Juan Carlos Castilla

Conservación en la Patagonia Chilena


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of its vast landscapes, some of which remain untransformed by humans, the value of its spectacular mountain and island settings for recreation and nature-based tourism, and its highly endemic biota. The chapters in this book document the recent impacts of human influences (e.g., climate change, introduction of invasive exotic species, increasing tourist visitation, the expansion of salmon farming) on Patagonian ecosystems and emphasize the importance of protecting their exceptional values for regional and global conservation. Scientific interest in Chilean Patagonia has increased greatly over the last decades. Through a review of the literature, in this chapter we discuss the state of knowledge of biodiversity and the conservation status of coastal, marine and freshwater environments in Chilean Patagonia. We identify important gaps in knowledge of the ancestral history of human occupation, the impact of present socioeconomic systems on Patagonian environments, the biodiversity and characterization of freshwater systems, and the interconnections of land-ocean-human systems. The review of the literature identifies opportunities to advance in the prevention and mitigation of current and future human impacts on protected areas and the need for interdisciplinary approaches to strengthen and improve the planning, implementation, and management of the current protected areas in Chilean Patagonia. Finally, we summarize specific recommendations based on the analysis of each ecosystem presented in the chapters of this book, and provide general recommendations based on this synthesis with the aim of fostering an integrated vision of land-ocean-human connections and strenthening conservation across the region.

      Keywords. Patagonia, Chile, integrated marine-terrestrial conservation, socio-ecological systems.

       1. INTRODUCCIÓN

       1.1. Contexto

      La Patagonia chilena se extiende por aproximadamente 1600 km a lo largo del margen suroccidental de Sudamérica, a partir del seno de Reloncaví hasta las islas Diego Ramírez (41°42’S 73°02’O; 56°29’S 68°44’O), ocupando un territorio continental intensamente fragmentado por la actividad glacial y por fenómenos tectónicos ocurridos durante el Pleistoceno (los últimos 1,5 millones de años). Es el mayor sistema de estuarios y fiordos del hemisferio sur y una de las mayores extensiones de zonas de contacto entre mar y tierra en el mundo. Su área total alcanza 452.204 km2, incluyendo el mar interior y paisaje terrestre. La zona de costa es escarpada, con pronunciados gradientes entre 0 y 3000 m de altura, con presencia de un mar interior de relativamente baja profundidad (entre 100 y 1000 m), separado del océano Pacífico por cadenas de islas (Pantoja et al., 2011). Es en el mar interior protegido y en los canales y fiordos donde se concentra una sorprendente biodiversidad marina, los principales flujos de materia y energía, y donde se han registrado los más altos valores de productividad en las costas de la región (González et al., 2010; Häussermann et al., 2021).

      El extremo sur de Sudamérica es un territorio de grandes contrastes climáticos, desde condiciones híper-húmedas en el margen occidental hasta semiáridas en el margen oriental, que se destaca por la contigüidad espacial entre ambientes marinos, dulceacuícolas y terrestres en un sistema de golfos, fiordos y estuarios, y una cobertura de bosques y humedales con la mayor continuidad latitudinal de todo el hemisferio sur (41°-56° S). Es, sin duda, uno de los paisajes más excepcionales del mundo, con su singular belleza escénica (Guala et al., 2021) y diversidad de ecosistemas, donde se reconocen numerosos enclaves remotos, escasamente transformados por la actividad humana (Pickard, 1971; Pickard y Stanton 1980; Mittermeier et al., 2003; Martínez-Harms y Gajardo, 2008; Rozzi et al., 2012; Iriarte et al., 2014, Astorga et al., 2018).

      La persistencia hasta hoy de estas áreas remotas, muchas de ellas aún no transformadas por el impacto humano, reviste especial interés científico porque son importantes reservorios de procesos ecológicos preindustriales y constituyen enclaves para amortiguar y contrarrestar los efectos del cambio global en el planeta (D’agata et al., 2016; Jones et al., 2018; Watson et al., 2018a, b). La integridad de funciones de los ecosistemas en la Patagonia chilena se ve fortalecida por la gran extensión terrestre dedicada a parques y reservas, que cubren un inusual 55% del territorio, equivalente a un 71% del total nacional de superficie protegida (Jones et al. 2018; Tacón et al., 2021). Por su parte, la conservación oficial de los sistemas marino-costeros patagónicos alcanza al 41%; considerando 11 parques y reservas marinas, áreas marinas costeras protegidas, y santuarios de la naturaleza, con 11.218 km2 (6% del maritorio patagónico) y la extensión marina-costera de 7 parques y reservas nacionales del Sistema de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE), con 63.703 km2 (35% del maritorio) (Tecklin et al., 2021). Lamentablemente, el reconocimiento de estas áreas marinas costeras del SNASPE por la institucionalidad pública y su gestión han sido muy variables.

      Es notable la ausencia de protección y el limitado conocimiento de las características biológicas y físicas de los sistemas dulceacuícolas patagónicos, representados en Patagonia occidental austral por una diversidad de cuencas de lagos, entre los más transparentes y profundos del mundo, además de los ríos más caudalosos y torrentosos de la Patagonia y de Chile (Reid et al., 2021). Además, los extensos campos de hielo continentales (Fig. 1), los más extensos fuera de Antártica (Rivera et al., 2021), representan importantes reservas de agua a escala regional y global, cuyos flujos alimentan numerosos ríos y humedales. Los amplios humedales costeros dominados por el musgo Sphagnum cubren profundos estratos de suelos ricos en carbono orgánico, de alta relevancia para la regulación del clima (Mansilla et al., 2021). La región tiene una de las cubiertas de bosque más continuas (120.000 km2) y aun escasamente modificada (Grantham et al., 2020), que representa importante almacenamiento de carbono que contribuye a mitigar el cambio climático (Astorga et al., 2018). En esta síntesis se argumenta que para conocer y cautelar los excepcionales valores de estos vastos ecosistemas australes se requiere una nueva visión, conducente a la protección y gestión integrada de la interfaz marino-terrestre y los modos de vida de los habitantes.

       1.2. Visión de conservación en Patagonia occidental austral

      A lo largo de este libro se ha desarrollado una visión de conservación que considera de manera unificada el territorio de la Patagonia chilena (occidental austral), bajo condiciones climáticas templadas a frías, desde el seno de Reloncaví, ca., 41° S, hasta las islas Diego Ramírez, ca., 56° S. Aunque varios autores han subdividido sobre la base de diferencias topográficas, ecológicas e historia de ocupación humana, nuestra visión integrada se sustenta en procesos actuales e históricos que son transversales a toda la Patagonia chilena y que la identifican a escala regional y global. Algunos de los procesos físicos integradores de toda la región, en escala temporal de milenios, son los repetidos ciclos de avances glaciales que fragmentaron y modelaron el territorio (Rivera et al., 2021), creando un extenso sistema de islas, archipiélagos, canales y fiordos.

      El proceso de poblamiento prehistórico y el establecimiento de diversas culturas de pueblos originarios de navegantes, cazadores, recolectores y pescadores también es un elemento común a toda la región (Aylwin et al., 2021) que es muy distinto al avance de la colonización extranjera (europea) y de colonos chilenos, desde el sur de Chile, en los siglos XIX y XX. Esta colonización tuvo efectos devastadores sobre los pueblos originarios y sus culturas en toda la extensión del territorio patagónico (Aylwin et al., 2021). Las tendencias históricas de migración de colonos a través de la región patagónica correspondieron a avances espontáneos o fomentados por el Estado, comúnmente originados desde Chiloé, conectando cultural y socialmente gran parte de la Patagonia chilena. Los impactos ambientales de este proceso de colonización fueron frecuentemente desoladores para los territorios patagónicos. Grandes áreas fueron arrasadas por incendios y por la expansión de plagas de conejos, liebres y otros animales exóticos, incluyendo el impacto generalizado del ganado doméstico y animales silvestres como el castor.

      Con respecto al océano, existen procesos comunes a toda la región, como son la mezcla de agua dulce y salada en los numerosos estuarios de la zona, además de los aportes de agua de deshielo provenientes de los campos glaciales continentales, muchos actualmente en retroceso (Rivera et al., 2021). Estos procesos han generado condiciones especiales para la fauna del