la soledad). En esta obra corta, un conocido personaje de este universo literario, el ciego del telescopio, maltrata sin cesar su perro, acusándolo injustamente. El cánido conduce, al final, a su amo a un acantilado, donde presencia miles de perros moribundos que salen del mar y se dirigen a la ciudad. Ese desenlace fantástico, que evoca nebulosamente una simbólica revancha de los animales maltratados, conecta con el perro abandonado en el pozo del Bolsillo del pan, víctima también de una gran crueldad.
Los pájaros enjaulados y los gatos tienen una presencia más discreta entre la fauna doméstica. Hay, al menos, dos casos reseñables. En primer lugar, unos extraños pajarillos fantásticos en L’histoire des ours pandas racontée par un saxophoniste qui a une petite amie à Francfort (La historia de los osos panda contada por un saxofonista que tiene una amante en Frankfurt). Son unas avecillas invisibles en su jaula, que se reproducen cuando la luz las fecunda y que acaban devorando la persona que las ha recibido como regalo de la mujer deseada. Unas aves cargadas, pues, de misterio, que nos llevan a una devoración del hombre por el animal, algo que encontramos en otros títulos del autor, cuyo sentido nos intriga. En segundo lugar, el gato aparece al final de una obra reciente del autor, Migraaantes o El salón de la alambrada o Sobra gente en este puto barco, centrada en la crisis migratoria de nuestros días. En la última escena, una acotación indica que una cinta transportadora hace desfilar los juguetes de los niños muertos en su intento de llegar a Europa. Al final sale un gato vivo. Como en otras ocasiones, las didascalias del autor son altamente simbólicas e intrigantes: ¿cómo leer esa señal de vida que aporta un gato vivo, tras la desolación que supone ver desfilar los juguetes de los niños muertos? Esta aparición del gato también confirma que las didascalias, por la imposibilidad de materializarlas plenamente, son a veces sugerencias que dejan libertad al director teatral, del mismo modo que, a menudo, las obras compuestas por módulos del autor lo hacen explícitamente.
También son frecuentes los animales que comparten el entorno del hombre, pero no son domésticos. Insectos o arácnidos, como ocurre aquí en La araña en la herida, no son tan frecuentes como las aves y los mamíferos: erizos, conejos y ratas sobre todo. Las ratas en particular han atraído la atención del autor en la novela Dezordinea preventivă (El desorden preventivo), una acérrima crítica de los medio de comunicación masivos, y dos obras teatrales: Jeanne et le feu (Juana y el fuego) y Le roi, le rat et le fou du roi (El rey, la rata y el bufón del rey). En esta última obra la reflexión del autor sobre la relación entre el hombre y los animales se ha afinado. En ella, el monarca condenado a muerte filosofa sobre ese punto hasta llegar a la conclusión de que «Le rat est une unité de mesure fiable pour la vie spirituelle et physique de l’homme» («La rata es una unidad de medida fiable para la vida espiritual y física del hombre»). El sorprendente desenlace de la obra, que deja solos en la escena a las ratas tras el suicidio del rey, nos provoca preguntas inquietantes sobre el devenir de nuestra propia especie. En conexión con ese intento de tener en cuenta el punto de vista del animal, Matei Visniec ha escrito recientemente dos pequeños textos cuyos títulos son muy ilustrativos: «Despre ştergătoarele de picioare, din punctul de vedere al aricilor» («Sobre los felpudos desde el punto de vista de los erizos», en Teatru vag (Teatro vago), y «Despre incapacitatea omului de a se reconcilia cu sine însuşi, din punctul de vedere al pisicii» («Sobre la incapacidad del hombre para reconciliarse consigo mismo desde el punto de vista del gato»). Ambos textos revelan un interés creciente del autor por entender los animales, poniéndose en su lugar.
Además, Matei Visniec explora una extraña zona de intersección entre el hombre, los animales y las cosas mediante seres híbridos o fantásticas animaciones de lo inanimado: órganos del cuerpo convertidos en personajes que se rebelan contra el cuerpo que los lleva, un hombre nacido con un ala en lugar del brazo –una diferencia con los demás que convierte su vida en un infierno–, un pozo que parece un ser animado tiránico con los que se afanan en él, un extraño animal que se parece perfectamente al hombre, sin que las acotaciones revelen su aspecto; un ser que ha sufrido un accidente en la calle y cuyo naturaleza no acaban de entender los transeúntes que no hacen nada por él, palabras convertidas en personajes, máquinas de café o distribuidoras de bebidas que hablan, etc. Todo ello es una prueba más del reto a la imaginación que hay en el teatro de Matei Visniec y de su gusto por plantearnos temas de reflexión en situaciones alejadas de lo común. Y si unas veces el mensaje se puede captar, como es la denuncia del trato injusto que los seres humanos dan a los animales; otras, las apariciones de estos últimos son una suerte de símbolos crípticos que hacen volar nuestra imaginación. Entre uno y otro extremo: el caballo maltratado por el hombre en Caballos en la ventana y el molusco que acompaña los retozos eróticos en Cómo domé un caracol en tus senos.
Matei Visniec pretendía hacernos ver la ciudad de los hombres, pero todo indica que su mirada no ha podido apartarse de los animales que conviven con el hombre en la ciudad del hombre y de los animales. Sin que haya una explícita declaración sobre el tema, pues el teatro de Matei Visniec es más de preguntas que de respuestas, escindido entre el pesimista del periodista y la esperanza del artista, se adivina la idea de que no habrá solución para los conflictos humanos que no implique una revisión de nuestras relaciones con los animales, que forman más parte de la solución que del problema.
Aunque no es desconocida en la escena española la obra de Matei Visniec, hasta ahora son escasas las representaciones de sus obras en nuestro país, sobre todo si tenemos en cuenta la amplitud de sus creaciones. También queda mucho por traducir de su obra: aunque, poco a poco, el teatro de Matei Visniec se está poniendo a disposición de los lectores hispanófonos, mucho es lo que falta y solo se ha traducido un libro suyo de poemas y ninguna de sus novelas. Con esta traducción de tres obras cortas (o no tanto) de Matei Visniec, esperamos contribuir a la difusión de su obra entre los lectores hispanófonos. Tres obras que dan testimonio de la temprana vitalidad de su teatro escrito en rumano, cuando aún permanecía en Rumanía. Tres obras que son una prueba de la presencia compleja de los animales en este universo de ficción, donde coexiste la compasiva aproximación a la alteridad que suponen, con los valores simbólicos más enigmáticos a veces. Tres obras que, más allá del contexto concreto al que se puedan referir, son una indagación en las paradojas de la condición humana para angustiarnos, pero también para disfrutar del teatro.
ANGELICA LAMBRU Y EVELIO MIÑANO
Universitat de València
OBRAS DE MATEI VISNIEC TRADUCIDAS AL ESPAÑOL
La palabra progresa en boca de mi madre sonaba tremendamente falsa, estudio preliminar y traducción de Evelio Miñano, Universitat de València, 2013.
En la mesa con Marx, traducción de Angelica Lambru y Evelio Miñano, introducción de Angelica Lambru y epílogo de Evelio Miñano, La Garúa, Santa Coloma de Gramenet, 2017.
Los rodeos de Cioran o Buhardilla en París con vistas a la muerte, El espectador condenado a muerte, estudios introductorios y traducciones de Evelio Miñano y Angelica Lambru, Universitat de València, 2017.
Migraaaantes o En este puto barco sobra gente o El salón de la alambrada, traducción e introducción de Evelio Miñano, Universitat de València, 2017.
Por qué Hécuba, traducción e introducción de Evelio Miñano, ADE teatro¸ 2018, nº 170, pp. 67-86.
Cómo domé un caracol en tus senos, traducción e introducción de Evelio Miñano, Vigo, Ediciones Invasoras, 2020.
El extraterrestre que quería de recuerdo un pijama, traducción de Angelica Lambru, Vigo, Ediciones Invasoras, 2020.
¿Qué es una obra corta?
En este volumen, como en el anterior1, figuran varias obras cortas, que antes de 1987, conseguí publicar a veces, íntegra o parcialmente, en la prensa literaria.
Entre 1977 y 1987, mis obras no vieron las «luces del escenario», sino que únicamente salieron a la «luz» con la complicidad de la imprenta, en revistas como Amfiteatru, Viaţa Româneascǎ,