Nada en este libro es estrictamente original, solo el orden de los temas y las relaciones entre ellos podrían considerarse propios del autor. Los contextos y escenarios en los que se mueven los actores, los agentes, las instituciones y los procesos difieren en general de aquellos referidos en la literatura utilizada en la elaboración de este libro.
Esta reflexión es el resultado de una gran insatisfacción por el estilo de desarrollo seguido por el país y en particular por el sector rural. El tratamiento histórico que se le ha dado a la ruralidad es más que insatisfactorio en relación con el trato que se brinda a las áreas urbanas. Estamos llenos de propuestas para avanzar en un desarrollo rural que sitúe al país en condiciones de satisfacer las necesidades más apremiantes de sus habitantes y reducir las brechas frente al desarrollo urbano. Sin embargo, el camino elegido ha sido el de una modernización que continúa dándole relevancia a la acumulación, la cual propicia la desigualdad, la inequidad y la codicia, los desequilibrios y el trato inapropiados hacia los grupos sociales y un manejo muy inadecuado de los recursos naturales y el medio ambiente. Esas propuestas buscan por lo general solucionar los problemas sin atender las causas de donde provienen y además tienden a imitar los modelos implementados en los países más avanzados, pero con muy poca capacidad de innovación para avanzar mediante la aplicación de otras alternativas.
Hemos transitado durante muchas décadas por los mismos discursos públicos y las mismas propuestas y experimentos institucionales sin que cambie la situación, especialmente para los sectores subordinados del modelo general de desarrollo implantado. El tipo de modernización adoptado le da preferencia al mercado y al desarrollo empresarial moderno, pues se piensa que allí se encuentra la solución a los grandes retos que enfrenta la sociedad para salir de su atraso y avanzar en un proceso de desarrollo sostenible y justo. De esa manera, se relega y minimiza la importancia de sistemas productivos rurales, campesinos y comunitarios, y de las relaciones que ellos pueden establecer con las áreas urbanas.
Así pues, el objetivo de este libro no consiste en la elaboración de propuestas para resolver todos los problemas que afectan las posibilidades de un mayor y mejor desarrollo rural y urbano. Se centra más en el análisis de la problemática rural y aspectos muy cercanos a la vida que llevan los pobladores rurales menos protegidos y beneficiados. Constituye una apuesta por rescatar la dignidad de los pequeños productores (campesinos y agricultores familiares y comunitarios) y valorizar sus contribuciones al desarrollo rural y urbano para construir una sociedad rural más próspera y menos desigual, que se integre adecuadamente con toda la sociedad y, en especial, con las áreas urbanas.
De este modo, el libro ofrece una propuesta para el rediseño de la ruralidad que tenemos y de sus relaciones con lo urbano a partir de una redistribución de la población en el territorio y de los factores productivos entre quienes habitan esos espacios, bajo una nueva concepción de los equilibrios territoriales. El punto de partida es el establecimiento de elementos con el fin de instaurar un nuevo paradigma para sustituir el vigente. Concebimos asociaciones y relaciones de cooperación diversos entre lo rural y lo urbano por encima de la lógica de los mercados, en una invitación a que lo rural y lo urbano caminen juntos con un propósito común: alcanzar la unidad de la cual hacen parte y dirimir diferencias como lo indica de manera general el papa Francisco en su última encíclica Soñemos juntos.
En ese sentido, como proceso estratégico, se sugiere el establecimiento de una alianza entre productores y consumidores de alimentos. Eso incluye, además, la creación de ciudades en la ruralidad, pequeños centros urbanos de vida digna, humana, sociable y sostenible; cuyo propósito consista especialmente en ser el receptáculo de los excedentes de población resultantes del proceso de rediseño de la ruralidad y que se complementen con los asentamientos rurales de pequeña escala ya establecidos en veredas y corregimientos. Esas ciudades son parte de una nueva visión de la ruralidad, pues se integran en todo el cuerpo social, donde lo urbano y lo rural comparten un territorio, son codependientes y constituyen un todo.
Después de revisar los principales materiales académicos y programáticos del orden nacional e internacional, se evidencia que hace falta avanzar hacia una transformación efectiva de la realidad en un horizonte a mayor largo plazo. Esto bajo el criterio de un desarrollo sostenible, incluyente y humano que permita romper las cadenas del atraso y de la destrucción de la naturaleza, el medio ambiente y de la condición misma del ser humano. Ese desarrollo se inscribe en las nuevas discusiones sobre el “buen antropoceno” y el buen vivir, las cuales invitan a reinventar lo hecho en una búsqueda por evitar la catástrofe anunciada que ha generado el antropocentrismo.
Todos los procesos de transformación aquí propuestos tienen tiempos diferenciados no predeterminables, ya sean de corto, mediano o largo plazo. Esto se debe