período. Este tratado explica la definición de lo que en ese momento se consideraba brujería, cómo identificar a sus practicantes, y cómo juzgarlos y penarlos. La mitología sobre la brujería parece ser una combinación entre creencias sobre el mal (y el Diablo) y los antiguos cultos a Diana, en las que los fieles hacían rituales con animales por las noches y le ofrecían sus ofrendas a la diosa.
No olvidemos la cuestión del género. Si bien no hay datos certeros al respecto de cuántas fueron las víctimas reales de este genocidio, los documentos de la época reflejan que el principal foco de la caza de brujas fueron las mujeres de origen campesino. Según este conjunto de creencias, y dado el pecado original, se consideraba a las mujeres moralmente más débiles, libidinales y susceptibles a la influencia del mal. Entonces, la eliminación de una bruja proveía de una solución aparente a los problemas ligados a ellas, y apelaba al favor divino.
Sus verdaderos motivos: los económicos
Como ya vimos, hay una profunda conexión entre el concepto de brujería y la moralidad. Uno de los principales rasgos de la caza de brujas, y una de las claves principales de su éxito y aceptación popular fue crear un antagonismo entre la bruja y el ciudadano obediente y piadoso. Este antagonismo, básicamente, consistió en hacer que las brujas fueran un chivo expiatorio de los males de la época. La hambruna, la mala cosecha, la enfermedad de las personas y los animales; detrás de todo ello, había una bruja hereje que, a través de sus pactos diabólicos, estaba drenando a la comunidad de su vitalidad y riqueza.
La principal herramienta para identificar a una bruja era, simplemente, el rumor y la habladuría. Cualquier mujer que no estuviera cumpliendo un rol virtuoso de hija, madre o esposa obediente era susceptible a caer víctima del señalamiento; pero dada la naturaleza no comprobable de las acusaciones, cabe aclarar que incluso las mujeres que estuvieran cumpliendo un rol esperable corrían peligro de ser acusadas de brujas. Una acusación era normalmente seguida de un largo juicio en el cual, mediante la tortura y la coerción, se extraía una confesión de la presunta bruja, así como los nombres de otras personas que hubieran participado de sus oscuros ritos. Cabe aclarar que estos juicios no siempre fueron llevados a cabo por tribunales eclesiásticos, sino que con el paso del tiempo fueron adoptados por jueces laicos que igualmente adherían a estas doctrinas, dado que fomentaban el orden público.
Aquí hay dos puntos importantísimos a destacar, y que son los dos ejes principales a la hora de entender las verdaderas motivaciones detrás de la caza de brujas. Primero, que la acusación de brujería era una forma perfectamente legal de encarcelar y ejecutar a una persona. Esto, desde lo material, implicaba también que el Estado expropiaba sus bienes y tomaba las tierras que le pertenecían, lo cual resultaba extraordinariamente sencillo si la persona era soltera, anciana o no tenía herederos. Un ejemplo de esto es la serie Penny Dreadful, cuyo episodio “The Nightcomers” supo retratar esta situación: una bruja que vive sola en los páramos, y cuyas tierras son expropiadas por el Estado gracias a su ejecución.
Segundo, que este proceso no fue ajeno a todos los cambios socioeconómicos que se estaban dando a lugar en aquellas épocas. La caza de brujas coincide con el descubrimiento de América y con el fin del régimen feudal. El incipiente surgimiento de un capitalismo mercantilista implicó nuevas formas de producción y división sexual del trabajo. Las necesidades sociopolíticas de la época apuntaron a que la mujer abandonara los oficios y se relegara al rol doméstico y reproductivo. De este asunto habla el libro Calibán y la bruja de Silvia Federici, un clásico que recomendamos sobre todo a quienes les interese ahondar más en esta cuestión. Básicamente, el rol de las mujeres en el hogar y la familia pasó a ser un asunto de Estado, que debía ser celosamente regulado incluso con mecanismos coercitivos como la histeria colectiva generada por la caza de brujas.
Y con respecto al miedo a lo subversivo, se destaca otra de las dimensiones potencialmente peligrosas de la bruja: su unión y cooperación con otras mujeres.
El aquelarre y la autonomía
Cualquier mujer que se congregara de manera sospechosa con otras mujeres podía ser considerada una bruja, así como aquellas que tuvieran oficios relacionados a la salud sexual y reproductiva. Nótese que las actividades que tuvieran que ver con los encantamientos y el curanderismo estaban penadas por la antigua legislación dado su carácter ajeno a la institucionalidad religiosa y, por ende, potencialmente subversivo; pero detrás de las acusaciones de curanderismo había parteras y mujeres que practicaban la medicina relacionada con la gestión de la salud sexual femenina. La medicina basada en plantas e independiente del poder de la Iglesia era considerada sumamente peligrosa, dado que la medicina no estaba instaurada aún como institución científica. Aquí podemos identificar algo que, a ojos actuales, resulta irónico: las mujeres científicas eran susceptibles a las acusaciones de brujería.
Si has tenido el gusto de leer la novela Outlander (o su hermosa adaptación a la televisión) recordarás que Claire, su protagonista, practica la medicina herbal y es valorada por la comunidad que la recibe por sus dones, que terminan siendo la base de una acusación de brujería más adelante en la historia.
Y con respecto a los aquelarres, podemos resaltar lo siguiente: hoy en día, se sigue fomentando la competencia entre mujeres, en vez de alentar a la cooperación. Como por estas épocas la validación y la protección social venía a través del matrimonio y la maternidad, las otras mujeres pasaron a ser rivales que se disputaban la atención de los candidatos más convenientes. Asimismo, esto desalentaba a que las mujeres pudieran elegir no formar una familia y convivir con otras mujeres, o incluso formar vínculos sexoafectivos entre ellas.
Como vemos, todo lo que se saliera del mandato familiar era punible.
Un ejemplo en la ficción de esto último es la bellísima película Practical Magic (también basada en un libro), protagonizada por Nicole Kidman y Sandra Bullock. Ellas son las herederas en una larga tradición de brujas que han convivido de manera familiar solo entre hermanas, lo cual es percibido con sospecha y recelo entre los pueblerinos.
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