Ana de Andrés

Shine


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tiempos nuestro desafío existencial y al mismo tiempo una prueba de fuego para nuestros líderes, que deberían ser capaces de guiar a sus instituciones y organizaciones mientras lidian al mismo tiempo con sus propios desafíos existenciales. Las patologías de nuestras antiguas normalidades, y sin duda las de las «nuevas» que tendremos que enfrentar, generan por definición demandas imposibles y conflictos entre variables casi irreconciliables. Abordar lo que viene requerirá una transformación evolutiva de quiénes somos, cómo nos comportamos, cómo pensamos y qué valoramos. A la mayoría esta crisis nos ha cogido distraídos, atrapados en la literalidad, en la preocupación por «lo nuestro» y en la tiranía de lo urgente. Y sin embargo creo no equivocarme al afirmar que los tiempos no van a dejarnos otra opción que la de enfrentarnos a una serie de preguntas que tarde o temprano tendremos que abordar.

      2 El cambio maduro se hace de dentro afuera y requiere el desarrollo de perspectivas expandidasEn este sentido, el trabajo sobre «Adult Development» representa una perspectiva relevante, no solo para comprender la transformación en primera persona, sino especialmente para poder acompañar a otros en las suyas con cierta autoridad moral. Se trata de un cuerpo teórico poderoso relacionado con el cambio desarrollado por diversos investigadores hasta transformarlo en una serie de modelos y marcos consistentes14.Se basa en una premisa fundamental: lo que dicen los expertos –y la investigación demuestra– es que los humanos seguimos progresando una vez alcanzada la edad adulta (a tasas variables, dependiendo principalmente de nuestros anhelos, de nuestro entorno y del acompañamiento que recibimos) a través de etapas predecibles de desarrollo mental, emocional y espiritual. La mayor parte de nosotros crecemos gracias a –o a pesar de– diferentes experiencias de aprendizaje (la familia, la escuela, la cultura en la que nos integramos y todo lo demás que nos encontramos por el camino), a través de una serie de etapas que los expertos llaman de desarrollo horizontal. Pero algunos audaces deciden aventurarse de forma consciente y consistente a lo largo de la vida en lo que los expertos llaman desarrollo vertical, que se traduce en que a medida que avanzamos a niveles superiores aprendemos a ver el mundo con una mirada nueva, cambiamos nuestra interpretación de las experiencias que vivimos y logramos expandir nuestras mentes. En el proceso adquirimos la capacidad de transformarnos y transformar traspasando barreras e incluyendo a cada vez más personas en nuestro concepto de cuidado y de felicidad. Estas mentes expandidas pueden albergar con comodidad las contradicciones y nos permiten dejar de gravitar hacia el pensamiento polarizado y abordar los dilemas con mucha más comodidad. Cualquier intento maduro de desarrollo de las personas debería concentrarse por tanto en facilitar su tránsito a través de estas etapas y apoyar conscientemente el desarrollo de estas perspectivas expandidas. Si lo pensamos bien, esto tendría que llevarnos a revisar profundamente las metodologías de aprendizaje, ya que, si bien el desarrollo horizontal puede ser transmitido, el desarrollo vertical solo puede ser inducido y se logra siempre de adentro hacia afuera.El desarrollo vertical es por tanto el verdadero reto en este mundo donde el cambio es la vida y la vida es cambio. El desarrollo horizontal, es decir, el aprendizaje de nuevas habilidades, puede que fuera útil cuando los problemas estaban claramente definidos y existían técnicas conocidas para resolverlos, pero se queda muy corto para estos tiempos revueltos. El desarrollo vertical es el verdaderamente fundamental para avanzar en el proceso de desarrollo de nuestra identidad y en la progresión virtuosa de colectividad-individualidad-unidad que nuestro mundo requiere.

      3 Cambio y transición son fenómenos diferentes… aunque los confundamos La mayoría de nosotros no nos oponemos por definición al cambio, que vamos aprendiendo a aceptar como parte de la norma, sino a «ser cambiados». Estamos en contra del cambio impuesto porque nuestro cerebro está diseñado para que lo veamos como un abandono ineludible de lo que tenemos, en lugar de como una posibilidad de añadir. Según la neurociencia, vivir dentro de los límites de lo conocido nos da seguridad y el cambio siempre provoca un cierto vértigo.Este simple hecho de la vida que es el cambio lo hemos vivido de forma extrema en los últimos meses, durante los cuales hemos tenido que someternos a medidas sin precedentes de restricción, entre otras de nuestras libertades fundamentales, y al menos la mitad de la población mundial ha vivido situaciones más o menos estrictas de confinamiento. Esto sin considerar siquiera que a juzgar por los expertos lo que hemos vivido no es más que el principio de una sucesión de cambios en todos los órdenes.Son momentos sin duda fundamentales para entender la diferencia entre cambio y transición15. Mientras el cambio suele venir dado por un acontecimiento concreto y acotado en el tiempo, a menudo determinado por un factor exógeno y fuera de nuestro control como el que estamos viviendo, la transición es un proceso con fases que hay que entender y respetar: En la primera fase, que tiene que ver con el final de algo, solemos ir del shock a la negación, y de ahí al dolor y disgusto cuando la situación es de no retorno, porque en nuestras mentes y en nuestro sentir, cambio=pérdida.

       La segunda fase, de duelo, es donde comienza el regateo y es fundamental vivirla conscientemente, porque sin duelo no hay transformación y, por tanto, aumentan las posibilidades de que los dioses nos vuelvan a mandar la misma lección. Aparentemente, la mayoría de nosotros necesitamos estar «en el hoyo» antes de poder empezar a experimentar con lo nuevo… Agotador, lo sé, pero si miro hacia atrás en mi vida y en la de muchos de los que he tenido cerca, es bastante cierto. Se trata de empezar a colocar el «acontecimiento» en la nueva vida que tenemos que vivir para poder abordarla con cierta naturalidad.

       La tercera y última fase, de integración en nuestra nueva realidad, comienza necesariamente con una decisión por nuestra parte de seguir adelante con lo nuevo, algo indispensable para poner fin a las «realidades» anteriores y no quedarnos en el limbo.

      Lo importante es entender que cuando somos capaces de aprovechar el cambio para conectarlo con nuestro sentido, es decir, con la parte más elevada de nuestro Yo, el consenso entre los sabios es que tenemos la opción de saltarnos lo peor del shock y elegir transformarnos, evitando así gran parte de las magulladuras emocionales. Y es que parece que los shocks son más graves cuanto más infieles somos a nuestro plan de ruta. Es una lástima que en mi experiencia esto de andar pegaditos a nuestro sentido ocurra en tan pocos casos y requiera tanta sabiduría natural. La mayoría de nosotros no solo nos metemos en el hoyo, sino que aprovechamos para chapotear.

      1 La noción de VUCA (Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad) ha quedado claramente sobrepasada con lo que estamos viviendo El famoso acrónimo VUCA (Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad), acuñado a principios de los 90, que se ha venido utilizando como referencia en el plano de la gestión empresarial, se ha revelado insuficiente para abarcar el contexto actual. El acrónimo, utilizado por primera vez por el Ejército de los Estados Unidos de América para definir el mundo posterior al colapso del bloque comunista, se refería a la sustitución de la «certidumbre» que proveía la bipolaridad por un escenario mucho menos predecible, plagado de conflictos y de peligros. El mundo presente, mucho más confuso, se explica de otro modo: rivalidad por la hegemonía mundial entre nuevos actores con objetivos diversos, conflictos regionales complejos, desigualdad en alza, terrorismo, inmigración descontrolada, populismo, movimientos extremistas, crisis financieras cíclicas... Todo esto sin tener claro aún lo que vendrá AC (después del coronavirus). De hecho, algunos sabios modernos16 ya le habían añadido dos Ds al famoso acrónimo, transformándolo en D–VUCAD, para incluir dos fenómenos clave para describir nuestro mundo. La primera corresponde a la Disrupción (ya sea en forma de tecnología, cambio social, fenómeno geopolítico, reconfiguración de la industria, destrucción de sectores completos, desafíos como el cambio climático, etc), que ya lleva tiempo siendo parte de nuestro vocabulario en un tiempo en que todo parece verse reducido a optar entre «disrumpirnos» o «ser disrumpidos». La otra d se refiere a la Diversidad, e incluye diversas acepciones del concepto como la de género, generacional, cultural, de etnia, raza, religión…Estos elementos constituyen tan solo una parte de la complejidad del contexto en el que las organizaciones viven actualmente, y plantean grandes ventajas, pero también ciertos desafíos, componiendo el escenario moderno para la dirección y el liderazgo. Un escenario que requiere que perfeccionemos la habilidad para anticipar situaciones que modifican las condiciones de partida, entender sus consecuencias y las de sus posibles soluciones, analizar la interdependencia entre múltiples variables desde un punto de vista macro, y prepararnos para desafíos