TEORÍAS Y CUERPOS EDUCACIÓN ARTÍSTICA, DERECHOS HUMANOS Y DIVERSIDAD SEXUAL Ricard Huerta Universitat de València Actualmente en muchos países del mundo se sigue castigando, incluso con la pena de muerte, el hecho de amar a otro ser humano. Solamente por querer estar con alguien, por intentar compartir la vida con una persona del mismo sexo, o sencillamente por desear estar cerca de ella demostrándole afecto, una parte de la humanidad sufre prohibiciones y acoso. La forma de persecución de las relaciones entre personas del mismo sexo viene provocada en bastantes ocasiones por las propias leyes, ciertamente nada equitativas la mayoría de las veces en lo referido a cuestiones de género y sexualidad (Martel, 2013). Pero tanto si es a causa de la presión social, como si es debido a la falta de aceptación que pueden tener esas mismas personas en relación con su propia condición sexual y de género, lo cierto es que el malestar que provocan este tipo de situaciones injustas es motivo constante de insatisfacciones y miedos. Las marcas de género con las que se condicionan nuestras vidas desde prácticamente el momento en que nacemos acotan ostensiblemente la posibilidad de expresar los auténticos sentimientos. La falta evidente de una educación respetuosa con la riqueza de expresiones del cuerpo y del sexo es un factor negativo añadido a la posibilidad de realizar una vida placentera y sana. Como educadores hemos de ser conscientes de nuestro papel, y desde luego hemos de intentar mejorar y normalizar esta situación. Como personas comprometidas e interesadas en desarrollar nuevos logros sociales podemos plantearnos la posibilidad de compartir acciones mediante las cuales superar los miedos y evitar las atrocidades. Disponemos de mecanismos y oportunidades para afrontar con espíritu crítico las prohibiciones injustas, y debemos transmitir este mensaje de superación entre todos los grupos implicados en el sistema educativo. Es obligación nuestra investigar estas cuestiones, establecer criterios de estudio, y difundir los logros conseguidos. Me siento muy identificado con las personas y los colectivos que vienen luchando desde hace tanto tiempo por una verdadera igualdad de derechos. Urge desenmascarar los intereses que se esconden tras las prohibiciones injustas, las desigualdades, el sufrimiento, y todos aquellos factores que provocan escenarios de riesgo como puedan ser la homofobia o la transfobia. Otra de las cuestiones en las que podemos incidir es favorecer la máxima presencia en las aulas de los temas de diversidad sexual, tanto desde una perspectiva curricular, como en todo lo referido a actividades que van más allá de lo que ocurre propiamente en el terreno curricular. Las temáticas referidas a estas cuestiones resultan progresivamente más visibles gracias a la implicación de un cada vez mayor grupo de docentes. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en lo que fueron las sesiones del Congreso internacional EDADIS Educación Artística y Diversidad Sexual, celebrado en la Universitat de València, un espacio de reflexión en el que pudimos contrastar las diferentes opiniones y conocer los trabajos realizados, al tiempo que se planteaban opciones de futuro. Urge asumir tanto el reconocimiento del problema como la conciencia de superarlo. El problema no es la homosexualidad, el problema es la homofobia. Como ejemplos significativos de acciones realizadas cabe citar la actividad reivindicativa de las organizaciones LGTB (como pueda ser Lambda en Valencia y tantas otras de las que pertenecen a la federación FELGTB), el trabajo de artistas y movimientos urbanos a favor del respeto por la diversidad sexual, así como el importante interés que están despertando entre el profesorado universitario de todo el mundo y entre investigadores de diferentes áreas de conocimiento las cuestiones LGTB. Existen muchos frentes abiertos (desde la medicina y el derecho hasta la creatividad y las ciencias sociales), pero si tuviésemos que centrarnos en un espacio común, este sería sin duda el de la defensa de los derechos humanos, seguramente el entorno que resulta más generoso para convocar tantos intereses distintos. En cualquier caso, la posibilidad de ver que las nuevas generaciones pueden tener muchos menos impedimentos para llevar adelante una vida satisfactoria es suficientemente atractiva como para esforzarnos por mejorar la situación. Creo que los derechos de las minorías sexuales son, en última instancia, derechos humanos, y debemos luchar para conseguir que estos derechos se conviertan en realidades. ACERCAR LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA A LAS PROBLEMÁTICAS Y REALIDADES SOCIALES Soy partidario de tratar las temáticas referidas a la diversidad sexual desde los postulados de la educación artística. De hecho considero indispensable acercar la educación en artes a las problemáticas sociales, a la realidad de nuestro entorno, algo que resulta sumamente positivo ya que permite exponer abiertamente aspectos que hasta hace poco resultaban cuestiones casi prohibidas tanto en la calle como en las aulas (Huerta, 2014a). Creo que la sociedad ha evolucionado favorablemente, y tanto las leyes de matrimonio igualitario como la legislación más reciente (que tiende a penalizar los actos homofóbicos) responden a un esquema ya asumido por la ciudadanía. Ocupándonos de estas cuestiones motivamos al alumnado y al mismo tiempo impulsamos actitudes respetuosas con las cuales potenciamos los valores de respeto y atención a las minorías. En última instancia, se trata de eliminar los miedos de nuestras aulas, generando un particular outing académico, algo que los más jóvenes asumen con la máxima normalidad. Es más, ahora mismo, el hecho de ocultar estas cuestiones sería contraproducente para el propio alumnado, que habla de manera abierta y desacomplejada de los temas de género, sin encontrar nada extraño en ello. Algunos estudios académicos importantes inciden en la importancia de abordar estos temas con el fin de salvaguardar la salud del alumnado adolescente, como es el caso del trabajo realizado en Australia, una investigación en el que se demuestra la necesidad de continuar insistiendo en la batalla contra el bullying homofóbico (Robinson et al., 2014). Al abrir los armarios conseguimos defender los derechos de las personas, especialmente de las minorías, que hasta hace bien poco (e incluso hoy en día), han sido tratadas con violencia por parte de un sector reacio a superar viejos traumas y complejos. Se trata de una opción que abre posibilidades de diálogo, una contestación vigorosa en respuesta a los comportamientos represivos, habitualmente acompañados de prácticas agresivas, hechos que requieren ser tratados desde la más enérgica repulsa (Pichardo, 2012). Hemos de ofrecer al alumnado la posibilidad de opinar, generando debates fructíferos, impulsando así la crítica constructiva, incluso en todo aquello que nos pudiese resultar incómodo inicialmente (Eribon, 2014). No perdamos de vista que desde las tecnologías (algo muy familiar a las generaciones más jóvenes) se están abriendo espacios de interacción hasta hace poco tiempo impensables, aunque también es cierto que en ocasiones dichos logros suponen nuevas fisuras que pueden provocar modelos de marginación, a los cuales nos hemos de enfrentar sin reservas (Stanley, 2007). Considero oportuno empezar a valorar las posibilidades de una educación artística capaz de promover el cambio social, teniendo en cuenta que las geografías del arte, cada vez más porosas y participativas, resultan tremendamente adecuadas para reflexionar y actuar sobre la realidad en que vivimos. Si observamos algunos entornos novedosos de la creación artística (Grupo Fidex, 2014) y de la reflexión estética (Laddaga, 2006) comprendemos que la participación de la ciudadanía en este tipo de relatos es cada vez más habitual. Debemos comprender que la educación artística permite utilizar numerosos recursos para mejorar y transformar nuestra realidad utilizando criterios como el respeto, la colaboración, la equidad y la ayuda a quienes más lo necesitan. Insistimos en la oportunidad de gestionar una defensa de los derechos humanos desde el arte y la educación artística, apoyando todos aquellos esfuerzos que supongan una mayor aceptación de la diversidad sexual en las aulas, y de manera esencial entre el alumnado adolescente. Al abordar la diversidad sexual desde la educación artística se consigue visibilizar una realidad social y cultural que, sorprendentemente (o puede que no tanto), sigue ausente en las aulas. Al mismo tiempo que fomentamos el desarrollo creativo y artístico del alumnado hemos de impulsar reflexiones y propuestas ágiles, valientes y sugerentes, de forma que resulte posible vivir sin prejuicios la diversidad sexual entre quienes opten libremente por un modelo más allá del prototipo heteronormativo (Coll-Planas, 2011). Hemos de reconocer que en una sociedad como la nuestra, donde se están logrando adecuados espacios de libertad e integración, tanto