solventes. Entre las causas de esta falta de estudios destaca la destrucción de todos sus archivos públicos, en 1535 y 1558, por sendos ataques turcos. De la quema se salvó únicamente el códice de los privilegios de la isla (el Llibre Vermell de Ciutadella1). Este hiato informativo solo puede ser colmado, pues, mediante un prolongado trabajo heurístico en los archivos de los territorios que, en la Edad Media, mantuvieron estrechas relaciones económicas y políticoadministrativas con la isla: en el Arxiu del Regne de Mallorca, el Arxiu Episcopal de Mallorca y el Arxiu Capitular de Mallorca, de Palma; en el Arxiu de la Corona d’Aragó, el Arxiu Històric de la Ciutat y el Arxiu Històric de Protocols, de Barcelona; y en el Archivio di Stato, de Prato.
Una parte de la documentación conservada en los archivos mallorquines y catalanes ha sido recogida por un historiador local, Ramón Rosselló, que la ha ido publicando en forma de largas colecciones de «regestos» (extractos) ordenados con criterios diversos, sin índices antroponímicos ni toponímicos, lo que dificulta su manejo.2 Su tarea, prolongada y fiable, ha sido complementada, aunque de forma mucho más puntual, por historiadores y archiveros menorquines,3 catalanes4 y valencianos;5 sus esfuerzos, sin embargo, no se han traducido en corpora documentales, sino en alguna obra de síntesis y unas cuantas monografías. Las series documentales relativas a Menorca del Archivio Datini, depositadas en el Archivio di Stato de Prato, han sido examinadas, con un nivel de intensidad bastante dispar, por Federigo Melis6 y Coral Cuadrada.7
A pesar de que el conjunto de referencias disponible es reducido y heterogéneo, se puede asegurar que la economía menorquina, en la Edad Media, giró en torno a la ganadería. Se puede afirmar que, entre mediados del siglo XIII y finales del XV, se desarrolló en la isla una cabaña, reducida pero de alta calidad, que atrajo compradores de Mallorca, Cataluña e Italia septentrional. Esta monografía tiene como objetivo principal analizar la pugna que, en los siglos XIV y XV, mantuvieron los carniceros mallorquines con sus homólogos locales por el control del mercado ganadero de Menorca, enmarcándola en su contexto económico, social y político.
LOS CONDICIONANTES NATURALES Y LAS RAÍCES HISTÓRICAS DE UNA GANADERÍA MEDITERRÁNEA ESTANTE E INTENSIVA
Los pobladores de Menorca optaron pronto por la ganadería y en su elección jugaron un papel considerable las características geológicas y climáticas de la isla, la estructura y composición de sus suelos, el régimen pluviométrico y térmico, la vegetación natural. La isla, con una extensión de solo 714 kilómetros cuadrados, presenta unas estructuras geológica y geomorfológica complejas. Está constituida por dos grandes unidades líticas separadas por una línea prácticamente recta, que va desde del puerto de Mahón hasta Cala Morell, al norte de Ciutadella. La más antigua corresponde a la zona norte, a la región de la Tramuntana, constituida por un mosaico de materiales paleozoicos y mesozoicos de composición y color muy diversos, en el que las areniscas grises y las arcillas rojas alternan con las calizas rosadas y las margas verdes.8 Se trata de una región con un relieve relativamente acentuado, de pequeñas colinas y valles anchos y poco profundos. La mitad meridional, la región de Migjorn, presenta, en cambio, una composición y una coloración mucho más homogéneas, puesto que preponderan en ella los materiales calcáreos del Mioceno medio y superior.9 Geomorfológicamente constituye una llanura fragmentada por cavidades kársticas y barrancos largos, con salida al litoral.
Menorca posee un clima mediterráneo típico, de inviernos templados y veranos soleados y secos. La temperatura media anual es 17,5º y la amplitud térmica no supera los 14º. La pluviosidad, del orden de los 700 milímetros anuales, alcanza sus cotas máximas entre septiembre y diciembre, y mínimas entre mayo y agosto.10 Un aspecto importante de la climatología de la isla son las fuertes corrientes de aire, con un claro predominio del viento del norte (la tramuntana), que dificulta el desarrollo de la vegetación arbórea en la franja septentrional de la isla. La suavidad de las temperaturas genera, sin embargo, una considerable humedad relativa, que contrarresta el régimen irregular de lluvias y confiere, excepto en los meses de julio y agosto, un verdor al paisaje sin paralelo en las otras islas del archipiélago balear.
La interacción de estos factores geológicos y climáticos provoca que, en la región de Tramuntana, preponderen los suelos silíceos, de color oscuro, poco permeables, por los que el agua corre superficialmente. La franja de Migjorn, en cambio, se caracteriza por suelos calcáreos, delgados, porosos y pedregosos, las tierras rojas en las que el agua penetra en profundidad hasta que encuentra una capa impermeable.11 Esta disimetría edáfica explica que la totalidad de las reservas de agua dulce se encuentren al sur de la isla, en el acuífero denominado de Migjorn.
La vegetación natural, estrechamente condicionada por los factores edáficos y climáticos, es típicamente mediterránea; se caracteriza por una flora integrada básicamente por plantas de hoja perenne. En la franja costera septentrional solo crecen plantas espinosas, que adoptan la forma de almohada, denominada socarell. Se trata de especies endémicas, adaptadas al viento, la sal y los suelos de escasa potencia.12 Detrás de esta primera faja de halófilas bajas, aparecen unos arbustos fuertemente modelados por la tramontana, los labiérnagos menorquines, también endémicos, que sirven de protección a otras plantas que crecen en su interior.13 En las laderas más resguardadas del viento y del sol de las montañas centrales de la isla, y en el fondo de los barrancos meridionales preponderan los bosques de encinas. El sotobosque está constituido por una amplia variedad de plantas arbustivas y herbáceas (madroño, aladierna, ciclamen baleárico, entre otras).14 Los suelos calcáreos y bien soleados del Migjorn, en cambio, están cubiertos de herbazales en los que predominan las especies xerófilas, salpicados por acebuches, lentiscos y palmitos.15 Los matorrales de brezo y de romero, asociados a menudo al bosque de pino blanco y pino carrasco, prosperan en las áreas más secas.16 Sobre las dunas de los arenales arraigan únicamente los lirios de playa, el barrón, la oruga marítima y la sabina negra.17 Mientras que los bosques, especialmente los encinares, fueron sometidos a talas excesivas, que acabaron degradándolos,18 las praderas, según estudios botánicos recientes, se reprodujeron equilibradamente, al no ser sometidas a sobrepasto, hasta la Edad Moderna.19
La presencia de razas ovinas y bovinas autóctonas, adaptadas por generaciones de ganaderos al clima y a la vegetación natural de Menorca explica la insistencia de las comunidades campesinas en reproducir el mismo sistema agropecuario a lo largo de los siglos.20 La escasa extensión de la isla y la estrechez de los contrastes climáticos impidieron, sin embargo, el establecimiento de circuitos trashumantes. Los rebaños menorquines hasta finales del siglo XIV fueron estantes; desde el cambio de centuria se convirtieron en tranuitants (trasnochantes) durante los meses veraniegos, cuando pastaban libremente, día y noche, sobre todos los baldíos y barbechos del término municipal en que estaban registrados. Estos desplazamientos estacionales de los hatos, al no canalizarse por cañadas ni seguir un ritmo temporal único y rígido, no pueden considerarse, sin embargo, como típicos de una trashumancia corta. La inexistencia de lobos y otros animales depredadores posibilitó, además, que los hatos pastaran libremente por los yermos, sin pastor.
La economía rural de Menorca, por lo menos desde la Antigüedad, viene girando en torno a las greyes; según Rufo Festo Avieno, los griegos denominaron la Gimnesia menor Meloussa (tierra de ganado). En el afianzamiento de esta especialización pecuaria debieron de jugar un papel importante los beréberes,21 cuya presencia en la isla se incrementó considerablemente desde 1115, a raíz de la conquista almorávide. Fueron probablemente pastores magrebíes quienes mejoraron la selección genética de los rebaños, aportando una experiencia acumulada durante numerosas generaciones en las estribaciones del Atlas. Durante el segundo cuarto del siglo XII, un geógrafo musulmán, al-Zuhrí, redactó una descripción de las Islas Baleares;22 en el apartado relativo a Menorca, recalca la alta calidad de su ganadería vacuna, así como la escasez de rebaños de ovinos:
Es pequeña, copiosa de productos de la tierra y de viñas. En ningún otro lugar del mundo hay carne mejor que la que proporcionan sus bueyes y vacas. Cuando se cuece se funde como si fuese grasa y se transforma en aceite. Hay pocas ovejas.23
Este