Marvin Moore

Camino al Armagedón


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el reino de las tinieblas te afligiría, como lo demuestra tu temor a que un ladrón estuviera a punto de entrar en tu casa. Nadie en el Reino de la Luz tendría que preocuparse por los ladrones, y no tienen que temer a la autoridad.

      Cada gobierno tiene que dar a algunas personas autoridad sobre otras para hacer cumplir las leyes que sus gobernantes han legislado o proclamado. Sin autoridad, nuestras sociedades terrenales descenderían a la anarquía. La Biblia reconoce la necesidad de la autoridad. Cuando Dios sacó a los hijos de Israel de Egipto, los organizó en una nación con Moisés como jefe ejecutivo. El suegro de Moisés, Jetro, le aconsejó, además, que organizara al pueblo en grupos de miles, cientos, cincuenta y diez, con un líder sobre cada grupo. Estos líderes tenían la autoridad para juzgar y resolver disputas, y también tenían la opción de referir casos más difíciles a una autoridad superior (Éxo. 18:13-26).

      ¿Cómo sabemos que existen relaciones de autoridad en el Reino de la Luz?

      Varios textos en la Biblia lo sugieren. Apocalipsis 12:7 dice: “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles”. Tengo mucho más que decir sobre esta guerra en capítulos posteriores. Por ahora, quiero llamar tu atención sobre el hecho de que Miguel es un líder que tiene ángeles bajo su cargo; y el dragón, Satanás, es un líder que tiene otros ángeles bajo su dominio. ¿Había otros líderes por debajo de ellos en esta guerra? La Biblia no responde a esa pregunta, pero es difícil imaginar que no lo hubiera. Nuestros ejércitos en esta tierra están compuestos por soldados rasos que están bajo la dirección de sargentos; a su vez, estos últimos son liderados por tenientes; los tenientes son dirigidos por capitanes; los capitanes son regidos por mayores; los mayores son liderados por coroneles; y estos últimos están bajo la dirección de generales. Luego hay generales de una, dos, tres, cuatro y cinco estrellas que tienen líneas de autoridad ascendentes. Aunque seguramente deben existir diferencias significativas entre los ejércitos terrenales y los celestiales, cualquier batalla que carezca de una organización cuidadosa y de relaciones de autoridad bien definidas está condenada al fracaso. Parece razonable concluir que esto sería tan cierto para los ejércitos del cielo como para los ejércitos terrenales.

      Apocalipsis 12 nos proporciona otra evidencia de autoridad en el cielo. En la Tierra, las guerras ocurren cuando una nación desafía la autoridad de otra nación. A menudo, es un grupo de naciones que desafía la autoridad de otro grupo de naciones, como en la primera y la segunda Guerra Mundial. Apocalipsis dice que la autoridad de Miguel y sus ángeles prevaleció sobre la autoridad del dragón y sus ángeles, de tal manera que “el gran dragón”, Satanás, “fue lanzado a la tierra, y sus ángeles con él” (Apoc. 12:9). En otras palabras, el reino de las tinieblas desafió la autoridad del Reino de la Luz. El Reino de la Luz prevaleció y el reino de las tinieblas perdió.

      Un par de textos en el Antiguo Testamento también indican que hay relaciones de autoridad en el cielo. Poco antes de que los israelitas conquistaran Jericó, Josué fue confrontado por un guerrero a quien no reconoció. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: “¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? Él respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora” (Jos. 5:13, 14).

      Entonces, de nuevo, vemos que el ejército de Dios en el cielo tiene un comandante con autoridad, y Daniel nos informa que este comandante, a quien Daniel llama un “Príncipe”, tiene un “ejército” bajo su dirección (Dan. 8:11).

      Parece evidente tanto de las Escrituras como de Elena de White que la autoridad es otra característica significativa de la vida en el Reino de la Luz. La importancia de esta característica se hará evidente en el capítulo 3 y más adelante.

      La libertad

      Una cuarta característica del Reino de la Luz es la libertad. Los seres inteligentes que Dios creó pueden pensar por sí mismos, sacar conclusiones a partir de lo que saben y actuar sobre la base de esas conclusiones. Y esto incluye la libertad de hacer preguntas, debatir el significado de la evidencia y estar en desacuerdo con las conclusiones de otros.

      En 1988, la editorial Zondervan publicó un libro de Philip Yancey titulado Disappointment with God: Three Questions No One Asks Aloud [¿Desilusionado con Dios? Tres preguntas que nadie hace en voz alta]. El título de Yancey sugiere una verdad maravillosa sobre Dios: Él nos da la libertad de interrogarlo. Él nos permite desafiar sus acciones y leyes, y estar en desacuerdo con él. ¿Te suena esto herético? No debería. ¿Has tenido alguna vez una experiencia en la que la guía de Dios te pareció misteriosa e incluso aterradora? ¿Te has preguntado alguna vez: “Dios, ¿por qué me pasa esto y aquello?”? Todos lo hemos hecho, lo que significa que estamos cuestionando a Dios. Habacuc planteó la agonizante pregunta: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás [...]?” (Hab. 1:2). El salmista clamó: “¡Despierta! ¿Por qué duermes, Señor? [...] ¿Por qué escondes tu rostro, y te olvidas de nuestra aflicción, y de la opresión nuestra?” (Sal. 44:23, 24).

       ¡Nuestro Dios nos da la libertad de cuestionarlo!

      Discutiré acerca del reino de las tinieblas en los capítulos 3 y 4, pero aquí diré que esta libertad para cuestionar a Dios y para estar en desacuerdo con él yace en el fundamento de la rebelión de Lucifer. Algunas personas se preguntan por qué Dios no creó a Lucifer para que no pudiera rebelarse y para que no pudiera pecar y llevar a otros a pecar con él. ¡Piensa en el sufrimiento humano que esto habría evitado!

      De hecho, Dios ha creado millones y miles de millones de estas criaturas. Los llamamos “animales”. Los animales tienen diferentes grados de inteligencia, desde lombrices de tierra , que probablemente ni siquiera son conscientes (al menos en ningún sentido que consideremos conciencia), hasta perros, delfines y elefantes, que se encuentran entre las criaturas más inteligentes del reino animal. Sin embargo, ninguno de estos animales superiores se acerca a tener la inteligencia que Dios ha dado a los ángeles y a los seres humanos. Los seres humanos tenemos la capacidad de razonar, reflexionar, debatir y hacer preguntas. Así que, antes de preguntarnos por qué Dios no creó a Lucifer de tal manera que no pudiera rebelarse, tenemos que preguntarnos si quisiéramos que nuestras habilidades para razonar, reflexionar, debatir y hacer preguntas nos fueran quitadas. Estoy seguro de que todos los que lean este libro dirán un rotundo ¡No!