libro de cada cosa si recién empezás, y querés ver de qué se trata.
Ayelén asentía silenciosamente. De repente, alzó la mirada y dijo:
–Tengo una idea. De casualidad, ¿tenés laurel?
–Una bruja siempre tiene laurel –respondió Mel. Sacó una billetera del bolsillo de su túnica, y le extendió una hoja reseca a su amiga.
Ayelén roció con desinfectante la hoja.
–Bueno, al menos se va a encender más rápido –dijo Mel.
La otra llevó la hoja hacia su altar, y acercando el laurel a una de las velas, lo quemó. La hoja chisporroteó sonoramente.
–En este acto –dijo, ceremoniosamente– deseamos encontrar un manual que nos ayude a orientar a nuestros oyentes. Que sea de Tarot y Astrología.
–Así sea –acotó Mel.
Ayelén prosiguió.
–Deseamos que sea un manual de fácil acceso, y con información chequeada.
–Así sea –coreó Mel.
–También, deseamos que no nos duela el ciático.
–Así sea, pero vamos a necesitar dos camiones de laurel –murmuró Mel. Ante la mirada recelosa de Ayelén, acotó nuevamente–: Así sea.
De repente, se escuchó un breve sonido musical.
–¿Y eso? –se sorprendió Ayelén.
–La notificación de Gmail –respondió la otra, sacando el celular.
Ayelén alzó el rociador de desinfectante, pero se detuvo ante la mirada de Mel. En vez de eso, preguntó:
–¿Tenés notificaciones con sonido? ¿Tenés noventa años?
Mel alzó una mano para interrumpirla. Sus ojos iban de un lado al otro de la pantalla del celular, leyendo vertiginosamente.
–Querida amiga –dijo, estupefacta–. La magia funcionó.
–¿En serio? –Ayelén alzó las cejas–. ¿Qué te mandaron?
–No es exactamente lo que pedimos. Pero, como siempre –sonrió misteriosamente–, la magia funciona de maneras inesperadas.
Historia de las mancias
y su uso actual
Sobre el destino, la suerte
y la adivinación
Uno de los misterios más grandes que aborda el ser humano al comenzar su pasaje por esta existencia es: ¿existe el destino?
Si confirmas tu membresía en el Club de Brujas, esta es una pregunta que invitamos a que te hagas. Aquí lo importante no es la respuesta, sino el camino que recorremos para llegar a ella.
La existencia del destino —esto es, que aquello que nos sucede ya está predeterminado— es una cuestión ampliamente abordada por la filosofía y la religión a lo largo de la historia de la humanidad. Por ejemplo, dentro de la filosofía griega, podemos encontrar que los estoicos creían que el destino estaba regido por la voluntad de los dioses más allá de su capacidad de decidir. En contraposición, los epicúreos negaban la existencia de tal voluntad divina, y basaban la capacidad de elección de los seres humanos en su racionalidad. Dentro de las religiones más predominantes —como el judaísmo, el cristianismo y el islamismo—, podemos encontrar que la voluntad divina es un factor determinante en el destino de los hombres, pero que a su vez tienen la libertad de elegir si hacer el bien o el mal durante su breve existencia en el plano terreno.
A esto se le suma otra cuestión: la de la suerte. Los griegos tenían, incluso, una deidad para representarla ¿Qué es esa “influencia” que bendice a unos y maldice a otros? ¿Si acaso existe, se puede atraer a nuestro favor?
Estas son algunas de las principales cuestiones que se abordan cuando nos adentramos en el fascinante mundo de las mancias y la adivinación, y sobre todo, de la magia. Inevitablemente, nos encontramos reflexionando sobre la naturaleza de estas fuerzas que nos influyen; y sobre todo, intentamos entender la naturaleza de nuestro propio poder.
Tengamos en cuenta que dado que no se puede reducir a una serie de reglas y modelos comprobados empíricamente (y, sobre todo, por su naturaleza subjetiva) la adivinación no puede ser tratada como una ciencia. Sin embargo, esta es una buena oportunidad para mirar el conocimiento hegemónico desde otra perspectiva:
¿Acaso todos los saberes y experiencias pasan por los sentidos y lo comprobable? ¿Eso no es, acaso, negar toda cualidad espiritual en el ser humano?
Recordemos, también, que estas prácticas son anteriores a que se instalara de manera predominante el pensamiento materialista, pero eso no las hace menos válidas. Trazar esta dicotomía también nos servirá para considerar cuándo es útil acudir a las técnicas que les enseñaremos en este libro, y cuándo conviene acudir a otro tipo de saberes que sí pueden ser científicos.
Hay una última cuestión, y es aquella con la cual se nos acercan muchas jóvenes brujas que recién están metiendo la puntilla de los dedos en este vasto océano:
¿Hace falta un don para poder participar
de estas prácticas adivinatorias?
Es cierto que la mayoría de las veces estas prácticas tuvieron una investidura sacerdotal o chamánica. Se distinguía claramente la figura del “adivino” de la del ciudadano común y corriente, que acudía a él o ella para poder acceder al “otro plano”, ya sea de los designios divinos o de los espíritus. Hoy en día, podemos observar que la práctica doméstica está mucho más difundida. No hace falta acercarse a un templo para tantear estas prácticas, y esto también conlleva que se las trate con mucha menos solemnidad. Si esto es algo bueno o malo, el tiempo dirá.
En otras palabras: no, no hace falta un don. Quizá tener una sensibilidad mayor o menor con respecto a los fenómenos mágicos y espirituales influya en cuanto al alcance de nuestras lecturas y predicciones, pero no por ello lo anula. Recordemos que estos sistemas simbólicos no fueron creados por los dioses, sino por el ser humano; que le aludió un significado a cada elemento de la práctica adivinatoria que luego se volvió parte del canon.
Si bien a lo largo de este libro te contaremos sobre cuáles son los fundamentos filosóficos que se suelen utilizar para explicar las técnicas que se utilizan actualmente, primero hay que echar un vistazo al sinfín de métodos que la humanidad ha utilizado para obtener “mensajes” sobre su suerte y su destino. Tengamos en cuenta que este tipo de prácticas casi siempre fueron consideradas un nexo entre lo divino y lo terrenal, uno de los pocos canales de comunicación considerados válidos para mirar a los dioses a los ojos y preguntarles: “¿Qué pretende usted de mí?”.
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