AAVV

Educación artística y diversidad sexual


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la homofobia, lo cual influye negativamente en la salud y el bienestar de un gran número de personas, víctimas de una educación represora (Tin, 2012). Esto resulta más evidente entre el alumnado y el profesorado que asume su diversidad sexual como una opción legítima, ya que en realidad pueden ver mermadas sus posibilidades de llevar adelante una cierta regularidad académica y laboral, a causa de la incomprensión de ciertos sectores. Las actitudes represoras son un síntoma de debilidad del sistema educativo, algo que entronca con el ejercicio saludable de la democracia y la responsabilidad social (Council of Europe, 2011). Desde la educación artística se abren posibilidades de acción, entendiendo las artes como una geografía que atiende a la relación entre los individuos y su entorno. Nuestra mirada y nuestra reacción como creadores y usuarios de imágenes y de lenguajes artísticos serán la clave para conseguir esta apertura hacia el conocimiento y la interacción. En cuestiones de arte, como en educación artística, cada día nacen nuevas fórmulas de creación y disfrute, esquemas que actualmente provienen sobre todo de la cooperación y la participación (Hall, 2007).

      CONSTRUYENDO UN ENTORNO SIN DISCRIMINACIONES NI PREJUICIOS

      Recientemente descubrí que entre los artistas que más me han interesado desde siempre (me refiero a representantes del arte moderno) muchos de ellos eran abiertamente homosexuales. Si antes no había sido consciente de ello, si anteriormente no lo había podido saber, era porque tanto los libros de arte, como los textos de historia del arte, así como los catálogos de las exposiciones, habían ocultado sistemáticamente dicha realidad. Quisiera detenerme concretamente en tres de los más grandes creadores norteamericanos del siglo XX: Jasper Johns, Robert Rauschenberg y Cy Twombly. Me refiero a ellos porque en otros casos (como puedan ser el estadounidense Andy Warhol, o el británico David Hokney) no encontré tanto reparo hacia la visibilidad de sus opciones sexuales, claramente de signo gay. Se da la circunstancia que los tres artistas a los que me refiero no ocultaban en su entorno habitual y cotidiano su opción sexual, pero sin embargo los críticos y los historiadores evitaban tratar el tema en sus textos, es decir, se ocultaba (y sigue ocultándose) sistemáticamente dicha información. Puede que haya quien opine que la opción sexual es un elemento confidencial y un testimonio que no debería trascender el ámbito privado. No obstante, me llama la atención que en el caso de una figura de primerísimo orden como es Pablo Picasso, tanto sus defensores como sus detractores han utilizado desde siempre su aparente virilidad como prueba del carácter supuestamente enérgico de su obra. Es decir, que la hipotética masculinidad de Picasso sí que resultaba interesante y se difundió abiertamente como un rasgo genuino del artista. Por el contrario, cuando contemplamos una obra de Cy Twombly, y pese a quien diga que no es un dato esencial, yo opino que las lecturas que se extraen de sus lienzos no son las mismas, ni remotamente, cuando poseemos dicha información que cuando no la teníamos. Las pulsiones sexuales de Twombly están presentes en el origen de sus piezas. La elección de la mitología griega no es un factor desdeñable al intentar acercarse a su narrativa. Tampoco el desgarro con el que aborda los trazos de sus obras. Incluso la opción de vivir en Europa es un dato importante a tener en cuenta cuando estudiamos su trayectoria o sencillamente disfrutamos con sus pinturas. La invisibilización sistemática de la homosexualidad de Jasper Johns (quien, por cierto, fue pareja sentimental tanto de Twombly como de Rauschenberg) en los catálogos de su obra impide que realicemos una lectura amplia de muchos de los símbolos que utiliza en sus grabados, en sus collages y en sus pinturas. El tono reivindicativo de la obra de Johns se esfuma en la mayoría de ocasiones si no valoramos su trayectoria vital, ya que la homosexualidad no ha resultado una opción fácil para la mayoría de las personas que han padecido la homofobia (véase como ejemplo paradigmático el caso del pintor británico Francis Bacon, constantemente atormentado por las tribulaciones que provocaban en él la no aceptación de su condición sexual). Y lo cierto es que dicha circunstancia aún resulta más evidente cuando analizamos las piezas de Robert Rauschenberg, cuya opción estilística puede resultar en ocasiones desgarradora, pero nunca indiferente a la realidad del entorno. Jasper Johns y Robert Rauschenberg fueron pareja durante seis años, entre las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado. Trabajaban juntos e intercambiaban constantemente experiencias. Su estrecha relación fue tanto de orden creativo como personal. ¿Y quién se atreve a decir que estas circunstancias no resultan esenciales para entender la obra artística de ambos? En la exposición titulada Hide / Seek ubicada en la National Portrait Gallery se optó por romper el silencio que había persistido sobre el tema (esto ocurría el año 2010), ya que se trataba precisamente de una muestra que exploraba abiertamente la sexualidad de los artistas representados. Sin embargo, en 2013 el poderosísimo MoMA (Museum of Modern Art) de Nueva York se opuso una vez más a visibilizar dicha realidad, metiendo de nuevo en el armario a Johns y Rauschenberg. No es aceptable que un museo financiado con fondos públicos se escude en un posible agravio al público cuando opta por negarle una realidad. De hecho, lo que ocurrió es que los congresistas republicanos amenazaron con recortar los fondos de la National Portrait Gallery por considerar que tratar la temática gay era algo «blasfemo». Esto provocó que el museo retirase la pieza In Memory of My Feelings - Frank O’Hara, el trabajo de Jasper Johns que resulta un evidente elogio a su relación con Rauschenberg. El título hace referencia al poema de Frank O’Hara (un escritor gay) en el que leemos «My quietness has a man in it, he is transparent and he carries me quietly, like a gondola, through the streets. He has several likenesses, like stars and years, like numerals». En la pintura vemos un esquema compositivo relacionado con las famosas banderas estadounidenses creadas por Jasper Johns, pero en esta ocasión la obra está realizada a base de tonos grises y azules, con lo cual expresa la parte sombría y turbulenta de su relación sentimental con Rauschenberg, describiendo el momento de la ruptura, como ejemplo de una situación empañada y oscurecida por el tiempo. En la exposición «Johns y Rauschenberg» se insistió en hablar de dicha relación como la de dos «amigos», forma eufemística de denominar (ocultar) la relación íntima entre dos hombres, estrategia propia de una mentalidad burdamente homofóbica. Por otra parte, cabe indicar que durante años, Jasper Johns fue el artista más cotizado del mundo, y no perdamos de vista que la hipocresía en ciertos ámbitos del poder está obsesionada con eliminar la realidad homosexual, especialmente cuando el negocio afecta a la vida privada de personajes cuyos nombres suponen pingües beneficios a nivel comercial.

      Si insistimos en ocultar a nuestro alumnado estas realidades que sirven para conocer la vida y la obra de muchos grandes artistas, lo que estamos haciendo es perpetuar un modelo basado de actitudes homofóbicas recalcitrantes. Es evidente que aún falta mucho por hacer para lograr síntomas de normalidad, ya que en las clases no resulta habitual introducir muchas de las imágenes que nos llegan desde el mundo de las artes, ejemplos que reclaman urgentemente ser expuestos como modelo de reivindicaciones artísticas. Al mismo tiempo que la sociedad asume un nuevo imaginario en el que ya aparecen con naturalidad las diferentes opciones de la diversidad sexual (el triángulo rosa, la bandera multicolor del arco iris, la estética gay), las aulas siguen cerrando el paso a todos estos elementos que ya han sido aceptados e introducidos tanto en el entorno cotidiano como en los medios de comunicación.

      Transformar el símbolo del triángulo rosa (con el cual los nazis marcaban a los homosexuales a quienes después ejecutaron en campos de exterminio) para evitar la humillación de personas inocentes supone respaldar los derechos humanos. La lucha contra el SIDA convirtió el triángulo rosa en símbolo reivindicativo de los derechos del colectivo gay. Otro icono visual de la diversidad sexual es la bandera de seis colores, signo de identidad en la lucha por los derechos LGTB que se produce tras los disturbios en 1969 de Stonewall Inn, el mítico local del Greenwich Village de Nueva York. La estética propia de la diversidad sexual está al alcance del alumnado en los videoclips de numerosos cantantes, actores y actrices que inundan la red. Si esto es así, no hay motivo para eliminar de nuestro trabajo docente cotidiano estas muestras de cultura popular. Al contrario, deberíamos utilizarlas para estudiar las imágenes que representan. Conviene indicar que existen buenos recopilatorios donde poder consultar e informarse sobre mucha documentación relacionada con artistas y creaciones vinculados al entorno LGTB (Aldrich, 2006; Lord y Meyer, 2013; Petry, 2007)

      LAS NUEVAS REALIDADES TRANSGÉNERO

      Es necesario apoyar y defender al profesorado y el alumnado que se identifica desde modelos de géneros y sexualidades diferentes, celebrando su diversidad y estableciendo