AAVV

Más allá de las palabras


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José Pérez Olivares recibe el premio de poesía Rafael Alberti, Daniel Chavarría se lleva el premio Planeta-Joaquín Mortiz con su novela El ojo de Dyndimenio y Abilio Estévez es galardonado con el premio de teatro Tirso de Molina. En 1996, Leonardo Padura obtiene el premio Café Gijón en Madrid por Máscaras, la tercera novela de su tetralogía policiaca. Esta obra le permite ganar también el premio Dashiel Hammet en 1998. A finales de este mismo año, Eduardo del Llano recibe el premio Italo Calvo y publica su novela Arena en italiano. Abilio Estévez, con su primera novela Tuyo es el reino, traducida en varios idiomas y alabada por la crítica internacional, gana en Francia el premio del Mejor Libro Extranjero. Buscar un espacio editorial fuera de las fronteras de la isla se volvió una necesidad para todos estos escritores desde el Periodo Especial. Hoy, lograr una publicación en el extranjero, y más particularmente en España, se vive como una consagración por todos los cubanos, tanto de la isla como de la diáspora.

      De esta manera, la literatura cubana, que hasta entonces había vivido al margen de los mercados internacionales, tuvo que enfrentar, por primera vez en treinta años, el reto de la competencia y la búsqueda de espacios editoriales sin haber sido preparada para ello. Asistimos, desde hace unos años ya, a un profundo cambio en el proceso editorial nacional: los criterios de mercado se están imponiendo con más fuerza cada vez en este sector. De ahora en adelante, la meta de las editoriales es generar beneficios para poder invertir libremente en la publicación de nuevos títulos o en la reedición, algo inimaginable hasta entonces en un sistema editorial en el que todo era dirigido, controlado y financiado por el Estado.

      2. EL IMPACTO DE LA CRISIS SOBRE LAS RELACIONES ENTRE EL ESCRITOR, LA OBRA Y EL PÚBLICO

      Todos estos trastornos que afectaron al proceso editorial en Cuba tuvieron también consecuencias directas sobre las relaciones entre el escritor, su obra y el público. En los años ochenta, aun cuando el mundo editorial iba bien, la oferta de libros quedaba por debajo de la demanda. Así, podemos comprender la profunda frustración que engendró en los lectores cubanos la limitada difusión de las publicaciones en la isla desde los inicios del Periodo Especial. Editadas en unos centenares de ejemplares,5 vendidas la mayoría de las veces en divisas en las librerías estatales o en la plaza de Armas, las obras cubanas actuales son de difícil acceso para el lector de la isla. Desde que empezó la crisis, los escritores intentaron adaptarse a las nuevas reglas de una economía de mercado y empezaron a escribir obras que ya no se dirigían a los lectores nacionales, porque estos ya no podían comprarlas. Rogelio Rodríguez Coronel, crítico literario, subrayó esta ruptura que se ha producido entre el autor y su lector:

      En los primeros años de los 90 se produjo también una esquizofrenia[…]en el sentido de que se producían obras narrativas y no iban al lector cubano. Si usted no iba al lanzamiento –que se vendía en pesos en esos momentos– inmediatamente el texto pasaba al circuito de divisas y usted se quedaba sin acceder a él, a no ser que se lo regalaran o lo buscara por otras vías. Ya eso pasa cada vez menos, pero en los años 93-94 era así (Rodríguez Coronel, 2001: 182).

      Si bien este esquema tiende a desaparecer, sigue siendo difícil encontrar un libro en Cuba unos meses tras su aparición en las librerías. La oferta es insuficiente: cuando se publica un nuevo título, los cubanos toman al asalto las librerías.

      Una vía más segura para comprar un libro reciente sigue siendo la Feria del Libro, que tiene lugar cada año en febrero en La Habana, antes de trasladarse a otras ciudades de la isla. El evento atrae a una muchedumbre impresionante: cientos de miles de cubanos se apretujan en La Cabaña, donde se celebra la Feria. La ventaja es que allí se pueden comprar novedades en pesos cubanos. La Feria es uno de los únicos lugares en Cuba donde se puede hallar un poco de variedad. Sin embargo, allí también es mejor llegar en los primeros días porque las existencias se reducen rápidamente y los libros más buscados no se quedan expuestos mucho tiempo en los estantes. Hace poco, las obras presentadas allí por primera vez casi ya no se podían encontrar en las librerías después, ya que la mayoría de los ejemplares se vendían en la Feria. Esto explica en parte por qué las librerías de la isla están tan desesperadamente vacías: los pocos ejemplares de las obras recientes que llegan a las librerías tras la Feria desaparecen generalmente tan rápido como llegaron. Sin embargo, los libros vendidos en esta ocasión, incluso en pesos cubanos, son bastante caros con respecto a los sueldos de la isla. Y ni hablar de los que se venden en CUC.6 Por ejemplo, en la Feria del Libro de 2007, el primer tomo de las memorias de Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, costaba más de 6 CUC en uno de los estantes de las editoriales extranjeras, o sea un 60% del sueldo medio en Cuba. Esta situación, a la que hay que añadir las kilométricas colas –que también afectan a la Feria–, explican que muchos cubanos regresen a casa con las manos vacías.

      Fuera del mes de febrero, los libros no abundan en las librerías de la isla. Para los visitantes extranjeros, entrar en las librerías reputadas de La Habana es siempre un choque: los estantes vacíos de la librería de una institución tan importante como la Casa de las Américas, de la Librería Internacional o de la Librería Bella Habana son algo deprimentes. Es imposible hallar allí obras literarias cubanas –y menos todavía extranjeras– actuales, unos meses después de su publicación. Esto se explica también por el hecho de que las reediciones son escasas, sobre todo cuando se trata de jóvenes autores: las editoriales suelen reeditar las obras de los escritores que ya adquirieron cierta legitimidad y que, por consiguiente, se van a vender en el mercado. Fue, por ejemplo, el problema que se planteó para la mítica antología de cuentos de Salvador Redonet, Los últimos serán los primeros: la tirada fue muy limitada y nunca se reeditó, aunque es una obra fundadora ya que marca la entrada de una nueva generación de escritores cubanos, los Novísimos, en el mundo de las letras.

      Para los amantes de la literatura que pueden pagar en pesos convertibles, solo queda una solución: los viejos libreros de la plaza de Armas, que poseen todavía algunos tesoros por los que sacan mucho dinero. Para tomar un ejemplo, la antología de Redonet se vendía allí por más de 30 pesos convertibles.

      Si parte de los libros recién editados en la isla no llegan hasta el lector cubano por todas las razones expuestas, ni hablar de las obras cubanas que fueron galardonadas y publicadas en el extranjero. A no ser que el escritor le regale un ejemplar, el lector cubano no podrá adquirirlo. Es el caso de las obras de Antonio José Ponte que se publicaron en España, en los Estados Unidos o en México. Su último libro de cuentos, Un arte de hacer ruinas y otros cuentos, publicado por el Fondo de Cultura Económica –una gran editorial mexicana–, no se puede encontrar en Cuba. El escritor conservó un ejemplar y les regaló los pocos que le quedaban a sus allegados. Así, un escritor de fama internacional como Ponte es casi un desconocido para los lectores de la isla.

      Queda una última posibilidad para acceder a ciertos textos cubanos actuales: las publicaciones en internet. El problema es que, una vez más, el lector cubano no accede a ellos ya que no puede navegar libremente en internet. Las instituciones cubanas se esfuerzan, sin embargo, por difundir hoy ciertas revistas de papel en internet: en el campo de la literatura, podemos citar El Caimán Barbudo o La Jiribilla,7 dos revistas que tienen una edición papel y una edición electrónica en la que podemos leer cada semana un cuento. Desde luego, para verse publicado en este tipo de revistas –además, en un sitio oficial–hay que llevarse bien con las autoridades. No esperemos leer allí los escritos de Antonio José Ponte o de Pedro Juan Gutiérrez, por ejemplo. Sus textos se pueden encontrar en internet en las revistas dedicadas a la cultura cubana y editadas en el extranjero8 o en páginas personales elaboradas por los aficionados a su obra. Ciertos escritores de la isla construyeron su propio sitio web. Tal es el caso de Jorge Alberto Aguiar Díaz (JAAD), que se desplaza a menudo fuera de la isla y que creó su propio blog, en el que podemos leer algunos de sus cuentos.9 Amir Valle –excluido de la isla en 2006– puso en línea algunos de sus textos, una especie de popurrí de sus múltiples publicaciones.10 Este autor llegó incluso a publicar en conjunto algunas de sus obras en internet. De esta manera pudimos leer una de sus novelas, Muchacha azul bajo la lluvia, y su ensayo sobre la literatura cubana de los años noventa titulado Brevísimas demencias: la narrativa cubana de los 90.11 Así, la publicación de obras cubanas en internet se dirige más