narración, la acción da un salto adelante. El protagonista tiene veinte años, está escribiendo su primera novela y se encuentra con Jean D, uno de los amigos de Annie, que le llama Patrick. Permanecen callados y Patrick piensa que mejor que Jean D esté acompañado por una chica, porque si no hubieran tenido que hablar del pasado, lo cual no hubiera sido fácil.
Apenas pronunciáramos las primeras palabras habríamos sido como los monigotes de las barracas de feria que se derrumban una vez que la pelota ha golpeado en el punto sensible. Desde luego Annie, Hélène y Roger Vincent habían terminado en la cárcel… Yo perdí a mi hermano, Se había roto el hilo. Un hilo de araña. No quedaba nada de todo aquello … (RC 68).
El pasaje es crucial, porque además de lo que dirá diecisiete años después en Un pedigrí, es el único momento en toda su narrativa en el que Modiano dice que su hermano ha muerto. Lo enmarca en el momento en que alguien que viene del pasado le llama Patrick y el protagonista reconoce que es imposible hablar del pasado. «J’avais perdu mon frère»,6 Punto. La oración viene precedida de otras que acaban en puntos suspensivos y va seguida de otras que también acaban en puntos suspensivos. En medio, una frase mínima, porque para el narrador es imposible añadir nada a esa enunciación rotunda. El hermano ha muerto y el hilo de araña que le unía a aquel mundo, la infancia, se ha roto, no queda nada de todo aquello. Patoche, como Pataud, no ha podido hacer nada ante el perro devastador que orienta al cazador. «J’avais perdu mon frère», Patoche ha quedado atrás, el hilo de araña se ha roto, el narrador se llama a partir de aquí Patrick. Se ha acabado la edad de la inocencia. Aparece la conciencia de la muerte, de manera que en Viaje de novios recurrirá a la misma imagen del hilo invisible para expresar el deseo de comunicación con el otro y la sempiterna amenaza de la parca.
Como se ha dicho, el abandono de la infancia es uno de los temas omnipresentes en la obra de Modiano y Reducción de condena, podría ser la novela que más claramente lo muestra. La obra se construye como novela familiar y como cuento infantil, emparentado con los cuentos de hadas (Gellings, 2009: 108-109). Pero, aunque es cierto que el apodo de la criada (Blanca Nieves) o el moño de Mathilde (de bruja) sean característicos del cuento de hadas, la temática de la novela remite directamente al encuentro de los niños perdidos del cuento de Aymé Les cignes (2002d: 683-696).
La historia comienza la mañana en que los padres de Delphine y Marinette se van al pueblo, no sin advertir a sus hijas de que no crucen la carretera. Más tarde las niñas están al borde de esta cuando ven a una cabrita andando a toda prisa y no pueden evitar cruzar la frontera prohibida para preguntarle a dónde va. La cabrita les dice que tiene mucha prisa y que va «al encuentro de los niños perdidos». Se cruzan también a unos patitos muy presurosos porque también tienen que llegar «al encuentro de los niños perdidos». Acto seguido se encuentran con un cachorrillo que les dice que también va a la cita y explica que cuando uno no tiene padres como en su caso va «al encuentro de los niños perdidos» para intentar encontrar una familia, y que le habían hablado de que el año pasado un joven perro como él había sido adoptado por un zorro…Como el perrito tiene las patas cortas y se entretiene jugando, las niñas lo llevan en brazos para que llegue a la cita y pueda ser adoptado. Llegan a un lago y, en la isla del encuentro de los niños perdidos Delphine y Marinette son adoptadas por error. Al final se aclara el embrollo y las niñas, con la ayuda de un viejo cisne, logran llegar a casa antes que sus padres descubran que han cruzado la carretera.
Esa búsqueda de sustitutos familiares aparece a lo largo de todo el texto de Remise de peine y, particularmente, en la relación con los personajes de Roger Vincent y de Annie. En esta extraña familia de adopción, el orden natural aparecerá simbolizado por un rito, que remite también al simbolismo animal, en el que los hermanos aparecen sutilmente representados como patitos cuando antes de irse a dormir mojan un terrón de azúcar en el café de Annie y lo muerden, «como exigía la ceremonia»7 (RC 50).
La imagen del encuentro de los niños perdidos y de la frontera que marcan los padres de Delphine y Marinette también aparece incrustada en otro capítulo de Reducción de condena (81-83). Annie llevaba de vez en cuando a Patoche a la Avenue Junot en Montmartre. Lo dejaba a la puerta de un pequeño edificio blanco en el que entraba. El niño se entretenía bajando por las empinadas escaleras, pero volvía rápidamente por miedo a que Annie se fuera en su coche dejándolo solo. Ella salía de la casa con Roger Vincent y fingía encontrárselo por casualidad. Luego seguía la broma con los habituales de la casa del Docteur Dordain diciendo que se había encontrado a Patoche en Montmartre. En este pasaje, Modiano desdobla el miedo del niño casi abandonado por sus padres en el miedo del niño a perderse de Annie (la familia de adopción), que luego bromea con la condición de niño perdido y encontrado.
Pero además el lugar escogido por Annie para dejar al niño, Avenue Junot, está cargado de hipersemanticidad, porque allí vivió Aymé y le dedicó el título de una de sus nouvelles. Y en otra vuelta de tuerca, en esa misma calle vivió Modiano tras casarse con Dominique Zerfuss. En cualquier caso, en el prólogo a las nouvelles de Aymé, Modiano vuelve a convocar el fantasma de Aymé en la avenue Junot, cuando dice que a los veinte años se había puesto bajo la protección de Aymé y que a la salida del metro Lamarck-Caulaincourt (donde arranca la avenue Junot)8 el aire era más ligero que en otra parte. Y tras hacer alusión a otras zonas del barrio que relaciona con la Ocupación, vuelve a la desembocadura de la avenue Junot con la rue Caulaincourt:
Pero ella [la vida] volvía a ser suave y ligera, un poco más arriba en la misma calle, durante las noches de verano en la terraza del Rêve. Estábamos esperando a «una chica delgada y morena con un vestido rojo en piel artificial». Ella ciertamente olvidaría la cita. Nosotros, para pasar el tiempo, contábamos los perros de nuestra vida (PMA 218).
El párrafo, muy característico de su prosa, está colmado de referencias vitales e intertextuales con significados más o menos ocultos y en ocasiones difusos. El aire suave y ligero aparece en todas las novelas de Modiano cuando el protagonista se ha liberado de la pesadumbre del pasado, que muchas veces es la Ocupación y otras el periodo de su juventud, o ambas épocas mezcladas. «Au Rêve» es un café situado en esa confluencia de la avenue Junot y la rue Caulaincourt, del que eran habituales Simenon, Celine, o Aymé y donde el propio Modiano gustaba dar «rendez-vous au Rêve».9 La frase «una chica delgada y morena con un vestido rojo en piel artificial» es una cita de «L’indiffèrent» (Aymé, 2002h: 946), uno de los relatos que prologa, en el cual la chica, en efecto, no acude a la cita con el protagonista, cuyo padre –como el de Modiano– estaba metido en negocios en el mercado negro. La última frase de este fragmento del prefacio –«Nosotros, para pasar el tiempo, contábamos los perros de nuestra vida»– alude directamente a Les chiens de notre vie (Aymé, 2002i: 1179-1188), otra narración de Aymé que no forma parte de la selección objeto del prefacio. En este relato, una abuela les cuenta a sus nietos, en tono realista, la historia de todos los perros que han pasado por la casa, cómo eran, su trabajo como pastores, las relaciones con los vecinos y con otros perros… Y acaba hablándoles del viejo perro que los acompaña, del que les dice a modo de conclusión que siempre ha mantenido su carácter, que es diferente a los otros, «porque hay una cosa que mucha gente no sabe, y es que casi no hay diferencia entre los perros y entre las personas. Os hablo de la naturaleza de dentro, del corazón y de la cabeza» (Aymé, 2002i: 1188).
Libro de familia ofrece otro ejemplo para comprender mejor la complejidad de esta amplia malla de referencias intertextuales y la densidad de las capas de valor semántico que acumulan los escritos de Modiano. En un determinado momento, el narrador de se da cuenta de que el hombre que estaba sentado a su lado en la terraza de un café ha muerto; llega la policía (uno de cuyos agentes tiene cabeza de carnero) y en la comisaría averiguan que venía de recoger un magnetofón del número 45 de la rue de Courcelles (LF 85-86), un inmueble que reaparecerá en Barrio Perdido.