Geert Lovink

Tristes por diseño


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me centre y presente a la desesperación en línea en su forma más atractiva. En ensayos anteriores, he escrito sobre el blogging nihilista y sobre la psicopatología de la sobrecarga de información. Este libro retoma esos hilos, examinando en particular la interacción entre nuestro estado mental y la condición tecnológica. Aquí investigo la realidad social desde perspectivas mentales como la distracción y la tristeza. El título del libro puede leerse como una triangulación de «adicción por diseño», el famoso estudio sobre máquinas tragamonedas de Las Vegas de Natasha Dow Schüll, la «distracción por diseño» de James Williams y la «privacidad por diseño» de Ann Cavoukian.

      No podemos tan solo tener una vida, sino que estamos condenados a diseñarla. La colorida fotografía Benetton noventera de la miseria global se ha convertido en una realidad cotidiana. Los barrios pobres están inundados por ropa de diseño y calzado. Los refugiados de Versace ya no son rarezas. La envidia y la competencia nos han convertido en sujetos de una conspiración estética de la que es imposible escapar. El mcluhanesco programa de «ayuda a embellecer los patios de chatarra» ahora es una realidad global. Atrás han quedado los días en que se suponía que el diseño de la Bauhaus potenciaba la realidad cotidiana de la clase trabajadora. Hemos superado el punto de diseño como una capa adicional, una mejora que apunta a ayudar sutilmente a los ojos y las manos. El diseño ya no es una disciplina pedagógica que pretende elevar el gusto de la gente común para darle sentido y propósito a su vida diaria. No: nosotros vamos a por el estilo de vida de los ricos y famosos. Lo ordinario ya no es suficiente, el mantra es hacia delante y hacia arriba. Nosotros, el 99 %, reclamamos el estilo de vida exclusivo del 1 %. Esta es la aspiración del planeta H&M.

      Al igual que el denim desgarrado y decolorado, todas nuestras deseadas mercancías han sido ya utilizadas, tocadas, alteradas, mezcladas, likeadas y shareadas antes de que las compremos. Venimos pre-consumidos. Con la distribución radical de los estilos de vida extravagantes viene la pérdida de la semiología. Ya no hay más control del significado. Las marcas pueden significar cualquier cosa para cualquiera. Esta es la precariedad del signo.

      Nuestro hermoso desastre ya no es un accidente o un signo trágico de una decadencia interminable, sino una parte integral del diseño general. La cultura del diseño de hoy es una expresión de nuestras vidas intensamente prototípicas. Somos los adictos a la experiencia que desean exprimir los placeres de la vida para agotarla por completo. Y, sin embargo, es notable el poco progreso transformador que hemos logrado. Queremos mucho, y hacemos tan poco. Nuestro estado precario se ha hecho perpetuo.

      Cuando nos enfrentamos con la precariedad de la ciencia ficción, esa extraña tecno-realidad que tenemos por delante, la primera asociación que nos viene a la mente son los conformistas años cincuenta. Claro, nos hubiera gustado vivir en una película de Blade Runner, pero nuestra realidad se parece más a una novela de Victor Hugo o una película de Douglas Sirk en donde lo hiperreal toma el mando. El aburrimiento, la ansiedad y la desesperación son el desafortunado desenlace. Esa es la «precariedad realmente existente», comparable al «socialismo realmente existente» en el período saliente de la Guerra Fría. Precariedad casual, por donde se mire. El terror de la comodidad nos vuelve locos. La monotonía de todo ello está contrastada y acelerada por el ocasional estilo modernista de IKEA que, en teoría, debería animarnos, pero que al final solo provoca una revuelta interna contra esta realidad manufacturada. ¿Qué se debe hacer con los trabajadores que no tienen nada que perder excepto sus gafas de sol Ray-Ban? No podemos esperar a Godot, ni siquiera por una fracción de segundo. No importa lo desesperada que sea la situación, la rebelión simplemente no ocurrirá. En el mejor de los casos, asistimos a un festival, expandimos nuestra mente y nuestro cuerpo, y luego volvemos a hundirnos en el vacío.

      1Twitter, 11 de julio de 2017.

      2Laura Penny, «Who does she think she is» [¿Quién se cree que es?] https://longreads.com/2018/03/28/who-does-she-think-she-is/

      3Mara Einstein: «Si un amigo nos dice que le gustó la última película de Jurassic Park no hay razón para no creerle. Desafortunadamente, lo que también hemos llegado a creer es que amasar amigos en Facebook o seguidores en Twitter tiene que ver en última instancia con compartir con compatriotas. No es así: se trata de crear una audiencia para los publicistas. De ese modo, nuestras relaciones se vuelven medios para facilitar transacciones de mercado, o en el lenguaje del mercado, estas han sido monetizadas». Black Ops Marketing, OR Books, Nueva York, 2016, pág. 8.

      4http://highscalability.com/blog/2018/8/22/what-do-you-believe-now-that-you-didnt-five-years-ago-centra.html.

      5Siva Vaidhyanathan, Anti-Social Media, Oxford University Press, Nueva York, 2018, pág. 10.

      6En su artículo «Desenmascarando los mitos más grandes sobre “adicción a la tecnología”» (https://undark.org/article/technology-addiction-myths/), Christopher Ferguson afirma que, contrariamente a otras investigaciones que difundieron el «pánico moral», la tecnología no es una droga, no es una enfermedad mental y no conduce al suicidio. Estas son guerras estadísticas entre psicólogos que están atrapados en los sesgos de su propia realidad empírica, producidos por sus parámetros de investigación. Mi punto aquí es tener cuidado con la medicalización del lenguaje cotidiano.

      7Slavoj Žižek, The Year of Living Dangerously, Londres, Verso, 2012, pág. 127.

      8La Sociedad de lo Social no es solo una referencia divertida a la Sociedad del Espectáculo de Guy Debord, sino una provocación a la ausencia casi total de la sociología tradicional en el «debate de las redes sociales». El concepto puede leerse también como una extensión de un ensayo previo, escrito en 2012 y titulado «¿Qué es lo social en las redes sociales?», publicado en Social Media Abyss, Cambridge, Polity, 2016.