AAVV

Retos de la educación ante la Agenda 2030


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eficiente las dos dimensiones –la humanista y la ecológica– de manera que el objeto y las líneas de actuación de los posibles modelos y planes educativos sean coherentes con los propósitos para la creación de un mundo mejor, ahora sí, para todos.

      Para ello, en los capítulos que a continuación presentamos, ofrecemos tres bloques diferenciados: el primero aborda de manera específica la doble perspectiva humanista-ecológica que refleja la Agenda 2030; el segundo, que surge del marco teórico perfilado en la primera sección, se centra en el análisis y propuestas del modelo educativo más adecuado para la consecución de los ODS; finalmente, el tercero examina, a raíz del paradigma educativo, bosquejado en la sección previa, las propuestas prácticas que se están llevando a cabo actualmente para conseguir la transformación de nuestra realidad en una más justa.

       Sección I. La dimensión humanista y ecológica de los ODS

      Lydia de Tienda presenta el debate sostenido por dos posiciones antagónicas –posibilista y negacionista– que esgrimen argumentos encontrados acerca de las posibilidades reales de los ODS de transformar y mejorar la realidad mundial actual. La autora sostiene que, independientemente de la mayor o menor perfectibilidad de los ODS para lograr un mundo más justo, sí que se manifiesta en ellos una evolución moral de carácter revolucionario. Los ODS llevan en su núcleo conceptual incorporada la perspectiva ecológica como una cuestión con estatuto moral propio. En esta línea, justifica la relevancia de la protección moral y jurídica del Planeta y los seres que lo habitan como una cuestión de justicia por derecho propio. Este argumento, a menudo, ha sido soslayado por diferentes modelos de justicia clásicos que actualmente precisan una revisión de sus presupuestos, al manifestarse como evidentes las conexiones existentes entre las injusticias que afectan al ser humano y las injusticias que sufren tanto los otros seres vivos como el Planeta entendido en su conjunto.

      Vicente Bellver justifica cómo la vinculación existente entre el desarrollo de la personalidad y el desarrollo sostenible es indisoluble. Ambas dimensiones deben concebirse como parte de un todo integral en la educación de los seres humanos que se retroalimentan y fortalecen mutuamente. Si bien es cierto que la DUDH posee un marcado carácter antropocéntrico, también ofrece los presupuestos fundamentales para comprender que la cuestión ecológica y el cuidado del planeta atañen a cuestiones de justicia. De hecho, el desarrollo sostenible se encuentra en el núcleo de la Declaración, aunque sea de forma tácita, porque no es posible garantizar las condiciones de vida dignas y justas de las personas sin prestar atención a la perspectiva ambiental, ya que esta es el sustrato vital de toda vida humana presente y futura.

      Javier Gracia profundiza en el planteamiento humanista que se desprende de la Agenda 2030, particularmente a partir del Informe de 2015 de la UNESCO titulado Replantear la educación. ¿Hacia un bien común mundial? Partiendo del término ciceroniano humanitas vincula tres conceptos: humanidad, educación y cultura para sostener una visión humanista desde la cual defender valores éticos. Mediante el examen del concepto de «educación humanista» extraído del mencionado informe realiza una crítica a cierto naturalismo reduccionista defendido en algunos círculos académicos. Esta crítica no se dirige a las posiciones de corte ecológico o conservacionista, sino a las que defienden la lógica crematística imperante en sociedades occidentales y que identifican desarrollo con crecimiento económico. En definitiva, el autor concluye que la educación en sí «guarda un tesoro» siempre y cuando esté dirigida a objetivos éticos que hagan la vida de las personas digna de ser vivida.

      Siguiendo la estela de la dimensión humanista de los ODS, como aquellos objetivos «centrados en la vida real de las personas», Emilio Martínez ofrece un estudio pormenorizado del término aporofobia. Este vocablo, recién incorporado al diccionario de la Real Academia de la Lengua y acuñado por Adela Cortina, es utilizado por el autor para analizar en profundidad el ODS número 1 de la Agenda 2030: «poner fin a la pobreza». La pobreza es un fenómeno que afecta, en mayor o menor grado, a casi la totalidad del globo terráqueo y supone un daño tan grave en quien lo sufre que es difícil comprender cómo el progreso en su erradicación, teniendo en cuenta la naturaleza moral humana, sea tan lento. Emilio Martínez explora la tesis por la cual posiblemente esta circunstancia se deba al hecho de una actitud también humana: el rechazo al pobre. La actitud aporófoba es ese desprecio al vulnerable, al que no tiene nada que ofrecer, cuyas raíces el autor analiza para sacar a la luz el elemento distorsionador que imposibilita de facto la consecución del ODS 1.

      Abundando en el mal endémico de la pobreza, Pedro Pérez Zafrilla analiza la vinculación entre educación y pobreza. El autor descubre un fenómeno fundamental que dificulta en gran medida que la educación tenga un impacto efectivo en las comunidades más desfavorecidas: las preferencias adaptativas. El concepto elaborado por Jon Elster, que el autor analiza en detalle, evidencia la necesidad de invertir en planes de desarrollo local para paliar las circunstancias de la pobreza como condición necesaria para que la educación repercuta de forma real en la mejora de las condiciones de vida de las personas. A partir de la distinción entre «vivir en la pobreza» y «vivir con la pobreza» el autor elabora su tesis de la necesidad de «vivir la pobreza», esto es, comprender la pobreza desde sus fundamentos para poder combatirla. De este modo, Pérez Zafrilla aboga por un modelo de relación bidireccional entre educación y desarrollo, que se focalice en el fomento de la mejora de las condiciones de vida de los grupos más necesitados para que la educación pueda obtener resultados satisfactorios y transformadores.

      Otra vertiente de las preferencias adaptativas, como es la ideología, es la examinada por César Ortega. El autor desvela cómo los procesos educativos pueden generar los presupuestos necesarios para la transformación de la conciencia ética que se precisaría para la consecución real y material de la Agenda 2030. Las preferencias adaptativas pueden suponer un obstáculo serio a que el propio sujeto se sienta autorizado a reclamar una mejora sustancial en su condición de vida. Por ello, Esquembre propone la introducción del elemento distorsionador de la «crítica ideológica» para que, una vez superada la frustración dolorosa de la disonancia cognitiva que esta cause en el sujeto, pueda convertirse en motor normativo de transformación que se sustancie de forma material para que sea realmente emancipador.

       Sección II. Un modelo educativo para la consecución de los ODS

      Elena Cantarino profundiza en el modelo de educación que sería sostenible y, por tanto, adecuado al ODS 4, «garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos», esto es, una educación de calidad. La autora realiza una crítica al modelo neoliberal por considerar que sus presupuestos conllevan al desmantelamiento de los derechos básicos, entre los que se encuentra el derecho a la educación, que deja de comprenderse como objetivo esencial de carácter público y pasa a concebirse como un bien de consumo.

      Ante la evidencia de que el modelo de educación propio de un paradigma basado en el crecimiento económico incontrolado se manifiesta como insostenible, Ángel Vallejo ofrece una visión alternativa de la educación. Para ello, el autor propone la adopción de un modelo coherente con los ODS de la Agenda 2030, prestando especial atención a su novedad conceptual, que aporta un valor añadido crucial: la perspectiva ecológica. Sus propuestas prácticas pensadas para ser desarrolladas en el aula contemplan en su núcleo la educación que enseñe a hacer un uso inteligente de los recursos naturales. Frente a los modelos basados en la explotación y depredación, el autor justifica la necesidad de promover entre el alumnado la actitud ética que contemple como cuestión moral la protección y el cuidado de los ecosistemas.

      Además, un modelo educativo de calidad, acorde con la Agenda 2030, debe fomentar los valores de justicia y paz como garantía de una ciudadanía comprometida con los problemas sociales de su tiempo, como propone Isabel Tamarit. La autora reivindica la importancia de las humanidades como medio de inclusión de las virtudes morales y los valores ético-cívicos que deben integrar un currículo educativo para una sociedad inclusiva, plural y responsable. Para lograr este propósito, Tamarit sostiene la necesidad de centrarse de manera primordial en el ODS 16, el fomento de la paz y la Justicia. Para