mañana, se trabaja!; y si tienes algo es porque tú te lo has hecho. Esa es la realidad. (Wong, 1996, p. 211)
Por su parte, el estilo citadino supone la valoración de la formación académica, las relaciones sociales y los signos de solvencia económica que conceden estatus y prestigio. En la medida en que empiezan con más recursos, su grado de formación académica es mayor y consiguen más información mediante las relaciones sociales; por ello, el negocio implica actividades más sofisticadas.
Por ejemplo, un empresario limeño citadino en el negocio de la agroindustria decía lo siguiente con respecto a las ventajas de haber obtenido una formación técnica para la instalación de una empresa de procesamiento de papas:
Hay una serie de detalles que se van acumulando en lo que uno hace, y es en los detalles en donde está la diferencia, y en la visión, anticiparse a los hechos, saber leer las señales de la competencia. Es en los detalles que se van acumulando donde está la explicación a los resultados que obtuvimos. (Wong, 1996, p. 233)
Acerca de los estilos de vida, uno puede preguntarse: ¿por qué existen casos en que empresarios migrantes (sin estudios y con escasos recursos) han logrado desarrollar empresas más que los empresarios citadinos (con formación académica y más recursos financieros)? Una respuesta se encuentra en el tipo de negocios de giro simple (talleres de confecciones, bares, tiendas de ultramarinos, etc.), ya que no exigen habilidades intelectuales sofisticadas, sino más bien valores vinculados al esfuerzo, la tenacidad y la perseverancia. Existen incluso casos en los que los hijos han persistido en un negocio sencillo, pero lo han gestionado con valores citadinos, con resultados desastrosos. En resumen, los negocios simples dependen fundamentalmente de un estilo de vida migrante, mientras que los sofisticados no solo dependen del estilo de vida citadino, sino además exigen desarrollar destrezas y habilidades para comprender aspectos fundamentales como el potencial de mercado y las técnicas de gestión pertinentes. Esta puede ser una de las razones más importantes por las que pocas empresas familiares llegan a un tamaño considerable.
1.2 Contexto histórico de los casos: 1970-presente
Los casos de empresas y emprendimientos familiares presentados a lo largo de esta publicación son peruanos; sin embargo, comparten similitudes con sus pares latinoamericanos al estar todos inmersos en un continente que tradicionalmente se ha ubicado en la periferia económica del sistema internacional.
Desde esta perspectiva, se espera que el lector no solo pueda identificar esos patrones comunes en las empresas familiares, sino que también extrapole la teoría presentada y pueda aplicarla a algún otro caso de estudio tal vez más cercano. No obstante, también es necesario comprender que las dinámicas en las que se desarrollaron estas empresas reseñadas son particulares a un contexto político y económico específico. Por tal motivo, en las siguientes líneas se presentará un breve repaso de los ciclos económicos peruanos, desde la década de 1970 hasta la actualidad, que ayuden a contextualizar y entender mejor las decisiones que los protagonistas de los casos presentados tomaron, o las circunstancias que influyeron en ellos.
Como preámbulo, es necesario tener en cuenta que la periodificación económica peruana puede tener diferentes caracterizaciones dependiendo del enfoque que el investigador emplee. En esta publicación, se propone abordar esta historia según el vaivén entre el liberalismo y el proteccionismo que distintos Gobiernos han impuesto en el Perú. Aunque desde una visión regional es posible determinar que, tras la caída de la Bolsa de Valores de Nueva York en 1929, Latinoamérica optó por un proteccionismo en aras de generar una industria propia, el Perú aplicó dichas medidas económicas de manera menos contundente que sus países vecinos, pues la consigna general siempre fue que el Estado tenga un rol intervencionista mínimo en el mercado. Este modelo sería interrumpido tras la llegada al poder de los militares a finales de la década de 1960, como se explicará a continuación.
Ciclo económico de la década de 1970
Este ciclo se inauguró en 1968 con el golpe de Estado del general Juan Velasco Alvarado, quien instaló al Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas en el poder. Se inició un plan de «transformación estructural», cuyo objetivo era posicionar al Perú como un país autónomo y nacionalista. Sus obras más significativas fueron la expropiación de la transnacional International Petroleum Company (IPC), la gestión de Petroperú para que se encargue de la explotación del recurso en la Costa norte y en la Selva, y la reforma agraria, que se centró sobre todo en las grandes haciendas del norte.
En 1970, la Ley de Reforma Industrial creó las «comunidades industriales» entre las empresas manufactureras modernas que representarían a los trabajadores y permitirían una participación cada vez mayor en la propiedad, gestión y utilidades de la empresa. Si bien en un inicio el proyecto reformista militar contemplaba una alianza con los empresarios para transformar el país (a través de subsidios y reducción de impuestos en diálogo con la Sociedad Nacional de Industrias), luego consideró a dicho grupo como un potencial rival político, por lo que buscó minimizar su influencia con dicha reforma (Monsalve & Puerta, 2020). Por otro lado, se estipulaba que el capital extranjero se debía reducir paulatinamente en estas empresas hasta un nivel de propiedad minoritario. El capital extranjero redujo su participación a un 40% del nivel anterior a Velasco. Se anunció, a su vez, el establecimiento de un nuevo tipo de empresa mixta entre el Gobierno y las cooperativas de trabajadores, que serían conocidas como de «propiedad social» (Thorp & Bertram, 2013).
De esta manera, el Estado pasó a cumplir el papel que antes tenía el capital extranjero en el desarrollo de la minería, el petróleo, la electricidad y los ferrocarriles. Tomó a su cargo casi todo el sistema bancario, la comercialización de las exportaciones y el sector pesquero en su totalidad; y realizó reformas para beneficiar a los empleados de las empresas de este sector moderno (Thorp & Bertram, 2013). Sin embargo, no hubo un crecimiento industrial, como los militares creyeron que ocurriría. No hubo inversión privada en la agricultura por la incertidumbre de la reforma y tampoco se invirtió en la manufactura. El Gobierno tuvo que pasar a ser el principal inversionista. No se consiguió una economía mixta, sino un capitalismo de Estado (Thorp & Bertram, 2013).
En la tabla 1, se observa el patrón de la propiedad empresaria en el sector moderno (valor agregado como porcentaje del PNB):
Tabla 1
Patrón de la propiedad empresarial
Antes de la reforma | Después de la reforma | |
Estado | 11 | 26 |
Capital privado nacional | 30 | 22 |
Capital extranjero | 21 | 8 |
Cooperativas, etc. | - | 6 |
Total del sector moderno | 62 | 62 |
Fuente: tomado de Thorp y Bertram (2013, p. 493).
Como el sector privado comenzó a declinar con los años y se rechazaba una reforma tributaria porque amenazaba el sector civil de clase media que apoyaba al Gobierno, se optó por préstamos extranjeros y el aumento de la deuda pública. Las consecuencias fueron el fracaso del proyecto de autonomía económica, una caída cíclica de los precios de exportación, dependencia de la importación de alimentos y bienes industriales intermedios, y un aumento vertiginoso de la deuda externa (Thorp & Bertram, 2013).
Cuando Morales Bermúdez tomó el poder en 1975, se enfrentó a un período de depresión con la inflación de costos. Para 1977, el costo de vida había aumentado en un 40% (Thorp & Bertram, 2013).
Ciclo económico de la década de 1980
Con la salida de los militares y el retorno a la democracia, hubo una gran expectativa por un remontamiento económico. En 1980, Fernando Belaúnde regresó al poder e instauró un plan de medidas económicas ortodoxas y de liberación del mercado. Entre ellas, se trató de controlar el déficit fiscal al restringir el gasto público y devaluar la moneda, lo que encareció las importaciones. A su vez, se trató de controlar la inflación con la eliminación de aranceles, además de reducir el intervencionismo estatal y su carga presupuestal. Por último, se favoreció la privatización y tercerización de actividades y servicios públicos (Parodi, 2004). El plan era causar una recesión que pudiese estabilizar la economía y dinamizar las exportaciones, pero el impacto fue mayor