipos que la cultura popular ha creado acerca de ese pasado, sin que el pasado en sí mismo pueda ser atrapado. El tratamiento de la esquizofrenia en Jameson procede de la antropología lingüística de Lacan. De acuerdo con el modelo lacaniano, la esquizofrenia consiste en la ruptura en la relación entre los significantes. Puesto que los significantes se encuentran dispuestos en una cadena temporal, la disolución de esta cadena condena al sujeto esquizofrénico a vivir en un presente perpetuo. La experiencia esquizofrénica es una experiencia de aislamiento, desconexión, y discontinuidad entre significantes que no consiguen organizarse dentro de un todo coherente. En su aislamiento tales significantes alcanzan una mayor intensidad material una naturaleza más vivida. La disociación del significante en la cadena lingüística y la consiguiente pérdida del significado, llevan a la transformación del significante en imágenes, en pura representación, cuyo valor referencial permanece fluctuante.
Los rasgos formales del postmodernismo (“la transformación de la realidad en imágenes y la fragmentación del tiempo en una serie de presentes perpetuos”) se corresponden, pues, con la emergencia de un nuevo momento del capitalismo tardío. A diferencia del modernismo que se enfrentaba a su marco social de modo crítico, Jameson ve en el postmodernismo una fuerza que replica y refuerza la lógica del capitalismo consumista. ¿Hasta qué punto es posible la emergencia de formas que se resistan a esa lógica? Esta es la pregunta con la que concluye su ensayo inicial sobre el postmodernismo.
En las dos versiones de su ya clásico ensayo “Postmodernism, or the Cultural Logic of Late Capitalism” (1984 y 1991), retoma esta pregunta y aunque no llega a ofrecer una respuesta satisfactoria, esboza al menos un breve programa de lo que podríamos denominar una estética de oposición al capitalismo multinacional.7 Pero las dos innovaciones más importantes de este nuevo ensayo consisten en una profundización del análisis socioeconómico de la postmodernidad y en una suavización de los tintes negativos con que en un principio aparecía representado el postmodernismo cultural.
Siguiendo estrechamente el análisis que Ernest Mandel lleva a cabo de la actual condición socioeconómica, Jameson considera que se ha producido un cambio en la organización económica mundial. Pero este cambio no apunta hacia una superación del capitalismo, como sugieren analistas conservadores, sino a una intensificación de sus formas y energías. Jameson retoma la periodización del capitalismo llevada a cabo por Mandel. Este distingue tres etapas en su evolución: capitalismo de mercado, capitalismo de monopolio o imperialismo y capitalismo multinacional. De acuerdo con Jameson, el capitalismo multinacional, también conocido como capitalismo tardío o capitalismo de consumo, es la forma más pura del capital que ha surgido hasta el momento. La trascendencia del análisis de esta nueva organización económica en relación con el mundo de la cultura es de suma importancia, ya que, si las formas culturales en el pasado cumplían la función de ocultar o distorsionar las relaciones económicas, la producción de tales formas se ha convertido, bajo el capitalismo tardío, en el centro de la actividad económica. Jameson habla de una prodigiosa expansión del mundo de la cultura en el ámbito social hasta el punto de que todo en nuestras vidas se ha convertido en “cultural” (1991: 48). Esta situación le obliga a replantear su condena inicial del postmodernismo y a aceptar su existencia como un hecho inevitable al que debemos aproximarnos sin celebraciones ni rechazos. La labor del intelectual