por «problemas» de composición de la estrofa y del verso. Según lo analizado arriba sobre el último tipo de enmienda —cronológicamente el primero— que corrige a partir de un ejemplar impreso —lo cual quedó probado por la cuestión de la puntuación—, se puede concluir también que todas estas enmiendas —excepto las pocas que, por el tipo de tinta, sí se plantearon como inmediatas— son posteriores a 1515. Mientras ayudan a demostrar la cantidad de revisiones que sufrió el texto y cómo originalmente B2183 transmitía una versión diversa a la que aparenta, estos tres diversos tipos de enmiendas nos dan la pauta de que el texto del impreso de 1515 no puede filiarse directamente con este testimonio manuscrito y que la relación de influencia y/o contaminación es diversa —y probablemente opuesta— a la esperada.
Excursus: enmiendas y métrica
Realizaré aquí un excursus sobre el problema de la métrica en relación a las tachaduras y enmiendas, pues Mondola en su libro de 2017 (p. 44) lamenta que no lo haya tenido en cuenta en mi artículo del 2013. Lo cierto es que no me dediqué a esto pues no aporta datos productivos en relación al que era mi objetivo, a saber, filiar los testimonios —y descartar la hipótesis de que el texto que transmite el manuscrito es el que se usó de base en la imprenta—. Por un lado, la mayoría de las tachaduras que cancelan alguna sílaba o monosílabo presentan una tinta o gris o anaranjada, es decir, se realizan en la revisión posterior: el patrón que siguen es casi siempre el mismo que el de los casos del cuadro I, 3 y I, 4, corregir de acuerdo a la versión «autorizada» de la imprenta. Por otro, como intentaré demostrar, no siguen un patrón adjudicable a «problemas» métricos. Mondola argumenta: «las tachaduras y las enmiendas del manuscrito corrigen versos que no respetaban la medida del dodecasílabo, que en el impreso suele ser mucho más regular» (p. 44). Este abordaje, en principio, no parecería metodológicamente apropiado pues el verso de arte mayor no busca una regularidad silábica, sino una regularidad «silábico acentual». Es un verso, como lo denomina Gómez Redondo, «isorrítmico»,67 es decir, su regularidad es el patrón rítmico óoo óo (dáctilo + troqueo, al que puede agregarse un medio pie o sílaba átona al comienzo), mientras que la medida del verso puede variar: es un verso anisosilábico.68 Analizaré los ejemplos que él da, de los cuales dice:
en la versión primigenia del manuscrito estadounidense el porcentaje de versos con más de doce sílabas es mucho mayor; en este sentido, la versión impresa atestigua el esfuerzo de Villegas por regularizar la medida del dodecasílabo, como se ve en los siguientes ejemplos: [...] (p. 42)
A continuación presenta 14 ejemplos, de los cuales la mayoría (9 de 14) no cumplen esta característica que les atribuye —el poseer más de doce sílabas los versos del manuscrito, y el de regularizarse en dodecasílabos en el impreso.69 Los transcribiré aquí, señalando con barra vertical las sílabas métricas, con barra doble la cesura, y poniendo un acento gráfico (tilde) donde iría el acento (ictus) del verso. Marco con raya baja las sinalefas y, en el caso del manuscrito, cuento la sílaba por debajo de las tachaduras (cuando las hay), es decir, realizo la escansión del verso primigenio. Al lado dispongo la medida correspondiente del verso y, en los casos más problemáticos, su patrón rítmico.
Ej. 1: Ms. a|qués|ta_a|gua_es|pé|ra || su |trís|te|pa|sá|da | 6+6 oóooóo oóooóo |
III, 19d Imp. és|ta_a|gua_es|pé|ra || su| trís|te|pa|sá|da | 5+6 óooóo oóooóo |
El verso del manuscrito presenta, pues, doce sílabas métricas (incluye dos sinalefas): se trata, por tanto, de un «dodecasílabo».70 El del impreso, en cambio, dada la variante «esta» se transforma en un verso de once sílabas. Esta variante, por tanto, no «regulariza» al verso en un dodecasílabo. Además, la lección diversa no es signo de ningún intento de «regularización», pues ambos versos —el «dodecasílabo» como el «endecasílabo»— son «regulares» de acuerdo con el esquema isorrítmico del arte mayor: se ajustan al patrón silábico-acentual esperado. Como sabemos, el primer hemistiquio en este tipo de verso puede comenzar con una sílaba átona (medio pie doblado: oóooóo), como es el caso del verso del manuscrito, o con sílaba tónica (óooóo), como es el caso del verso del impreso.
Esta misma incongruencia —de presentar, entre sus ejemplos de versos superiores a doce sílabas, versos que de hecho son «dodecasílabos» y como «dodecasílabos regularizados» a versos que tienen 11 sílabas métricas—, la repite Mondola en varios más de sus 14 ejemplos, los cuales presento aquí según la escansión correcta:
Ej. 5 | Ms. por|qué| la |mi |vís|ta || fue_a|rrí|ba| ti|rá|da | 6+6 (12) |
IX, 6b | Imp. pór|que| mi |vís|ta || fue_a|rrí|ba| ti|rá|da | 5+6 (11) |
Ej. 10 | Ms. en| cón|tra|se|né|ses || a|gú|za_en| mi_el| ó|jo | 6+6 (12) |
XXIX, 20b | Imp. cón|tra|se|né|ses || a|gú|za_en||mi_el| ó|jo | 5+6 (11) |
Ej. 13 | Ms. o |dón|de| se |mué|ve_a|ques|te_ái|re| sen|tí|do 12 (12-sinafía) | |
XXXIII, 15f | Imp. o |dón|de| se |mué|ve || es|te_ái|re| sen|tí|do 5+6 (11) |
En todos estos casos se verifica que el verso primigenio del ms. tiene doce sílabas métricas y el del impreso 11. La variante del impreso —y la enmienda del manuscrito—, por tanto, no evidencia en estos casos ningún intento de «regularizar el verso en dodecasílabo»: primero, porque ya se trataba de un «dodecasílabo»; segundo, porque transforma los versos en «endecasílabos» y, por último, porque ambos versos, el de 12 y el de 11 sílabas son igual de regulares, es decir, se ajustan perfecto al esquema isorrítmico del arte mayor. En efecto, es la misma naturaleza del verso de arte mayor, cuya regularidad se basa en los acentos y no en las sílabas y cuya característica principal es la ductilidad —pues permite licencias como la dislocación acentual («pórque», ej 5) o la sinafía (ej. 13)—,71 la que explica que un mismo verso con una sílaba más o una menos siga siendo igual de adecuado al patrón rítmico.
Dentro de esos 14 ejemplos de esfuerzo de Villegas de «regularizar la medida del dodecasílabo» que cita Mondola, incluye otros casos en los que, en realidad, tanto el verso primigenio del manuscrito como el del impreso tienen 12 sílabas métricas. Es decir, la sílaba omitida en el impreso —y que se tacha en el manuscrito— no cambia el cómputo silábico, sea porque está en sinalefa, sea porque la ausencia de una sílaba, dada la necesidad de adecuar el ritmo al patrón acentual, genera en otro término una dialefa —ej 4—:
Ej. 4 | Ms. mas| vé|ces| de| sié|te || que| me_hás| se|gu|rá|do | 6+6 oóooóo oóooóo |
VIII, 16f | Imp. mas| vé|ces| de| sie|te || me| hás| se|gu|rá|do | 6+672 oóooóo oóooóo |
Ej. 9: Ms | Ms. tro|cán|do| me|tá|les || de_u|sár| fal|sa|mén|te | 6+6 |
XXIX, 16h | Imp. tro|cán|do| me|tá|les || u|sár| fal|sa|mén|te | 6+6 |
Ej. 11 | Ms. de_a|qué|lla|ma|né|ra || ro|yó| ya_el|Ti|dé|o | 6+6 |
XXXII, 21a | Imp. de_a|qué|lla|ma|né|ra || ro|yó| ya |Ti|dé|o | 6+6 |
Ej. 12 | Ms. que_ha|né|guen| en| tí || to|dos| tús| na|tu|rá|les | 6+6 oóooó[o] ooóooóo |
XXXIII, 12f | Imp. ha|né|guen| en| tí || to|dos| tús| na|tu|rá|les | 6+6 oóooó[o] ooóooóo |
Se verifica, pues, cómo ninguno de estos versos del manuscrito posee una cantidad de sílabas métricas superior a 12, ni presenta irregularidades en el patrón isorrítmico. La variante del impreso, por tanto, no revela ningún esfuerzo por regularizar un verso que ya era «dodecasílabo» y que, introducida la variante, sigue siéndolo.
Un caso opuesto a los recién citados es su ejemplo 2:
Ej. 2 | Ms. qué| [más] pro|lon|gár|los || en| vá|no| tra|bá|ja | 5+6 (11) |
VI, 11d | Imp. que| más| pro|lon|gár|los || en| vá|no| tra|bá|ja | 6+6 (12) |
Aquí el «más» se agrega volado arriba, en la mano rojiza que ya analicé. Aunque en este caso el verso del impreso sí es un «dodecasílabo», el verso de once sílabas del manuscrito no presenta ningún problema ni de medida ni de acento. Es decir, no habría, en principio, necesidad alguna de «regularizarlo».73 En efecto, luego de los 14 ejemplos