en una aliada, cuya misión era alertarla de que sería positivo para ella descubrir nuevos aspectos de sí misma. A partir del ejercicio, pudimos reflexionar sobre la oportunidad que se le presentaba para tener aficiones y realizar actividades que nunca pudo cultivar por la falta de tiempo asociada a la crianza de sus hijos.
3.7 Familia en la tercera edad
Durante esta etapa, los progenitores (quizás ya abuelos) deben gestionar muchos duelos, como son la pérdida del trabajo con la jubilación, declive de la salud física y de la energía, fallecimientos de personas queridas, etc. En esta etapa deberán gestionar dichos duelos, encargarse del mantenimiento de la pareja y la reorganización familiar.
Además, el aumento de la esperanza de vida —en España, la esperanza de vida al nacimiento de los hombres alcanzó los 80,4 años y en las mujeres se situó en 85,7 años en 2017 (datos provisionales) (INE, 2018)—27 hace que la pareja tenga que convivir muchos más años y que se alargue la etapa de pareja. Hay más años de convivencia de pareja sin crianza de los hijos, lo que hace necesario mirar y atender a esta, cuidarla y reforzarla. Si una pareja llega a consulta en este contexto, se puede trabajar con ella el refuerzo de esta.
Por otro lado, actualmente es muy común que los abuelos ejerzan como cuidadores principales de los nietos y participen activamente en su crianza, al tener los progenitores largas jornadas laborales. Esta situación puede generar conflictos entre abuelos y progenitores por disparidad de criterios en la crianza y someter a los primeros a un gran desgaste.
Finalmente, los abuelos (o progenitores si no han tenido nietos) tendrán que enfrentarse a su envejecimiento y declive físico y mental, y prepararse para su fallecimiento.
Para trabajar la elaboración del duelo de aspectos relacionados con esta etapa de la vida se les puede pedir que escriban una carta en la que expliquen todas aquellas pérdidas que sienten que se están produciendo. Se les pide también que escriban qué necesitan para poder atravesar una etapa tan dolorosa. Finalmente, se lee la carta en consulta, con permiso del paciente, y se comparte con su familia el dolor que siente, para que esta pueda acompañarlo en el proceso que atraviesa.
Una mujer de 70 años, Pilar, acudió a consulta pidiendo ayuda para poder aceptar el periodo de su vejez. Tenía la sensación de que no podía compartir con nadie sus dificultades, puesto que los demás le respondían de forma evitativa o censurando sus sentimientos («no deberías sentirte así, todavía eres joven, lo tienes todo en la vida…»). Señalaba además que estaba presenciando algunos fallecimientos de personas cercanas y queridas.
Le pedí a Pilar que escribiera una carta en la que explicara cómo se sentía, qué le gustaría decir a las personas fallecidas —una por una— y qué necesitaría para sentirse mejor. Pilar se despidió de las personas fallecidas y les dijo aquello que no había podido transmitir en vida. Reconoció que tenía miedo a quedarse sola y miedo a morir. Indicó a sus familiares que no se asustaran por esas afirmaciones, que necesitaba compartirlas, y les pidió que simplemente estuvieran presentes y la escucharan.
Pilar explicó su sensación de liberación al escribir y leer la carta, decía que incluso se sentía más ligera. Sus familiares pudieron entender que no permitían a Pilar compartir su dolor porque su propia angustia se lo impedía, y entendieron la necesidad de Pilar de que pudieran «simplemente estar», sin minimizar ni censurar sus sentimientos.
Finalmente, otra línea de trabajo en psicoterapia es trabajar con los hijos de estas personas mayores cómo gestionar la pérdida de sus figuras de referencia. Esto se realiza acompañándoles en la elaboración del duelo.
4. Nuevas realidades familiares desde la psicoterapia emocional sistémica
Por último, mencionar nuevas realidades familiares que atraviesan diferentes etapas del ciclo vital que las familias tradicionales, debido a sus propias características, como son:
1. Familias monoparentales o monomarentales
Llamamos «familias monoparentales o monomarentales» a aquellas formadas por un progenitor y uno o varios hijos. La vía de entrada a este tipo de familias es a través del fallecimiento de uno de los progenitores, el abandono de uno de ellos, separación o divorcio, o por elección propia.
En el primer y el segundo caso, será esencial acompañar al progenitor a realizar el duelo por la pérdida, así como a manejar el duelo del menor, de modo que pueda reafirmarse en continuar su maternidad o paternidad en solitario. Para ello será necesario ayudarlo a manejar las dificultades que ello conlleva. Respecto al tercer caso, que se refiere a la separación o divorcio, revisar el punto 3.4.
Por último, cabe la posibilidad de acceder a la maternidad o paternidad en solitario por elección propia. En estos casos, el hombre o la mujer comienza a plantearse la posibilidad de tener un hijo o hija sin pareja. En el caso de las mujeres, estas pueden recurrir a técnicas de reproducción asistida o a la adopción —por lo que se añaden las especificidades propias de las familias adoptivas ya explicadas anteriormente—. En el caso de los hombres, estos pueden hacerlo mediante la gestación subrogada —actualmente es ilegal en España, pero legal en otros países— o mediante la adopción.
Los hogares monoparentales, es decir, los que están formados por uno solo de los progenitores con hijos, estaban mayoritariamente integrados en 2017 por madre con hijos. En concreto había 1.529.900 (el 83,0 % del total), frente a 312.600 de padre con hijos (INE, 2018)28.
Se denomina «madres solteras» a las mujeres que dan a luz fuera de una relación de pareja. El número de mujeres en esta condición ha aumentado en los últimos años. Según el INE, 205.600 mujeres eran madres solteras en 2017 (INE, 2018)29.
Como analiza el informe «La transformación de las familias en España desde una perspectiva socio-demográfica» (2014):
El hecho de que más de la mitad de estas mujeres tuvieran 30 o más años en el momento del nacimiento de su hijo parece reflejar que la maternidad en solitario es fruto de una decisión meditada y no de lo que antes se calificaba como accidente. Mientras, el porcentaje de madres adolescentes es tan solo del 6 %30.
Las madres solteras tienen que enfrentarse a dificultades como asumir ellas solas las tareas de cuidado, la carga económica, la conciliación entre su trabajo y la crianza del hijo, la falta de tiempo, etc.
Estas dificultades las colocan en una situación de vulnerabilidad social, por lo que es especialmente importante que puedan tener o desarrollar una red social. Se suma además que hay una doble expectativa incongruente que recae sobre ellas: por un lado se espera de ellas que sean mujeres independientes económicamente y exitosas en sus trabajos, a la vez que sean buenas madres. Para poder conseguir lo primero necesitan muchos años de esfuerzo y trabajo, por lo que es fácil que lleguen a la situación de tener que retrasar la maternidad. Tienen que enfrentarse además a la expectativa cultural y social de que la crianza idónea es en pareja. Todo esto puede generar en ellas miedo, inseguridad y un conflicto personal para poder ejercer la maternidad en solitario31 (Rivas, Jociles y Moncó, 2011).
Como psicoterapeutas debemos ayudarlas a manejar el estrés que conlleva la maternidad en solitario, a buscar un equilibrio entre su necesidad de autonomía e independencia y su deseo de ser madres,