conocimiento de la verdad que conduce a la piedad. Pablo fue llamado a ser maestro con el propósito manifiesto de fomentarla fe y la piedad entre los elegidos de Dios. Dios llamó a Pablo para esa tarea, y Él llama a los pastores y maestros en la actualidad con ese mismo propósito. Pero para nosotros beneficiarnos del ministerio de ellos a fin de crecer en el conocimiento de la verdad que conduce a la piedad, tenemos que escucharlos como los cristianos de Berea escucharon a Pablo: con gran expectativa y la intención de obedecer.
El segundo método para alimentarnos espiritualmente es leer la Biblia nosotros mismos. A través de la lectura bíblica tenemos la oportunidad de aprender directamente del Maestro Instructor, el Espíritu Santo. Si bien es de gran utilidad y provecho aprender a partir de la enseñanza de otros, hay un gozo incomparable cuando el Espíritu Santo nos habla directamente desde las páginas de Su Palabra.
Ya hemos visto que Enoc caminó con Dios, lo cual implica que él disfrutó de la comunión personal con Dios. Leer la Biblia nos permite también a nosotros disfrutar de la comunión con Dios a medida que Él nos habla desde Su Palabra, animándonos, instruyéndonos y revelándose a nosotros. Se dice de Moisés que el Señor le hablaba «cara a cara, como habla cualquiera a su compañero» (33:11). Hoy en día no tenemos ese privilegio particular, pero podemos disfrutar los mismos efectos cuando Dios nos habla durante nuestros tiempos de lectura bíblica personal. Nuestra práctica de la piedad estaría muy incompleta sin algún tipo de programa para leer la Biblia regularmente.
Un segundo beneficio de la lectura bíblica es la oportunidad de obtener una perspectiva general de la Biblia completa. Ningún pastor podría —ni debería— predicar toda la Biblia en el corto periodo de un año o dos. Pero todos nosotros podemos leer la Biblia completa en un año. Hay muchos planes de lectura bíblica disponibles para ayudarnos en esto. Al leer toda la Biblia, las distintas piezas de la verdad espiritual comienzan a encajar juntas. El libro de Hebreos no tiene sentido a menos que uno conozca algo sobre el sacerdocio y el sistema sacrificial del Antiguo Testamento. Las distintas alusiones al Antiguo Testamento que hacen los escritores del Nuevo Testamento serían un misterio si no hubiéramos leído los pasajes en su contexto original. La doctrina del pecado original a través de Adán, como la enseña Pablo en Romanos 5, no se puede entender sin conocer los eventos registrados en Génesis 3.
Sin un programa para leer la Biblia completa, no solo seríamos ignorantes espiritualmente sino también débiles espiritualmente. ¿Quién no tendría nada que aprender de la fe de Abraham, el amor de David por Dios, la justicia de Daniel y la prueba de Job? ¿Cómo podemos llegar a ser piadosos sin el impulso de los Salmos y la sabiduría práctica de Proverbios? ¿Dónde podemos aprender más de la majestad y la fidelidad de Dios sino en el profeta Isaías? Si no estamos leyendo la Biblia completa periódicamente, nos perderemos de estos pasajes extraordinarios del Antiguo Testamento, así como de otros del Nuevo Testamento.
Toda la Escritura es útil para nosotros, incluso los pasajes que parecen más difíciles de entender. Podemos escoger entre distintos planes de lectura para ayudarnos a mantener la consistencia de nuestra lectura y entender los pasajes más difíciles.
El tercer método para alimentarnos espiritualmente es estudiar las Escrituras. La lectura nos da un conocimiento amplio, pero el estudio nos da un conocimiento profundo. El valor del estudio bíblico se halla en la oportunidad de escudriñar un pasaje o un tema con mayor profundidad que en la lectura bíblica. Se requiere mayor diligencia e intensidad mental para el estudio, en el cual analizamos un pasaje, comparamos la Escritura con la Escritura, hacemos preguntas, anotamos observaciones y finalmente organizamos el producto de nuestro trabajo en algún tipo de presentación lógica. La disciplina de registrar por escrito nuestro material de estudio nos ayuda a aclarar nuestros pensamientos. Todo esto fortalece nuestro conocimiento de la verdad y nos ayuda a crecer en la piedad.
Cada cristiano debería ser un estudiante de la Biblia. Los cristianos hebreos fueron reprendidos porque, aunque debían haber estado en capacidad de enseñar a otros, ellos todavía necesitaban que les enseñaran las verdades elementales de la Palabra de Dios. ¡Necesitaban leche en lugar de alimento sólido! Desafortunadamente, muchos de nosotros somos como esos cristianos.
Hay diversos métodos de estudio bíblico disponibles para estudiantes de todos los niveles. Sin embargo, hay ciertos principios que deberíamos aplicar independientemente del método que usemos. Estos principios son presentados en Proverbios 2:1–5. Observa los verbos destacados con cursiva.
Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia, Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; Si como a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros, Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios.
Los verbos resaltados nos dan una idea de los principios involucrados en el estudio de la Biblia, tales como:
• Disposición para aprender —recibieres Mis palabras.
• Intención de obedecer —Mis mandamientos guardares dentro de ti.
• Disciplina mental —Haciendo estar atento tu corazón.
• Dependencia en oración —Si clamares, dieres tu voz.
• Perseverancia diligente —La escudriñares como a tesoros.
Los resultados de aplicar estos principios a nuestro estudio bíblico se encuentran en el versículo 5: «Entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios», dos de los conceptos esenciales en nuestra devoción a Dios. Si vamos a ejercitarnos para la piedad, estudiar la Biblia debe ser una prioridad en nuestras vidas.
¿Cómo podemos encontrar el tiempo para estudiar la Biblia con detenimiento? Una vez escuché que le hacían esa pregunta al director de cirugía de un gran hospital. Veinticinco años después, su respuesta todavía me desafía. Él miró directamente a los ojos a la persona que le hacía la pregunta y dijo: «Uno siempre encuentra tiempo para lo que le importa». ¿Qué tan importante es la práctica de la piedad para ti? ¿Es lo suficientemente importante para ser una prioridad por encima de la televisión, libros, revistas, recreación y otros cientos de actividades para las cuales de algún modo tenemos tiempo? Una vez más nos encontramos cara a cara con ese elemento clave del entrenamiento que discutimos antes: el compromiso.
Memorizar pasajes clave es un cuarto método para captar las Escrituras. Sin duda el versículo clásico sobre la memorización de la Escritura es el Salmo 119:11: «En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti». Esta idea de guardar es la misma que vimos en Proverbios 2:1. Salomón también dice en Proverbios 7:1, por ejemplo: «Hijo mío, guarda mis razones» (énfasis añadido), y en Proverbios 10:14 dice: «Los sabios guardan la sabiduría» (énfasis añadido). En el Salmo 31:19 David habla de la bondad que Dios ha guardado para los que le temen. A partir de estos pasajes es claro que la idea central del salmista en el Salmo 119:11 era guardar la Palabra de Dios en su corazón anticipando un momento de necesidad en el futuro —un momento en que enfrentaría tentación y sería protegido de esa tentación por la Palabra de Dios.
Pero la Palabra de Dios guardada en el corazón no solo evita que pequemos, también nos permite crecer en todas las áreas de la vida cristiana. Específicamente para nuestra práctica de la piedad, nos permite crecer en la devoción a Dios y en el carácter semejante a Dios que hace nuestras vidas agradables a Él.
El quinto método para recibir la Palabra de Dios es meditar. El uso de la palabra meditar en el Antiguo Testamento significa literalmente murmurar o mascullar y, por implicación, hablarse a uno mismo.10 Cuando meditamos en las Escrituras, nos hablamos a nosotros mismos acerca de ellas, considerando en nuestras mentes los significados, las implicaciones y las aplicaciones para nuestras propias vidas.
Aunque usamos el Salmo 119:11 en conexión con la memorización de las Escrituras, puede que este texto esté más relacionado con la práctica de la meditación. El salmista dice que guardaba la Palabra de Dios en su corazón —lo más profundo de su ser. La memorización