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«manía del puntocom» deberíamos poder responder a la pregunta de cómo funcionan las redes sociales de «segundo orden», pero no podemos. Entonces, si bien la «pregunta sobre las redes sociales» puede ser omnipresente, si queremos enfrentarnos a «[inserte su patología aquí] por diseño» primero tenemos que entender su funcionamiento interno: las operaciones se explican aquí a través de los vectores de la distracción y la tristeza. Los mecanismos de la tristeza son seguidos por una segunda sección centrada más en la teoría y la estrategia, desde el concepto de «plataforma» hasta la invisibilidad de la «violencia tecnológica». La tercera sección trata sobre la locura selfie, su contraparte anónima (el «diseño de la máscara») y si el desarrollo de memes progresistas es posible en primer lugar. La sección final examina las industrias de extracción de datos corporativos y los sistemas de vigilancia que orientan el comportamiento masivo hacia una nueva forma de alienación social. El concepto de los «comunes» va en contra de estas lógicas, y termino preguntando si este ofrece una posible salida.

      Parecemos desencantados con nuestras culturas en línea de facto. El think tank británico Nesta resumió perfectamente nuestra condición actual: «A medida que el lado oscuro de Internet se está volviendo cada vez más claro, la demanda pública de alternativas más responsables, democráticas y más humanas está creciendo». Y, sin embargo, los investigadores también son lo suficientemente honestos como para ver que desafiar las dinámicas existentes no será fácil. Estamos en un callejón sin salida. «Internet se encuentra dominado por dos narrativas reinantes: la estadounidense, donde el poder se concentra en manos de unos pocos grandes jugadores, y el modelo chino, donde la vigilancia del gobierno parece ser el leitmotiv. Entre la Big Tech y el control gubernamental, ¿dónde se ubican los ciudadanos?». Etiquetar a los usuarios de las redes sociales como «ciudadanos» es obviamente un encuadre político, una jerga común dentro de los círculos de ONG de la «sociedad civil global». ¿Es esta nuestra única opción para escapar de la identidad del consumidor? Nesta puso dos preguntas estratégicas sobre la mesa: «¿Podría Europa construir el tipo de alternativas que pondrían a los ciudadanos de nuevo en el asiento del conductor?». Y, en lugar de tratar de construir el próximo Google, ¿debería concentrase Europa en construir las infraestructuras descentralizadas que impidan en primer lugar la emergencia del próximo Google?

      No obstante, la agencia necesaria para implementar estos arreglos parece maniatada. Los críticos de Internet tienen un poder limitado. Incapaces de establecer contactos o escapar de los «medios antiguos», han sido encasillados en el papel del experto o el comentarista individual, excluidos de cualquier diálogo público más amplio sobre lo que se debe hacer. Los académicos también parecen algo impotentes: impulsados por una lógica de revisión por pares y clasificación, publican dentro del cerrado universo de la revista, con su acceso limitado e impacto aún más limitado. Así, si bien los investigadores ciertamente recopilan evidencia valiosa sobre el poder económico de las plataformas de redes